El hospital San Agustín, el referente del reciclaje de la sanidad asturiana

Elena Plaza REDACCIÓN

ASTURIAS CON R

El centro recibe varios reconocimientos con motivo de la Semana Europea de Prevención de Residuos

27 mar 2019 . Actualizado a las 11:22 h.

El hospital San Agustín de Avilés tiene a gala ser pionero en su modelo de gestión de residuos, y así lo avalan varios reconocimientos recibidos con motivo de la Semana Europea de Prevención de Residuos (SEPR). Aunque llegar hasta donde hoy están no ha sido tarea fácil, sino que detrás hay mucho trabajo, en un principio voluntarista, pero que se ha convertido en modelo dentro de la sanidad asturiana.

Allá por 1998 comenzaron a trabajar en la prevención de residuos «sin coordinación ni entre nosotros ni entre servicios. Se confiaba en la buena fe», recuerda María Jesús Rosell, responsable del área de Medioambiente dentro del servicio de Prevención y Medioambiente del área sanitaria III de Asturias (la que abarca desde Gozón y Corvera hasta Cudillero y Pravia). Después de aquel trabajo inicial llegó el momento de marcar una trazabilidad, estableciendo fortalezas y debilidades, lo que les permitió analizar el trabajo que se estaba llevando a cabo y ofrecer formación, sobre todo en residuo sanitario (el que es peligroso y el que no).

Comienza entonces el trabajo más serio, digamos, ya con una base que comienza a dar forma a un sistema de gestión que hoy no sólo afecta al hospital, sino a toda el área sanitaria que gestionan desde 2012. «En un principio se hicieron cosas como colocar contenedores específicos en lugares concretos; después hacíamos unas encuestas de conocimiento, de las que sacábamos aspectos a mejorar, como el tipo  de formación, y propuestas que los propios trabajadores nos hacían», explica Rosell, enfermera de profesión.

Así es como se empezó a trabajar en todo el sistema de gestión de residuos, que en un principio sólo se ceñía al San Agustín, «a fuerza de ser muy pesados, de hacer valoraciones in situ de lo que implementábamos, pasando por los lugares y mejorando». El objetivo principal estaba, y está, muy claro: «si gestionamos bien los residuos y aumenta el reciclaje, disminuimos el gasto que le supone a la administración la mala gestión, el tirarlo todo mezclado. Si saco de la bolsa de residuos domésticos lo que puedo reciclar, pesa menos y pago menos en consecuencia. Ése es el compromiso de responsabilidad social corporativa desde la administración con el Medioambiente. De aquella todo esto era una cosa muy rara…», rememora Rosell.

En la actualidad la experiencia del hospital San Agustín es muy diferente. Y las cifras así lo demuestran, incluso en aspectos que pudieran parecer poco relacionados con lo que es un centro hospitalario en un principio. Es el caso de la recogida de textiles, no sólo de lencerías propias, sino de todas aquellas personas usuarias que depositan ropa. Señala Rosell que en 2012 se recogieron 2.412 kilos para pasar a los 58.756 de 2018. Pero uno de los grandes hitos es que en el apartado de residuo orgánico, centrado en cocinas y cafetería, se recoge más que en muchos concejos asturianos, con 87.678 kilos en 2018. Para reforzar esta recogida se implementaron las mesas de desbarre, donde se separa lo que llega de las bandejas de comida de las habitaciones. «Antes los restos de las bandejas iban directamente a la basura y ahora se separa orgánico, plástico y papel», explica la responsable evidenciando que reciclar también genera empleo.

La recogida de papel el año pasado fue 73.760 kilos, mientras que el de plásticos se situó 12.352 kilos. Las cifras de todos los residuos separados han ido creciendo desde 2011, salvo las de la fracción resto, que ha disminuido de los 451.320 kilos en aquel año a los 374.700 kilos del pasado. ¿Y esto a qué se debe? Pues que al separar en origen se genera menos residuo asimilable a urbanos, es decir, lo que irá al vertedero, que pesa menos, y que además cada vez tiene menos impropios: aquellos residuos mal separados.

Otra de las iniciativas llevadas a cabo que más les sorprende a día de hoy es la recogida de tapones solidarios. Comenzó como una campaña en 2014 para aquel año. Y se acabó quedando ante el éxito y la demanda: en un año pasaron de recogerse 1.566 kilos en 2014 a 4.255 en 2015. Con esta recogida se paga la terapia de una niña que sufre el síndrome de Phelan-McDermid

Todas estas cifras ejemplifican que «una buena gestión de los residuos implica no gastar más, pero sí ahorrar muchísimo. Colaboramos con el medioambiente reutilizando. Lo más gráfico es en el textil, los tapones y la orgánica para demostrar que desde el hospital se puede llevar a cabo una acción social», expone Rosell.

Algo que tiene claro es que hay que facilitar el trabajo para el correcto reciclaje y recuerda las reticencias existentes en un principio por parte de todo el mundo por tener que tener en cuenta «otra cosa más», pero actualmente es el conjunto de trabajadores quienes demandan, los que están pendientes de lo que falta, de lo que se podría hacer. De esta manera en todas las plantas y zonas más concurridas se han instalado baterías completas de reciclado: tóner, papel, envases, pilas y tapones, y en algunas de ellas la batería es doble, que también pueden encontrarse en los centros de salud de todo el área III.

Residuos de grupo III

Existe la creencia de que todo lo que sale de un hospital es peligroso, que es en su conjunto residuo hospitalario. Si nos quedamos con la generalización, sí lo es. Pero si nos detenemos en este aspecto, hay una parte de residuos similares a los que hay en todos los hogares (denominados residuos sólidos urbanos, RSU) y otros que sí son considerados peligrosos. Todos estos residuos peligrosos sanitarios se refieren a los biológicos, los residuos de medicamentos citotóxicos y citostáticos (que abarca a todos los restos de medicamentos anticancerosos no aptos para su uso terapéutico y todo aquel material sanitario de un solo uso que hay estado en contacto con el fármaco) y los químicos. Todos ellos precisan medidas de gestión específicas.

Por ello la actual gestión está basada en la trazabilidad con un sistema de código de barras asignados a contenedores de diferentes colores que corresponden a determinados residuos y cuya información recoge el servicio al que van destinados, qué contenedor en concreto es, el tiempo que ha estado en cada uso, el peso final una vez que son recogidos. Todos estos datos se recogen a través de un lector de barras y se vuelcan en un ordenador que permite analizar todos estos datos y detectar posibles fallos en el sistema, de modo que sean subsanables. «Esto nos permite saber todo acerca de cada contenedor. Cuando hay variaciones importantes en la media nos facilita saber qué es lo que pasó: se puede deber a que haya gente nueva en el servicio, que baje el uso del servicio…», refiere la responsable de Medio Ambiente.

De hecho Rosell es coautora de la Guía para la Gestión de Residuos Sanitarios del Principado, editado por el Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA). «No había nada escrito, así nació esta Guía, editada en 2014, para unificar la manera de trabajar en la región, independientemente del centro sanitario en el que se esté. El siguiente paso debería ser dictar una norma de obligado cumplimiento para toda la sanidad asturiana, para que no dependa de la buena voluntad. Cuando salió la guía comenzaron a llamar interesándose hasta empresas proveedoras para saber cómo gestionar», comenta.

Esta técnica en Prevención en Riesgos Laborales no para y desde el servicio de Prevención se está trabajando por conseguir un hospital libre de plásticos. «Por ejemplo, en el servicio de urgencias se dan cerca de 30.000 bolsas al año. Lo que haremos es utilizar bolsas de plástico reciclado o biodegradables, pero se darán para casos extremos». Y es que refiere que «el primer eslabón de esta cadena es el que tira la basura. Una mala gestión mía en el entorno hospitalario puede provocar cinco accidentes laborales, y eso resulta más caro que gestionar bien los residuos», compara.

«El hospital San Agustín es el modelo a seguir en todas las áreas, aunque los pesajes y controles de cada unidad y servicio no lo tienen en todos los sitios. Se busca valorar la calidad del residuo (que no haya impropios, lo que debe ir a otra fracción de reciclaje) y disminuir la fracción resto», cuenta. Y es que hay que tener en cuenta que «los residuos son recursos. Lo que interesa es no gastar dinero en gestionarlo, y que ahorremos dinero en gestionarlo bien. De hecho desde que tenemos en cuenta la cifra de reciclado, éste aumentó un 324%».

Su próximo objetivo es acreditarse para medioambiente dentro de la ISO 9001, que en realidad es un sello de calidad. Hasta el momento cuentan con varios reconocimientos en la Semana Europea de Prevención de Residuos, así como el segundo puesto europeo en fomento del reciclado en 2015, aunque el que más ilusión le hace es el haber llevado a cabo una instalación de electricidad en un colegio de Mozambique gracias a la recogida de textiles. «Lo que damos a cambio por reciclar es el futuro del planeta», concluye María Jesús Rosell.