¿Cuántas elecciones necesitan Sánchez y Rivera?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

29 jul 2016 . Actualizado a las 07:36 h.

Tras evacuar consultas con el rey, Rajoy leyó ayer un comunicado en el que manifestaba haber aceptado la propuesta de intentar su investidura, que previamente le había sido realizada por el jefe del Estado. De las muchas ideas que expresó el presidente en funciones ante los periodistas congregados para conocer su decisión una me parece especialmente relevante: que el tiempo de elecciones ya se ha terminado y que ahora toca el de darle forma a un Gobierno con arreglo a la voluntad expresada por el cuerpo electoral.

Aunque la idea, de puro evidente, podría parecer una obviedad, realmente no lo es si se tiene en cuenta el dato extravagante de que llevamos ya unos días hablando, como si tal cosa, de la posibilidad de convocar ¡por tercera vez en menos de un año! al cuerpo electoral. Tal forma de entender el resultado de la decisión que los españoles tomaron, primero en diciembre y luego en junio, responde a un delirio antidemocrático según el cual las elecciones se asemejarían a un casino y la investidura presidencial a apostar en la ruleta. ¿Que no me conviene el resultado de las elecciones? Pues nada, que haya otras. ¿Que sigue sin convenirme el de las nuevas? Muy sencillo: se bloquea cualquier posibilidad de elegir un presidente y nos ponemos con las terceras manos a la obra. ¿Y si lo que arrojan las terceras no me gusta? ? No es necesario que siga, claro está, pues resulta fácil imaginar cómo podría acabar un sistema político donde los partidos tuvieran en sus manos forzar unas nuevas elecciones, y otras, y otras más, hasta obtener el resultado deseado, por el sencillo procedimiento de impedir gobernar al ganador que no disponga de la única mayoría -la absoluta- contra la que no cabe veto alguno.

Los votantes arrojaron un veredicto el 20 de diciembre y lo confirmaron el 26 de junio con notable contundencia. A Sánchez y Rivera no les gustó el primero y decidieron que la bola girase de nuevo en la ruleta bloqueando, con un pacto tan infantil como inservible, cualquier posibilidad de elegir a un presidente. Como consecuencia de ese dislate, hubo que volver a las urnas y ahora parece que, por venganza, sectarismo, o ambas cosas, los líderes del PSOE y Ciudadanos están dispuestos a repetir la operación, pese a que ni uno ni otro tienen otra alternativa que ofrecer a su veto al ganador que obligar a volver a votar a treinta y cinco millones de españoles.

Pues bien, creo que ha llegado la hora de decir que su veto es un juego de ventaja absolutamente intolerable e indigno en personas que han sido elegidas por el pueblo para defender los intereses generales; que tras unas elecciones la alternativa a una mayoría de gobierno puede ser otra mayoría de gobierno, pero jamás forzar otros comicios; y que si Sánchez y Rivera, Rivera y Sánchez, impiden a Rajoy ser presidente sin otra perspectiva que la de que volvamos a votar habrán hecho un daño de incalculables consecuencias a nuestra democracia, que no puede estar en manos de los deseos de poder o de venganza de dos políticos sin el más elemental sentido del Estado.