También los congresos los carga el diablo

OPINIÓN

11 feb 2017 . Actualizado a las 10:21 h.

Los congresos, como las armas, los carga el diablo. Y cuando un arrogante estratega fuerza un escenario de comparaciones, para que la gente perciba las diferencias que hay entre Podemos y el PP, le puede salir, como de hecho ha sucedido, el tiro por la culata. El propio Iglesias es consciente de que su pirueta estratégica lo está metiendo en un berenjenal sin salida, y por eso insistía ayer en que, mientras el PP está montando un congreso a la búlgara, donde la indecisión triunfa por unanimidad, la esperanza blanca que es Podemos se ha abierto en canal sobre la camilla del quirófano, para que un babel de diálogos de sordos y gallitos de pelea pueda elaborar un programa utópico para un país imaginario.

Los congresos nunca salen como se piensa, ni concluyen lo que uno quiere. Porque su destino está escrito en el contexto, y cuando un proyecto está sumido en su primera crisis, y toda la gente empieza a pelearse por cuotas de poder, solo cabe esperar que las asambleas programadas para mayor gloria y lucimiento del líder se conviertan en jaulas de grillos, y que la mezcla social que en ellos se arrejunta genere un revuelto de ocurrencias que solo sirven para enredarse en ellas. Y ahí está, como vamos a ver, la enorme distancia que hay entre Podemos y el PP, o entre Iglesias y Rajoy.

Hace un año, la tesis dominante entre los líderes de la nueva política y entre la ignorante intelligentsia emergente era que Rajoy estaba acabado, que tenía que echarse a un lado para dar paso a la marabunta, y que España, agotada por una transición fracasada y por unas castas políticas corrompidas, estaba condenada a regenerarse por medio del caos, el populismo y el disparate. La explicación de tan funesta teoría era la obsesiva ensoñación de un país empobrecido e insolidario, que solo podía vivir enchufado a la subvención y a la sopa boba; y que para cocinar y distribuir tan indigesto menú eran necesarios un caldo de indignación y unos nuevos camareros. Pero Rajoy, férreamente adherido al país real, sin más armas que la obviedad y el realismo, acabó desinflando todos los globos, hasta evidenciarse como el único líder que tenía posibilidades e instrumentos para sacar al país del marasmo en el que estaba.

Por eso el PP no necesita hacer un congreso a la búlgara, sino el que resulta de tener un líder incuestionado y un partido unido por el éxito y la honrosa responsabilidad del poder. Y el congreso de Podemos, en lógica contraposición, tampoco es la refundación del Peripato, donde Aristóteles formaba a sus alumnos mediante el debate ordenado, sino una utopía populista y atascada, en la que muchos líderes de cartón piedra buscan un salvavidas que los devuelva al punto de partida. Los dos -PP y Podemos- cosechan los frutos de su trabajo. Y mientras unos gavillan la mies, los otros pelean en barbecho.