El nacionalismo asturiano asiste a una lenta agonía

Pablo Batalla Cueto GIJÓN

ASTURIAS

Andecha Astur

Los cuatro partidos nacionalistas de la región agonizan desangrados por Foro, Podemos y sus propias tensiones internas

26 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Ye la hora del cambiu»: tal fue el eslogan con el que el Partíu Asturianista (PAS) se presentó a las elecciones municipales de 2015 en Bimenes. Obtuvo tres concejales que, merced a un pacto con Izquierda Unida y Xente Yerbato, le permitieron aupar a la alcaldía a su candidato Aitor García Corte. Fue una magnífica noticia para la formación asturianista, pero también una excepción a una norma desoladora: la de que la hora dista de ser la del cambiu para un partido que no hace sino decaer desde hace tres lustros. Bimenes es la única alcaldía pero también el único concejo a cuyas elecciones se presenta esta formación que llegó a obtener un diputado en la Junta General del Principado, decenas de concejales en toda la región y la alcaldía de Nava. A los comicios autonómicos no concurren desde 2011, cuando lo hicieron en coalición con la Unión Renovadora Asturiana de Sergio Marqués y obtuvieron 2953 votos. La situación de URAS es prácticamente idéntica: también ellos llegaron a tener diputados, concejales y alcaldes como el de Villaviciosa, pero también ellos sólo se presentan ya en Valdés, donde las últimas elecciones les reportaron 800 votos y dos concejales.

No corren buenos tiempos, en general, para el asturianismo político. Al otro lado del espectro ideológico, en los dominios de la izquierda revolucionaria, Andecha Astur nunca fue un actor tan relevante como el PAS en la escena política asturiana, pero también en su seno se echa de menos una cierta edad dorada en la que la formación obtenía concejales en Riosa y Carreño y casi cuatro mil votos en los comicios autonómicos. Hoy no superan los mil sufragios y alcanzar algún grado de representación institucional sólo puede considerarse una quimera. La situación actual de Andecha podría ser resumida con la metáfora que Xuan Xosé Sánchez Vicente, líder histórico del PAS, utiliza para ilustrar la de su propio partido: «Estamos como el oso, hibernando en la cueva, pero sin saber si va a llegar la primavera para salir».

PAS y Andecha son hoy los únicos dos partidos netamente asturianistas que concurren a elecciones de forma autónoma. Otras dos formaciones más, Izquierda Asturiana (IAS) y Compromisu por Asturies (CxA) -esta última nacida en 2011 como coalición de UNA y Bloque por Asturies-, lo hacen en coalición con Izquierda Unida y como corriente interna de Podemos, respectivamente. Fue gracias a ese trampolín que Faustino Zapico, secretario general de Izquierda Asturiana, obtuvo una concejalía en Mieres en las últimas municipales, a las que concurrió como independiente en la lista encabezada por Aníbal Vázquez. Pero tampoco en su formación reina el optimismo. «Participamos en Unidad Popular en las elecciones de diciembre y en Unidos Podemos en junio, pero no quisimos participar en la candidatura electoral porque no nos gustaba nada cómo se estaban haciendo las cosas, y si las elecciones se repiten aún no sabemos qué haremos», explica, pero valora que «en cualquier caso ahora mismo no se dan las condiciones para funcionar de forma autónoma, porque sumamos lo que sumamos, que es muy poca cosa».

Foro y Podemos

Sobre los motivos y factores de este declive hay diversas opiniones, y suelen citarse algunos internos, como el sectarismo y la consiguiente atomización política que ha sido habitual en los últimos cuatro decenios en el seno del asturianismo: en 2007, dos facciones enfrentadas de Andecha llegaron a dirimir una amarga guerra en torno a la participación en la coalición UNA en los tribunales. «A veces parece que vivimos en los mundos de Yupi», reconoce Faustino Zapico. Otros prefieren poner el foco en lo externo en lugar de en lo interno. Es el caso de Xuan Xosé Sánchez Vicente. «El problema del asturianismo no es que nosotros no emitamos opiniones sobre muchas cosas, sino que los medios en general sólo recogen cuestiones muy peculiares, lo pintoresco, la anécdota, como aquella vez que protestamos por la multa a un ciclista que había sacado la bandera de Asturias. Las cuestiones sociales o políticas que proponemos con mayor o menor acierto nunca tienen cabida», lamenta, y añade que siempre ha mantenido «que en Asturias no hay opinión pública: tú entras en un chigre y la gente discute a todas horas lo que pasa en Madrid con el PSOE o con el PP o con quien sea; nadie habla de Villa o del Caso Marea».

En todo caso, más allá de que se ponga el acento en los factores internos o en los externos, cuando se aborda la cuestión del declive del nacionalismo asturiano hay una fecha que resplandece con el fulgor de los consensos totales: 2011. Tal como explica el historiador gijonés Javier Cubero, experto en asturianismo y asturianista él mismo, «ya había ciertos síntomas previos de agotamiento, como el cierre de las librerías asturianistas, pero 2011 marcó un antes y un después por varios motivos». Explica el historiador que «por un lado, las de aquel año fueron unas elecciones que después de cuatro años de esfuerzo y de trabajo dejaron al nacionalismo asturiano tan estancado como cuatro años antes, solamente que con la militancia mucho más quemada». Por el otro, y especialmente, «aparecieron dos nuevos proyectos, Foro y Podemos, que copiaban parte del discurso, y eso hizo ilusionarse a mucha de esa militancia quemada».

Las cúpulas de las cuatro organizaciones asturianistas no tienen problemas en reconocer la enorme sangría que la aparición del partido de Francisco Álvarez-Cascos y el de Pablo Iglesias han supuesto para sus formaciones. «A raíz de la aparición de Podemos hubo mucha gente que apostó por los círculos y sufrimos una pérdida de militantes importante», lamenta Paulo Arboleya, de Andecha. Faustino Zapico, por su parte, considera que «en el fracaso del asturianismo también hay un componente generacional: hay un sector que llegó a una edad en la que querían ver cosas, y eso de querer ver cosas a veces es muy peligroso, porque te hace ver espejismos». Opina Zapico que «muchos se metieron en Foro de cabeza creyendo ver en Foro lo que no era ni Foro dijo en ningún momento que era, y con Podemos pasó lo mismo».

Un futuro poco halagüeño

Sobre el grado de sinceridad de los discursos asturianistas del partido casquista y la formación morada hay bastante acuerdo en el seno del asturianismo en calificarlo, como mucho, de «muy difuso», mediatizado por el «sometimiento a Madrid» en el caso de Podemos y por la aversión a la lengua asturiana en el caso de Foro. Con respecto a Podemos, Paulo Arboleya critica con dureza que «los pactos y acuerdos de Podemos con Izquierda Unida y el PSOE a nivel estatal están obligando a los de Podemos de aquí a acercarse a esos partidos que quizás en otras partes del Estado no, pero aquí son la mafia político-sindical que padecemos desde hace cuarenta años, con cuestiones flagrantes como la del Muselón o la de Villa: si Podemos sirve para sostener a Javier Fernández, no es parte de la solución, sino del problema». En cuanto a Foro, para Sánchez Vicente es «difícilmente clasificable como asturianista» en tanto en dicha formación no se da una «voluntad asturianista tanto en el ámbito político como en el cultural: ven el tema del asturiano con mucha negatividad, porque enseguida hacen una traducción absurda a Cataluña y a Euskadi».

¿Es el declive del nacionalismo asturiano irreversible, o la historia no está escrita y ha lugar a la esperanza en un futuro revivir de los viejos laureles? Tampoco en esto parece reinar el optimismo en las filas asturianistas. «La historia siempre está por escribir, pero los márgenes de maniobra que puede tener el nacionalismo asturiano como fuerza política diferenciada ahora mismo son muy escasos», expone Javier Cubero. A su decir, «cosas que tenían un sentido hasta el 2011 de repente se volvieron muy viejas: el 15-M implicó un cambio de ciclo al que no se supo o no se quiso adaptarse. Era el momento de articular una propuesta más amplia de construcción nacional desde los movimientos sociales entonces emergentes, pero se perdió la oportunidad. La única salida que veo a corto plazo es como lobby de carácter sociocultural».

No parece, ciertamente, que el oso vaya a salir de la cueva.