Si parece un pato, puede ser un pato

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

11 may 2017 . Actualizado a las 08:17 h.

Las casualidades existen. Pero yo creo poco en ellas como causa última de todo aquello difícil de explicar. Y menos, cuando hablamos de política o de justicia. En esos campos, secundo más bien lo de que «si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, lo más probable es que sea un pato». Desde ese punto de vista, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, el secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, y el fiscal anticorrupción, Manuel Moix, tienen un problema para convencernos de que no son patos. Es decir, para persuadirnos de que es una casualidad que en plena investigación sobre Ignacio González el primero le deseara que «se cierren pronto los líos», el segundo se reuniera con su hermano y el tercero tratara de parar un registro.

La fiscalía sugiere que fue el secretario de Estado quien informó de esa investigación a los hermanos González. Lo que no resulta extraño es que el Gobierno cuestione al fiscal que apunta esa sospecha -y a los medios que la difunden- y alabe a los fiscales que no la secundan. O que la oposición defienda la independencia de los fiscales que investigan a miembros del PP y se la niegue a los que no lo hacen. Esa es siempre la reacción de los políticos, sean del partido que sean, cuando son investigados o cuando no se investiga a quien ellos quieren. Esa pesada mochila es la que resta credibilidad a las fuerzas políticas a la hora de valorar las investigaciones judiciales. Basta recordar las barbaridades que se dijeron desde el PSOE sobre la jueza que investigaba el caso de los ERE; los reiterados ataques desde el PP a los jueces del caso Gürtel o las descalificaciones de CDC y ERC a los jueces y fiscales que investigan sus casos de corrupción y su continua desobediencia al Tribunal Constitucional.

Y tampoco Podemos está legitimado para cuestionar la independencia de la fiscalía cuando, como ayer le recordó Mariano Rajoy a Pablo Iglesias, lo que él propuso es que para ocupar un cargo en la fiscalía o la judicatura sea requisito imprescindible estar «comprometido con el programa del Gobierno del cambio». Es decir, el suyo. Es innegable que lo que mueve a los partidos cuando valoran a jueces y fiscales es el puro interés político, lo cual solo contribuye a la politización de la Justicia o la judicialización de la política.

Pero, para decirlo todo, también contribuiría a mejorar la confianza en la separación de poderes el que no existieran otras «casualidades». Por ejemplo, la de que Ignacio González pudiera apuntar con meses de antelación que Manuel Moix sería designado fiscal jefe Anticorrupción; la de que el juez Andreu, que investiga el caso Lezo, fuera antes miembro del Gobierno del PP en la Comunidad Valenciana hasta que fue cesado, o la de que el juez Garzón, que investigó los casos GAL y Gürtel, estuviera antes en el Gobierno del PSOE hasta su dimisión.

Si no quieren que veamos patos por todos lados, los políticos harían bien en respetar más la independencia de la Justicia. Y los jueces y fiscales en extremar el cuidado para mantener su apariencia de imparcialidad.