Sánchez gana y España se queda al pairo

OPINIÓN

22 may 2017 . Actualizado a las 07:05 h.

Al final va a resultar que Pedro Sánchez era un genial estratega, y un finísimo retórico, mientras Guerra, Rubalcaba, González, Javier Fernández, Susana Díaz, Abel Caballero, García Page, Ximo Puig y Fernández Vara eran simples aficionados, que no supieron gestionar su bien orientado «golpe de partido». El PSOE queda dividido. Susana queda destrozada. El socialismo populista se hace natural e inevitable. Los independentistas ganan una importante batalla en la que no comparecieron. Y España entera se queda al pairo, con solo tres vientos que pueden impulsar su singladura: el populismo izquierdista y radical de Sánchez e Iglesias; el adelanto de unas elecciones generales que ahora son más inciertas que una escopeta de feria; o soportar una legislatura estéril, condenada a trampear su supervivencia, y sin capacidad para resolver ni una sola de las graves cuestiones que acompañan la salida de la crisis.

Si Fernández y su gestora hubiesen leído a Maquiavelo, como hacían los de antes, se habrían dado cuenta de que cuando un hecho te acusa solo el éxito puede disculparte, y que, en el contexto político en que nos movemos -banal, confuso y populista-, la indignada parroquia del PSOE solo podía ver el traumático cese de Sánchez como una traición al izquierdismo ritual del PSOE, que -por acusar a sus autores de oportunismo, infidelidad y ambición de poder- exigía, para hacerse perdonar, el éxito de Díaz. Y por eso el Comité Federal del PSOE, que cesó a Sánchez, tenía que haber rematado la faena sin contemplaciones, interviniendo en la contienda y garantizándose el éxito de Susana Díaz.

Cuando la intelligentsia del PSOE se unió para derrocar a Sánchez, era evidente que empezaba una crónica, con dos finales posibles, que bien podría copiar el discurso de Robespierre en la Asamblea revolucionaria que condenó a Luis XVI: «Si ganamos seremos benéficos héroes; y si fracasamos solo seremos deleznables traidores». Y han fracasado. Porque, después de haberse planteado un rescate heroico del PSOE, para convertir el Comité Federal de octubre en un antes y un después del socialismo poscrisis, dejaron que la floja e indecisa Susana Díaz administrase la batalla en solitario, sin discurso, sin estrategia, y con un liderazgo desfondado. Por eso podemos decir, tras el arrase electoral de Sánchez (con el 50 % de los votos), que el PSOE queda divido en dos partes: los nuevos dueños del aparato, que van exclusivamente a los suyo; y los que el fracaso acaba de convertir en fétidos traidores, sin reciclaje posible.

Y estas son las tres terribles conclusiones de la noche: que la visión populista de la crisis sigue siendo mayoritaria en la sociedad española; que Pedro Sánchez ya es el líder real y moral del PSOE; y que España -su Gobierno y su política- están anclados y al pairo. ¡Para echarse a temblar!