Tenemos derecho. Oh, sí. Claro que tenemos derecho. Derecho a no sonreír. A tener un mal día y contestar con un bufido. A pasarnos horas y horas con el pantalón del pijama y un jersey lleno de bolas. Tenemos derecho. Por supuesto. A enfadarnos. A que este día no valga la pena. A ir por la vida sin peinarnos, con las canas galopando libres sobre el viento. A que nos salgan espinillas y no ocultarlas. A dejar pasar de largo la operación bikini. Claro que tenemos derecho. A que nos asalte una sonrisa cínica al leer esas frases inspiradoras que nos atacan desde las tazas. A que nos guste el Larios con tónica. En vaso de tubo. Con una rodaja de limón en los días de fiesta. Claro. Claro que tenemos derecho. A estar de mal rollo. A cultivar el desprecio. Y al fin, ser libres. Sin postureo. Sin dictaduras de la felicidad y la belleza.