Vuelve la intolerancia

Carlos G. Reigosa
Carlos g. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

13 mar 2017 . Actualizado a las 09:13 h.

Hace poco más de medio siglo, un joven Dylan, ahora viejo Premio Nobel de Literatura, nos anunciaba que los tiempos estaban cambiando. ¡Y tanto! De la intolerancia a la tolerancia, entre otras novedosas mudanzas. Porque el profeta de la protesta anunciaba toda una oleada de aperturas y renovaciones, que luego se fueron extendiendo por nuestro mundo… Hasta que llegó Trump. Pero, claro, Trump no llegó solo. Sería de necios no querer ver todo lo que hay detrás de él, todas esas personas que lo han votado porque se sentían solas, sin líder e incapaces de entender su situación de debilidad o de progresivo empobrecimiento. Una población mayoritariamente blanca, sí, pero no solo blanca. Porque, a su modo, Trump también encarna una esperanza bañada en el resentimiento y en la aversión al otro, al diferente, al de fuera. De algún modo, el actual presidente ha hecho un uso perverso de una sabia conclusión acuñada por el filósofo Karl Popper: «Por lo tanto, debemos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes». (Popper, judío nacido en Austria y profesor en Inglaterra, se refería obviamente a los nazis). 

Porque es el sentido de la tolerancia el que ha empezado a debilitarse, en Estados Unidos y también en Europa. Y es verdad, como decía Edmund Burke, considerado el padre de los viejos liberales británicos, que hay un límite en el que la tolerancia deja de ser virtud. Pero este no es el caso de Trump o de los populistas europeos de uno u otro signo que amenazan con descoyuntar la UE. Mas bien ocurre lo contrario. Trump y sus colegas ideológicos de este lado del Atlántico pueden revertir nuestros logros y encaminarnos hacia algunos parámetros nacionalistas de comienzos del siglo XX. Un camino que los ciudadanos de la UE deberíamos rechazar con firmeza. Nuestra tolerancia no debe servir para que otros nos lleven el pulso y acaben con ella. Víctor Hugo decía que «la tolerancia es la mejor religión» y el marqués de Sade se burlaba definiéndola como «la virtud del débil». Los tiempos están cambiando, pero ya no en la dirección que cantaba Dylan. En guardia.