El fin de las cuotas lácteas arrasa en Asturias con 180 ganaderías en dos años

ASTURIAS

José Manuel Casal

Los productores exigen el impulso de un sello que distinga la calidad del producto asturiano como única forma de frenar la sangría

15 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los peores pronósticos se han cumplido. Dos años después del fin de las cuotas lácteas, ya existen datos que permiten dar la razón a los que presagiaban que la liberalización del sector tendría consecuencias dramáticas en la región. En ese tiempo, han desaparecido en Asturias 178 explotaciones, el precio de la leche ha bajado, la producción ha caído y el número de compradores también se ha reducido.

El futuro se presenta incierto para los ganaderos, que reconocen que la decisión europea ha sido la puntilla a un sector que vive continuamente en crisis. Según los últimos datos del Fondo Español de Garantía Agraria, correspondientes al pasado mes de febrero, Asturias tiene 1960 ganaderías con entregas declaradas. Son 120 menos que hace un año y 178 menos que hace dos años. Pero el impacto de la liberalización no solo se ha notado por el número de explotaciones que han echado el cierre, también ha supuesto el empeoramiento de las condiciones de los que mantienen el negocio. 

En dos años, el precio de la leche ha bajado en la región dos céntimos de media, al pasar de los 0,35 céntimos que se pagaba en abril de 2015 a los 0,33 céntimos del mes de febrero de este año. A ello ha contribuido el descenso en el número de compradores, que en el mismo periodo se redujo de 30 a 28. 

Críticas de los ganaderos

Mercedes Cruzado, secretaria general del sindicato COAG, explica que «como era previsible», la situación «empeoró muchísimo» desde el fin de las cuotas. «Cerraron casi 200 ganaderías en dos años y el resto se mantiene de milagro», asegura antes de recortar que, en estos dos años, «el precio del litro de leche ha bajado y los costes siguen aumentando». 

La responsable sindical dibuja un escenario muy complicado para los productores, aunque cree que existe una solución. «Hay que seguir trabajando en la creación de algo que nos distinga», afirma. «La calidad del producto asturiano no tiene nada que ver con el resto de Europa, ni con el de España», sostiene Cruzado, quien añade que «tenemos que conseguir un etiquetado diferente para la leche asturiana que nos ayude a distinguirnos y que sea el consumidor el que elija».

Aumento de las entregas

Una de las consecuencias que ha tenido la desaparición de las cuotas en Europa ha sido el esperado: un aumento de la producción. Si bien en España ha sido más o menos contenido -entorno al 2 % anual-, en países como Irlanda, Holanda o Bélgica sobrepasa el 10% y amenaza con seguir creciendo. Asturias produce ahora un 10% menos que hace dos años. A esta circunstancia hay que unir un preocupante descenso del consumo y los efectos del bloqueo ruso a la importación de lácteos europeos iniciado en agosto del 2014 y que se mantendrá hasta, al menos, finales de este año. La confluencia de estos factores ha provocado un desfase importante entre la oferta y la demanda global de leche, lo que presiona los precios a la baja.

Dificultades para comercializar la producción

Si bien los mecanismos de control de la producción suponían un lastre para el crecimiento de muchas granjas, también ofrecían una garantía sólida a la hora de cobrar, a precios de mercado, toda la leche que se ordeñaba. Circunstancia esta última que, en un mercado sin cuotas, como el actual, resulta imposible de asegurar. Esta realidad, generalizada en el resto de España, tiene menos impacto en España debido al importante papel que juega Central Lechera Asturiana.

Escasa capacidad de reacción

La liberalización del mercado lácteo europeo también ha destapado la escasa (y lenta) capacidad de reacción de las autoridades comunitarias en escenarios de crisis graves como la actual. A pesar de preparar al sector para lo que se calificó como un «aterrizaje suave» hacia una Europa sin cuotas, lo cierto es que los resultados han sido desastrosos.

Las escasas medidas puestas en marcha por Bruselas o bien han llegado tarde o no han tenido los efectos positivos que se esperaban de ellas. La última, no exenta de cierta polémica, ha sido la de gastar más de 150 millones de euros en indemnizar a aquellos ganaderos que optasen por reducir su producción durante el último semestre del 2016.

Mayor presión de las lácteas

Con la desaparición de las cuotas ha aumentado la posición de dominio de la industria láctea con respecto al ganadero. Tanto es así que hasta hace escasos meses eran los transformadores los que les imponían topes a la cantidad de leche que podían producir, bajo amenaza de importantes reducciones en el precio. Del mismo modo, algunas lácteas también optaron por suprimir rutas de recogida o, incluso, tal y como denuncian algunos ganaderos, han amagado con esa posibilidad para forzar una mayor rebaja de las cotizaciones.