La banda sonora de la corrupción

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

27 abr 2017 . Actualizado a las 08:42 h.

Pilar Canicoba

Bienaventurados los que vivís en la aldea, que estáis libres de toda contaminación, física y moral. Bienaventurados los que no tenéis teléfono ni usáis redes sociales, porque sois más difíciles de espiar. Y bienaventurados los que no tenéis amigos, porque un amigo en este tiempo es un peligro. Sobre todo, si hablas con él. Es que en este frenesí de la corrupción hablas por teléfono de los partidos del Dépor, del Celta o del Lugo y tienes dos seguridades: una, que alguien te escucha, y otra, que alguien analiza tus palabras por si contienen algún mensaje oculto. Si envías wasaps, te ocurre lo mismo. Le sucedió al mismísimo presidente del Gobierno y le acaba de ocurrir a Rafael Catalá: le deseó a Ignacio González que se acabaran los líos, sin decir cuáles, y casi parece un cómplice del saqueo del Canal o el vendedor del ático de Estepona.

Aquí te pillan un mensaje diciendo «buenos días» a un imputado y van a por ti. Si eres ministro o asimilado, te cae encima todo el poder mediático y los demás partidos se ponen a pedir tu dimisión. «Ni un minuto más en su puesto», reclama el portavoz del PSOE, Antonio Hernando. Lo más complicado después es encontrar una explicación del «buenos días». Habría que montar en cada ministerio un gabinete de explicaciones para que no suceda lo que le ocurrió a Catalá: que tiene que montar una teoría sobre las intenciones de un SMS. Y no digamos lo de Zoido: que ha de confesar que su secretario de Estado hace las reuniones a las 9.30, con el registro abierto, no como antes, y no sé si se refiere a Franco, Felipe, Zapatero o Aznar.

Como seas delincuente potencial y se te ocurra expresar tu simpatía por determinado nombre, «un tío serio y bueno», te lo has cargado. Ya puede ser, en efecto, un tío serio y bueno, que lo has contaminado para toda su vida: siempre quedará la duda de si lo nombró un justiciable o el fiscal general del Estado. Ya me empieza a intrigar de dónde sale tanto personal para hacer tantas escuchas y en qué almacén se guardan tantos testimonios. No me extraña que el juez Eloy Velasco se queje de falta de medios, porque solo con escuchar cada día lo que después se publica, se le va una jornada laboral.

Así que lo dicho: felices los que vivís en la aldea. Pero no del todo, porque he leído que hay televisores que te graban mientras estás viendo la televisión. Yo, por si acaso, me tapo la cara cada vez que abro el frigorífico, no sea que me vea un confidencial. O Montoro, al que interesa mucho lo que voy a beber. El Gran Hermano no es un programa de la tele. Es un retrato de la vida real. Y las grabaciones son la banda sonora de la corrupción. Pero gracias a ellas sabemos una parte de lo que se roba en este país.