Gestionar la diferencia

OPINIÓN

30 jul 2016 . Actualizado a las 01:11 h.

Uno de los objetivos del terrorismo islamista consiste en levantar un muro comunitario entre los musulmanes sunís y aquellos otros que somos considerados apóstatas, herejes, ateos o infieles. Una suerte de choque de civilizaciones huntingtoniano que, a este lado del mundo, alimenta la desconfianza, la xenofobia y los discursos islamófobos. Y en esa tarea están logrando aquello que pretenden.

Afortunadamente en España no disponemos de movimientos de extrema derecha importantes como los alemanes PEGIDA, acrónimo de Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente. Pero con eso y con todo, cada vez que se produce un atentado en suelo europeo, las redes sociales bullen de comentarios responsabilizando al hecho religioso de la violencia terrorista. Un discurso pretendidamente laicista que alimenta el odio al musulmán e impide el diálogo con aquellos que consideramos diferentes.

Bien es cierto que el espacio para la argumentación razonable y para la crítica ajustada es muy estrecho. Se mueve entre la necesidad de defender el diálogo intercultural y la integración de las comunidades musulmanas y la crítica a las religiones como elementos prerracionales que dificultan el debate de ideas y alimentan la superchería, el engaño y la superstición. Se trata de defender un laicismo intercultural, capaz de reivindicar que la religión quede fuera del espacio público y al mismo tiempo capaz de construir un diálogo sincero con aquellos que profesan una determinada fe.

Pero los atentados construyen un imaginario colectivo en Occidente en el que el musulmán es siempre responsable, directa o indirectamente, por activa o por pasiva, de la violencia que algunos ejercen en nombre de toda la comunidad. Y en ocasiones parece que les exijamos un plus a la hora de condenar el terrorismo. Como si por el mero hecho de ser musulmanes tuviesen la obligación de esforzarse más a la hora de rechazar la violencia que quienes no lo somos.

En Francia, el país occidental donde el azote del terrorismo está siendo más cruel, las comunidades musulmanas han sido la primeras en alzar la voz contra el yihadismo. Se esfuerzan en combatir el discurso de los imanes wahabíes financiados por Arabia Saudí y por Qatar que tratan de erigirse en portavoces de la umma con un discurso fundamentalista y totalitario. Pero ese esfuerzo nos pasa desapercibido y les exigimos un compromiso mayor del que nosotros mismos tenemos.

Si queremos combatir a los terroristas yihadistas debemos primero derribar ese muro de incomprensión que han levantado entre la comunidad musulmana y el resto del mundo. Ello supone conocerla, romper clichés y respetar su hecho religioso, aunque no nos guste. No se trata de celebrar la diferencia pero si de aceptarla y de convivir con ella. Sólo de ese modo podremos vencer, al menos en el terreno de las ideas, a aquellos que desean exterminar a quienes consideran infieles.