Yo no tengo Whatsapps

José Manuel Orrego
José Manuel Orrego REDACCIÓN

OPINIÓN

25 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando la adicción a las redes sociales empobrece nuestras relaciones o impide desarrollar otras  actividades más esenciales aparece el fantasma del trastorno del comportamiento, -y es que los incondicionales de las nuevas tecnologías traspasan esa línea roja con más frecuencia de lo que creen- . Esta reflexión se produce porque el «vivo sin vivir en mi» tiene hoy más sentido que nunca, aunque no con el matiz religioso de otras épocas más analógicas. No hay más que echar una rápida mirada a nuestra rutina diaria para darnos cuenta del abandono de nuestras saludables costumbres sociales, nos hemos convertido en seres digitales enganchados o mejor dicho esclavizados a nuestro PC, smartphone o tableta. Cierto es que nuestros sentidos han sido amplificados por la tecnología, ahora gracias a los whatsapps podemos tener los ojos allí donde están nuestros amigos, también podemos congelar cualquier momento haciendo partícipe de ello a toda la humanidad e incluso podemos enterarnos de los últimos dires y diretes tal ojo de Sauron fuéramos, pero este nuevo don tiene un precio y ese precio lo constituye el perdernos la experiencia completa de vivir el presente, el aquí y el ahora. Nos cuesta renunciar a estos superpoderes y tenemos un miedo irracional a perdernos cualquier cosa, a que los demás estén disfrutando de algo mejor. Esos instrumentos panópticos que tenemos entre las manos nos producen un inmenso sentimiento de poder, y las grandes corporaciones sabedoras de nuestras debilidades alimentan e intensifican a través del marketing nuestra falsa potestad. Con seguridad es el segmento juvenil el más afectado, la sensación de «no poder perderse nada» les somete y tiraniza. Pese a todas las corrientes esnobistas y las campañas publicitarias agresivas de las grandes compañías está surgiendo una necesidad de desconectar, este despertar a la realidad tangible es todo un movimiento social que se da a conocer con el acrónimo de JOMO (joy of missing out) o dicho de otra manera «el placer de perderse algo», y es que la gente empieza a sentir fatiga y ansiedad de querer estar al día de todo?

Algunos, sobre todo los nacidos en la época de las correcciones con goma de borrar y tinta blanca, saben de lo que estoy hablando: ¿dónde están las comidas sin teléfono?, ¿dónde está el disfrute del paisaje mientras viajamos?, ¿dónde están los mecheros en los conciertos? Las nuevas generaciones, nativas de la era informática, quizá no sepan lo que se están perdiendo, ¿habrá que despertar a esa parte de la sociedad?? y tú, ¿todavía no JOMO?