Merkel: el eje político de la UE

OPINIÓN

11 may 2017 . Actualizado a las 08:17 h.

Si pusiésemos en libros el conjunto de falsedades y mamarrachadas que se escribieron en España -entre el 2012 y el 2014- sobre Angela Merkel, podríamos comprobar que, además de editar un palé de ladrillos mayor que el Espasa, no hemos acertado en nada, que el tiempo nos quitó todas las razones, y que su liderazgo nacional y europeo no solo no se ha extinguido, ni hizo fracasar a los que siguieron sus criterios, sino que brilla sobre todos los demás gobernantes a una distancia sideral.

La razón por la que considero necesario recordar estas cosas y hacerle justicia es que, acostumbrados a hablar de la UE como un proyecto en constante riesgo de explosión y disgregación -como si la mayor y más noble empresa de la política actual fuese menos estable y enjundiosa que las regresiones nacionalistas y filofascistas de las nuevas políticas-, también corremos el riesgo de llegar a creer que el orden y la estabilidad de la UE están garantizados o son rescatados gracias a líderes escasamente probados que emergen de las carambolas y desafecciones de la nueva política, en vez de depender de la sistemática y rigurosa gestión de una realidad diversa y compleja cuya filosofía aún no hemos entendido ni asimilado del todo. Los peligros de la UE no provienen en ningún caso de su modelo constructivo, ni de la obligada disciplina que hace homogéneas y justas las políticas generales, sino de líderes territoriales menores que tratan de construir sus estrategias de oportunidad mediante un continuo bombardeo del proyecto común con simplezas populistas y excepciones constantes que convierten la construcción de la UE en una reedición de la tela de Penélope.

La gestión seria y rigurosa de Europa solo está liderada, en la última década, por Merkel, que, más allá de su militancia en las doctrinas y sistemas que ofrecen mayor consenso, ha dado ejemplo de buen gobierno en Alemania, de excelente candidata en todas las elecciones, y de discurso claro y sostenido dentro y fuera del país que gobierna. Y, aunque sus mayores reveses le han venido de la gestión de la crisis de los refugiados, también en esto hay que reconocer que su fracaso no trae causa de su falta de soluciones y generosidad, sino de una sublevación del resto de Europa -de los dirigentes y de muchos ciudadanos- que tuvo su más lamentable expresión en el crecimiento electoral de las ultraderechas xenófobas y nacionalistas. La mayor virtud de Merkel es que habla igual de claro para todos: para los que siguen fieles al proyecto europeo; para los que quieren irse de él sin perder ninguna de sus ventajas; y para los que dicen venir a salvarlo mediante cesiones y chalaneos que funcionan como minas escondidas debajo del proyecto común. Por eso depende de ella -y no de los oportunistas- el único proyecto que puede asegurar la paz y el bienestar de Europa.