Los bárbaros siempre vuelven

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

24 mar 2017 . Actualizado a las 08:50 h.

Cuando las cosas se ponen feas, lo mejor es abrir un libro. Y si las cosas se ponen feas en Londres, lo mejor es leer a Chesterton. 

A G. K. Chesterton, que era tan enorme y feliz como sus ideas, le gustaba mucho provocar a sus contemporáneos. Y una de las formas que tenía de buscarles las cosquillas era elogiar la Edad Media. Mientras que George B. Shaw y otros intelectuales de la época abominaban de aquel período de su historia, que consideraban oscuro y atrasado, al gran escritor de Beaconsfield le daba por decir que aquellos siglos habían sido los más luminosos y democráticos de la biografía de Inglaterra.

Ya casi nadie lee a Chesterton. Pero eso a Chesterton no le preocuparía en absoluto. Tal vez gastaría alguna broma al respecto, como insinuar que a él tampoco se le ocurriría leerse a sí mismo, y pasaría a otra cosa, a hablar de la llegada de la primavera a la campiña inglesa o a recordar algún antiguo relato infantil.

Pero si uno quiere entender un poco esa isla física y espiritual donde habitan los británicos, hay que leer su Breve historia de Inglaterra. Porque allí explica su tesis sobre la Edad Media: «Durante la guerra del campesinado del siglo XIV, el rey y el pueblo llegaron por un momento a una alianza consciente. Ambos cayeron en la cuenta de que un tercero en discordia era demasiado para ellos. El tercero en discordia era la aristocracia, que se apoderó del Parlamento».

Como réplica a esos aristocráticos okupas, nació entonces la Cámara de los Comunes, «un gran órgano de gobierno que sobrevivió a la Iglesia, la monarquía y la plebe». La misma Cámara de los Comunes contra la que quiso atentar -700 años después- uno de los nuevos bárbaros que sueñan con derribar Occidente. No saben, porque no leen a Chesterton, que la civilización medieval surgió precisamente de la resistencia a los bárbaros.

Porque los bárbaros siempre vuelven. Cambian de uniforme, de fanatismo, de tecnología asesina, pero al final regresan con el mismo odio milenario en los ojos. Por eso, la única respuesta posible es defender con uñas y dientes las libertades y la civilización que inventamos en la Edad Media para hacerles frente. Todo lo demás es pura cursilería. O peor: un suicidio.