Por el amperio hacia dios

OPINIÓN

21 mar 2017 . Actualizado a las 20:15 h.

Fue un pequeño milagro de multiplicación, en esta ocasión no de panes ni de peces, sino de índices de audiencia el que se logró la semana pasada en la emisión de la misa del segundo canal de la televisión pública después de que Tamara Falcó, bendito sea su Instagram entre el de todas las mujeres, solicitara ayuda a las redes sociales para que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, frenara su iniciativa de que se retiraran de la programación los ritos religiosos. Se multiplicó por seis el «share» de «El día del señor», Dominus Die, que así llamamos al séptimo día, pasando del 3% al 19%.

El milagro es pequeño porque la grandeza sería mantener esa audiencia no una semana sino de continuo, al fin y al cabo ¿es la devoción lo que ha llevado a encender tantos televisores a la vez o el afán de chinchar a Pablo Iglesias para que aprenda el coletas ese lo que es la fe de mis mayores? Pero no será así, primero porque a la mayoría de los que respondieron a esta campaña les importa un bledo la misa televisada y no tienen ninguna intención de mirar para ella a no ser que alguien, en algún momento, sugiera que podría retirarse. Segundo porque Iglesias, a poco que se le apriete, de la rosa deja sólo el nombre desnudo, y cuando le han preguntado por si quitaría la Semana Santa (el afán del rojerío por erradicar las procesiones es un mito de la derechona que se arrastra desde la II República) ha dicho que nunca lo haría porque (esto es literal), su padre vive en Zamora.

Hay ya una televisión en abierto, propiedad de la Iglesia Católica, que puede emitir sin problema alguno no sólo unas horas sino la programación entera del canal dedicada a misas, rosarios o extremas unciones si les place. Ningún católico se quedaría en España sin su misa televisada en el caso de que, dios quiera que el César se quede ya lo que es suyo, en la televisión pública dejaran de emitirse. Por supuesto no se trata de eso sino de mantener un terreno catódico conquistado, por el amperio hacia Dios.

Los tertulianos conservadores de los debates de la tele pública, que son prácticamente todos ya, se han pasado la semana esgrimiendo la protección que recoge, según ellos, nuestra Constitución, a los cultos «de especial arraigo» porque España es un estado aconfesional pero como dios manda. Han estado muy comedidos, nada de especial arraigo, hay una mención expresa a la iglesia católica que es una cosa muy loca de nuestra Constitución y que simplemente se explica porque se redactó recién salida de una dictadura en la que sus nostálgicos todavía empuñaban las pistolas con las que apuntar a las sienes necesarias para que esto no se fuera de madre.

Pero es una cuestión de tiempo, y más breve de lo que muchos se puedan imaginar, que nuestros encendidos defensores de dar cabida a la religión en los espacios públicos empiecen a recular. Es una fantasía bastante torpe pensar que el predominio católico, que además es menguante, se va mantener sine die. Habrá que elegir si guardar estos lugares para la neutralidad laica o permitir que tenga su sitio cualquiera que reúna a un rebaño de feligreses. Todos los privilegios católicos que hoy se defienden con uñas y dientes porque son «lo normal», desde no pagar el IBI a las inmatriculaciones, los juramentos con Biblia y crucifijo, las programas de la tele, o que el clero (y no el estado) elija al profesorado de su asignatura en la escuela se tornarán cesiones intolerables en cuanto lo reclame cualquier otra confesión, especialmente el Islam. Habrá que ver cómo tratan de deshacer entonces lo que tanto se empeñan en cimentar en el presente.