D icen que el David de Miguel Ángel podría desplomarse con un nuevo terremoto. Tiene el tobillo resquebrajado y sus más de cinco metros de altura de mármol blanco no resistirán más sacudidas. Las temperaturas se han vuelto locas y las estaciones no se suceden con esa lógica que nos permitía tomarle el punto a la vida. No hay nieve en los Alpes o hay demasiada nieve. El siglo XXI es el mejor siglo de la Historia. Y el peor, demasiado castigo acumulado para el hábitat en el que vivimos. Antes algo móvil era algo que se movía, no un objeto que te absorbe la vida de verdad y que te sorbe el cerebro con una sucesión de mentiras. La revolución de las pequeñas cosas, que es el único retorno al sentido común, es muy pequeña, todavía. China amenaza al nuevo gobierno norteamericano con un conflicto devastador. Caen los buenos. Adiós a Bauman y a Berger. El ruido informativo se ha convertido en el grupo de moda y está de gira triunfal por todo el planeta. Hemos perdido el término medio, ese que solo se aprende con la edad, y la clase media. No escuchamos a nuestros mayores, que son bibliotecas vivas. El mar Mediterráneo es un tanatorio en el que todos los meses mueren decenas de esas obras de arte que son los seres humanos. Una bacteria resistente a todos los antibióticos acaba con una mujer en Estados Unidos. El mundo va a surfear el tupé ola de Trump como un temblor.