Qué fuerte, qué Gloria

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

09 abr 2017 . Actualizado a las 10:03 h.

A mí me pasa con Gloria Fuertes como con Bukowski. Los extraños parentescos de la literatura. Gloria, poeta de guardia, como reza su lápida, está de centenario por su nacimiento y, al fin, se reivindica su poesía seria. Pero seria no como adjetivo despectivo, seria como adjetivo maravilloso. Gloria Fuertes saltó a la fama por esos programas de televisión para niños en los que leía estupendas rimas para pequeños, auténticos milagros de lo más difícil, que es la sencillez, ella que trabajó mucho en literatura infantil. Pero toda la vida, una vida muy vivida, hubo otra Gloria Fuertes. Un personaje que escribía en los bares, que todo lo que tocaba lo hacía volar como un verso. Sí, Gloria era callejera como un gato perdido, y sí, escribía en los bares, como Pepe Hierro, con la música de fondo de las tragaperras y el serrín en el suelo. Los dos poetas de la gente, de la calle. Esa poesía digamos para adultos y adúlteros de Gloria es muy potente. Son minas, corazones minados. Rabia en una época en la que la rabia también estaba prohibida. Y ¿por qué me recuerda a Bukowski? Él como ella tiene dos estilos. Tenía esos versos amables de poeta oficial de niños y tenía esa energía nuclear del meollo del vivir y del sufrir de sus otros versos. En Bukowski está el autor de los relatos, no para niños, todo lo contrario, relatos de realismo sucio, que se parecen todos demasiado. Y luego está el poeta duro, increíble, también de una potencia existencialista muy bella. El Bukowski poeta sacude tanto como la Gloria Fuertes de sus poemas más crueles. Entendida la crueldad como la sabiduría de confesar que se ha vivido y se ha bebido. Gloria, que lo amó todo.