La carta del presidente y el juego de las apariencias

OPINIÓN

06 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Javier Fernández se queja en su carta a Pablo Iglesias de los juegos de apariencias en política. Y hace bien en renegar de las apariencias: el PSOE puso a Rajoy en La Moncloa; la prensa de derechas y de extrema derecha no deja de ovacionar su actuación en la Gestora, siempre al servicio de Susana Díaz; la misma prensa católica y conservadora que afeaba a Susana Díaz no tener más oficio que la militancia ni más especialidad que «el aparato», presenta ahora su foto «por el PSOE y por España»; la propia carta a Pablo Iglesias, nada memorable y escrita con desgana, es celebrada por esa misma prensa como «demoledora». Es lógico que el Presidente desdeñe las apariencias, porque lo que aparentan la Gestora y el PSOE de Susana Díaz es que son con C’s respecto al PP lo que para los americanos eran Cuba y Puerto Rico respecto a EEUU: dos alas de la misma paloma. Sólo en apariencia.

Podemos pasar por alto las faltas y erratas de la carta con las que se están divirtiendo las redes sociales. Desde luego, descuidar en una manifestación pública la acentuación, la puntuación y el léxico da una sensación parecida a la de dar una rueda de prensa masticando un bocadillo o a la que uno tenía en la Biblioteca Pública de Gijón en los años setenta, cuando el presunto bibliotecario era un guardia civil retirado que te atendía pelando una naranja. Es mejor cuidar las formas, por si son algo más que apariencias. Pero pasemos por alto la cuestión formal. Lo que divide sin arreglo al PSOE es que, dado su peso electoral, tiene que entrar en pactos y unos no soportan al PP y otros no soportan a Podemos. La fractura es profunda porque la marcan sentimientos negativos. No es lo que les guste a unos o a otros, sino lo que no tragan unos y lo que no tragan otros. Javier Fernández se distinguió en todos los frentes contra los morados, en Asturias y en España. Sus razones tendrá. Todos estuvimos alguna vez enfadados con alguien y sabemos que en tal estado sentimos una superioridad moral singular. Una vez, un camarero de Lugo, con una hermosa merluza en sus brazos tensos, inflamado porque un altivo matrimonio de Luarca había dudado de la frescura de la mercancía, me decía al pasar a mi lado: «yo es que cuando sé que tengo razón me pongo fenómeno. ¡Fenómeno!». Así es como somos cuando nos enfadamos: nos ponemos fenómenos y arrogantes. Es difícil estar enfadado u ofendido con alguien y no sentir la certeza de tener toda la razón. Esa superioridad moral hace que sintamos legítimas las faltas de nuestra conducta. Si alguna vez nos parece aceptable la mala educación o la frase soez o insultante es cuando tenemos esa superioridad moral que la justifica. El problema de la animadversión de la Gestora y Susana Díaz hacia Podemos no es lo atinado o injusto que sea su juicio sobre los morados. Es lo que están dispuestos a tolerarse a sí mismos; lo que de hecho se están tolerando a sí mismos.

Javier Fernández no necesitaba a Pablo Iglesias para vivir la política como un juego de apariencias. Se echó a patadas a Pedro Sánchez aparentemente para evitar unas terceras elecciones, pero en realidad para evitar un gobierno presidido por él y apoyado por Podemos. Constituida la Gestora, Fernández convocó reuniones aparentemente para decidir qué se hacía con la investidura de Rajoy, cuando ya se había echado a Sánchez para abstenerse. Y la legislatura empezó con pactos del PSOE con el PP, en los que aparentemente el PSOE le sacaba las muelas al PP. En realidad, le sacaba calderilla, dejaban fuera de foco a C’s y a Podemos, y Cebrián y la prensa más de derechas les acariciaba el lomo y les regalaba titulares como azucarillos. El PSOE no se prestaría al juego de ser oposición amaestrada si no fuera por esa legitimidad que se siente cuando uno está muy enfadado. Si no fuera por el frente político y electoral que tiene con Podemos y si no fuera por la irritación que produce ese frente, el PSOE no hubiera tenido razones ni vísceras para compadrear con un gobierno como el de Rajoy. De no ser por esa autoindulgencia que todos tenemos en el cabreo, hubieran oído a Rajoy decir desde el principio que no iba a cambiar nada esencial de su política; se habrían fijado en que querían poner al infame Jorge Fernández al frente del Parlamento; habrían contado diputados y se habrían dado cuenta de que, una vez puesto a Rajoy en la Presidencia, Rajoy tenía sin ellos votos suficientes para que no le echaran abajo los presupuestos, porque el apoyo del PNV estaba cantado (sin ETA, el PNV es más PNV que nunca, interesados, insolidarios y a lo suyo); habrían sentido, como sentimos los demás, su responsabilidad en los delitos y actividades mafiosas del PP. Todo se lo toleraron a sí mismos por tanta razón que tenían frente al acoso de Podemos. Y ya se sabe cómo es uno cuando tiene razón: se pone fenómeno.

Las primarias del PSOE tienen pinta también de ser un juego de apariencias. No imagino ninguna de las dos partes tolerando la victoria de la otra parte. No imagino a Susana Díaz o Felipe González de buen rollo mientras Sánchez negocia con Podemos y nacionalistas su propia moción de censura. Ni imagino a Pedro Sánchez aplaudiendo a Susana Díaz mientras repite el gran servicio a la patria que fue abstenerse y no dar bola a los populistas. Aparentan ser unas primarias para elegir líder, pero la realidad es que es un combate para ver qué mitad se queda con el partido y qué mitad tiene que largarse. La lucha entre los socialistas que no soportan al PP y los que no soportan a Podemos hizo mucho daño al PSOE, y con él a España, antes de las primarias. Y después de las primarias también.

Javier Fernández debería dejar de ofuscarse con Podemos y mirar con rayos X a través de él y ver a la gente que los vota. Acaba de acordar aquí en Asturias los presupuestos con el PP. Subió hasta 300.000 € el mínimo exento del Impuesto de Sucesiones. Cherines ya había dicho que ese impuesto era su pieza y que estaba dispuesta a hacerse la rubia, en plan Cifuentes, para todo lo demás. Tres malas noticias en esta cesión: una fiscal y dos políticas. La mala noticia fiscal es que ahora una familia con dos hijos y un patrimonio de un millón doscientos mil euros no pagará ni un duro cuando se produzca la herencia. Cada hijo trincará cien millones de pesetas libres de impuestos. Un avance más en la desigualdad. Es una mala noticia política la enésima constatación de cómo son las cesiones del PSOE. No llegó a un acuerdo con Podemos e IU porque, se supone, le imponían condiciones que no podía aceptar. Ahí están siempre las líneas rojas del PSOE: a su izquierda. Por la derecha siempre es negociable todo. Y hay otra mala noticia política. Las grandes injusticias sólo consiguen respaldo popular con un elemento sensible de enganche por donde se puede infiltrar la demagogia y empezar a trinchar el pavo de la barbarie. ¿Cómo se llega a quitar el médico a un extranjero? Hay que empezar por una idea simple que pinche en algo sensible: puede ser la criminalidad, el paro, el idioma o lo que sea que esté alterando la convivencia. Pinchamos por ahí y acabamos dejándolos retorcerse con una apendicitis sin atenderlos. La derecha quiere una cruzada contra los impuestos. Y se están organizando en toda España a partir de un elemento débil por la poca información de la gente: el Impuesto de Sucesiones. El PSOE no debería ceder nada, ni un euro, en este tema. Pero Javier Fernández cedió y ejerció de «mudu». Sólo Llamazares se prodiga en defensa de tan justo y civilizado impuesto. El Presidente de la Gestora sólo denuncia la demagogia de Podemos y no este casposo frente Tea Party que avanza. Para una cuestión tan ligada a los principios políticos como este impuesto, calla. De Podemos no soporta ni siquiera que haga política. Si Podemos es una apariencia, que mire a través de él a la gente real y piense en lo que la gente real no puede entender. Y que piense en lo que no se toleraría a sí mismo si no fuera porque Podemos lo pone fenómeno.