El Año Ominoso

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

30 ago 2016 . Actualizado a las 10:02 h.

En la historia de cualquier nación, incluidas aquellas que pueden mostrarse legítimamente orgullosas de su pasado, existen períodos oscuros de los que solo cabe avergonzarse. Están, por supuesto, las guerras, y muy particularmente las civiles, que dividen a la sociedad en dos bandos, siembran la muerte y la destrucción y provocan heridas que tardan siglos en sanar. Pero hay otros pasajes en el devenir de cada nación que, sin ser cruentos, constituyen épocas negras que a nadie que ame a su país le gusta recordar. Dentro de cincuenta o cien años, por ejemplo, cuando se estudie lo que sucedió en España a partir de las elecciones del 2015, se hablará de un período oscuro en el que el país tocó fondo político cuarenta años después de la ejemplar restauración democrática. Ese lapso de tiempo podría muy bien acabar bautizándose como el Año Ominoso, en semejanza, aunque salvando las distancias, a la Década Ominosa que tuvo lugar entre 1823 y 1833, cuando la restauración del absolutismo acabó con el Trienio Liberal.

Al contrario de lo que ocurrió entonces, las libertades en España siguen y seguirán garantizadas. Pero los niños estudiarán en las escuelas cómo después de cuatro décadas de democracia surgidas de una transición modélica, con una ordenada alternancia en el poder entre la derecha y la izquierda moderadas y en los que España alcanzó sus máximas cotas de libertad y prosperidad, el nivel de los partidos y los líderes políticos se degradó abruptamente hasta el extremo de generar una parálisis institucional que impidió durante todo un año la formación de un Gobierno, con el consiguiente coste económico y de imagen para el país. Ese abismo histórico resultará innegable, aunque, como siempre ocurre, cada uno escribirá y contará la novela según le convenga y vista con sus propias gafas. Yo tengo para mí, sin embargo, que, aunque nadie podrá sentirse orgulloso de lo que está sucediendo en este año ominoso, habrá un personaje que ocupará las páginas más tristes de ese relato. Si a partir de hoy consuma lo que lleva tiempo anunciando, es decir, su disposición a bloquear gratuitamente la formación de cualquier Gobierno sin proponer alternativa alguna, negando así a los españoles una salida a la actual crisis política y forzándolos a acudir por tercera vez a las urnas, Pedro Sánchez será recordado como un político dañino para España y para su propio partido. Alguien que no solo llevó al PSOE al peor resultado de su historia, sino que puso su interés por encima del de su patria y de su propia fuerza política, convirtiéndose en un lastre para el país.

Ocurra lo que ocurra, y aunque finalmente se logre enderezar el rumbo, que se conseguirá, este año ominoso permanecerá en los anales de nuestra historia. Sabiendo eso, cabría exigir al menos a nuestros líderes que, al margen del resultado de la votación, el debate de investidura que comienza hoy marcara el comienzo de la recuperación política y moral, y no se convirtiera, por el contrario, en el cénit de la indignidad.