La caverna

OPINIÓN

09 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Y el verano llegó y se convirtió en un largo, larguísimo invierno que duró cuatro años. Así podría comenzar cualquier crónica sobre el tiempo político que nos está tocando vivir después del 26J. Lo que podría haber sido una transformación de envergadura que pusiese fin a las políticas antisociales de este país se ha convertido en una especie de déjà vu del que somos incapaces de salir, como los habitantes de la caverna de Platón que sólo pueden observar un futuro oscuro gobernado por el Partido Popular. No saben que existe la luz del día y por tanto creen que aquello que viven es lo normal, lo razonable, lo moderado?

Una parte de nuestra sociedad, particularmente la más joven, ha roto esas cadenas y ha salido de esa caverna en la que llevamos décadas metidos. Pero aún quedan muchos a los que convencer de que existe otra realidad, más justa, más humana y más acogedora. Por delante nos queda una legislatura en la que, si finalmente gobierna Rajoy, tendremos que salir a la calle, hacer oposición y sobre todo dialogar. Dialogar hasta la extenuación con aquellos que no piensan como nosotros y hacernos entender para sumarlos al cambio que, más tarde o más temprano, llegará a este país.

Pero aún es pronto para resignarse. Si es cierto que el PP tiene todas las papeletas para formar gobierno, no es menos cierto que si fracasa en esa tarea, las dos fuerzas de la izquierda, PSOE y Unidos Podemos, tendrán que unir fuerzas con otras formaciones políticas para impedir unas terceras elecciones. El PSOE tiene la pelota en su tejado y, si finalmente se deja seducir por los cantos de sirena de Felipe González, no sólo estará dando un paso más hacia su eutanasia como partido de una parte de la izquierda sociológica sino que además estará haciendo un flaco favor a quienes más están sufriendo las políticas antisociales de los populares.

Yo no renuncio a que se pueda formar una alternativa parlamentaria que sume más apoyos que el PP. Es muy difícil y para ello se necesitaría el concurso de alrededor de media docena de fuerzas políticas. Pero impedir un gobierno del Partido Popular debería ser una prioridad. Incluso si para ello hay que contar con los diputados de Ciudadanos. Al fin y al cabo la situación es excepcional y requiere medidas excepcionales, no muy diferentes a las que recurrió Syriza en Grecia cuando pactó con la derecha nacionalista de Griegos Independientes para poder gobernar.

Pero no resignarse no significa distorsionar la realidad. Las probabilidades de que tengamos un nuevo gobierno del PP son enormes y, si finalmente se produce, quienes exigimos un cambio que no sea meramente cosmético tendremos que hacer una oposición seria, meticulosa y exigente. Así dentro de cuatro años podamos, quizás, salir de esa caverna en la que hace ya demasiado tiempo que estamos metidos.