Susana empieza a coser

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

28 mar 2017 . Actualizado a las 15:37 h.

Susana Díaz se propuso coser el PSOE y este domingo se puso a la faena. Como es persona aplicada y maneja con destreza la aguja y el dedal -del hilo hablaremos al final-, avanza con rapidez. El viejo traje arrumbado en el desván, aquel que usamos en las fiestas esplendorosas de antaño y también en momentos luctuosos, ha quedado como nuevo. Los desgarrones del pasado ni se notan. Las mangas que alzaba al viento el victorioso Felipe y los puños iconoclastas de Guerra vuelven a estar unidos. Las hombreras de Rubalcaba y de Carme Chacón han sido igualadas. Del dobladillo todavía no se ha ocupado la costurera, quizá porque ya no se lleva, pero todo el mundo sabe que Chaves y Griñán son tan suyos como prescindibles. Incluso ha conseguido, en un alarde de maestría, juntar a los dos Zapateros: el Zapatero progresista de la ley de dependencia, las políticas sociales y el Plan E, y el Zapatero que rindió armas y programa, se arrodilló ante Bruselas y asumió las recetas de la derecha. Con un poco de tinte homogeneizador apenas se percibirán los remiendos ni las diferencias entre el uno y el otro.

Susana Díaz está convencida de que ese traje, primorosamente zurcido, dará el pego, seducirá a los militantes nostálgicos y el PSOE volverá a triunfar en los salones mundanos. Así lo ha dicho en su primer baño de multitudes. Y tal vez lo consiga, al menos en lo que toca a la parte doméstica, porque fuera, en la calle y a la luz del día, dudo que ese hábito y esos monjes, con fuerte olor a naftalina, aún gocen de predicamento. El mundo cambió y también la vestimenta, pero hasta qué punto cambiaron ya lo iremos viendo, que los vaticinios se me dan bastante mal.

Susana heredó y cosió el viejo traje, pero todavía le queda pendiente la tarea más ardua: coser el PSOE. Soldar la fractura. Unir los jarrones chinos, los barones y los militantes -los nostálgicos y los rebeldes- en un mismo proyecto, una misma estrategia, un mismo rumbo. Y después, pero solo después, conseguir que los ciudadanos avalen ese proyecto, compartan esa estrategia y acepten ese rumbo.

Esa parece la secuencia lógica, pero el arranque resulta decepcionante. La candidata expresó su voluntad de encabezar un PSOE que «vuelva a ganar». ¿Y quién no? Lo mismo diría cualquier líder de partido en proceso de refundación. La candidata asume el pasado del partido, las glorias y las miserias indiscriminadamente, pero ni una palabra, ni una idea, ni un pensamiento dedicó al futuro. Los albaceas la designaron heredera universal, pero el testamento no ha sido compulsado por la militancia ni el legado, si finalmente lo recibe, supone garantía alguna de que sepa administrarlo.

Y así entramos en el quid de la decepción: Susana Díaz nada dijo acerca del hilo que piensa utilizar para coser el PSOE. ¿Azul o rojo? ¿Flexible como el sedal o rígido como el alambre? Su mutismo, vistos los antecedentes y las palabras de aliento que le soplan desde la derecha, acrecienta la sospecha. No vaya a ser que la costurera considere prioritario hilvanarle la bastilla al PP. «Por España», claro.