Bajo las luces de Santiago

CAMINO DE SANTIAGO

Entrada del Camino en el casco histórico de Compostela.Entrada del Camino en el casco histórico de Compostela
Entrada del Camino en el casco histórico de Compostela

El camino llega a su fin a las puertas del Pórtico de la Gloria. Una vez finalizada la etapa, los peregrinos que lo deseen podrán presentar sus credenciales selladas para recibir a cambio su «compostela»

04 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo que hay que hacer

Con todos lo que hemos dejado a nuestra espalda, los 20 kilómetros que nos separan de nuestra meta en esta última etapa parecen, y son, muy poca cosa. No hay otra complicación, en este tramo definitivo, que las ansias de llegar, causantes de que en ocasiones el breve recorrido que tenemos por delante nos parezca eterno. Tenemos que abandonar Pedrouzo caminando a orillas de la nacional y girando a la derecha en cuanto veamos la llamada Rúa do Concello, donde se levanta el Ayuntamiento. Por ella caminaremos durante medio kilómetro para girar a la izquierda en cuanto nos encontremos con un colegio y unas pistas deportivas. Un territorio de eucaliptos nos conducirá hasta la aldea de San Antón, que debe su nombre a una vieja capilla que en tiempos fue pasto de las llamas, y desde allí un bosque protegerá nuestros pasos hasta el pueblo de Amenal. Tras cruzar el río Brandelos, una breve subida nos dejará en Cimadevilla. Un poco más adelante, un monolito en el que se distinguen un bordón, una calabaza y una vieira nos informa de que estamos entrando en el municipio de Santiago. Hay que rodear el aeropuerto para, tras cruzar una carretera secundaria, dar con la aldea de San Paio. Allí se encuentra la capilla de Santa Lucía de Sabugueira, templo de nave única con fachada de sillarejo de piedra en la que, según inscripción que se conserva en el muro sur, se veneran reliquias de Santa Lucía, Santa Rosalía, San Pedro Mártir y San Vicente Mártir, entre otros. Hay que salvar un pequeño repecho para descender luego y dar con A Esquipa y Lavacolla, donde aguarda la imponente parroquial de San Pelayo, iglesia de corte clasicista levantada en 1840 (aunque sus retablos acogen tallas del XVIII), para tomar después el desvío a Villamaior y cruzar el río Sionlla o arroyo de Lavacolla, en el que los antiguos peregrinos se quitaban sus ropas gastadas y se lavaban para entrar limpios y relucientes en Santiago.

Saliendo de Lavacolla.Saliendo de Lavacolla
Saliendo de Lavacolla

Llega después la suave y cómoda subida a uno de los hitos inexcusables de esta etapa y de todo el Camino. El Monte do Gozo inicia sus rampas una vez pasado Villamaior, y tras pasar junto a la sede de la TVG o el centro territorial de TVE llegaremos a la urbanización San Marcos, desde la que nos encaramaremos a la cima en cuestión de minutos. La ciudad ya está a tiro de piedra, pero no conviene ser demasiado optimistas: aún queda una hora larga de caminata antes de vernos ante el Pórtico de la Gloria. El Camino desciende el Monte do Gozo dejando a la izquierda el acceso a las dependencias del albergue y baja por un tramo de escaleras para salvar mediante un puente la autovía y las vías del tren. El Camino entra en Compostela por la parte más moderna de la ciudad, enfilando la calle de San Lázaro y pasando junto al Palacio de Congresos antes de tomar la rúa das Fontiñas y la rúa dos Concheiros, en el cruce de la avenida de Lugo. La rúa de San Pedro ya permite ver las torres de la catedral recortándose a lo lejos, y por eso los pies se hacen más y más ligeros hasta que la Porta do Camiño nos introduce en el casco histórico a través de la rúa das Casas Reáis, que desemboca en la plaza de Cervantes. Desde allí, la rúa da Acibechería nos lleva a la plaza de la Inmaculada, flanqueada por la soberbia fachada del monasterio de San Martín Pinario y el acceso septentrional al transepto catedralicio. Pasamos bajo el Arco del Palacio y ante nosotros se abre la espectacular plaza del Obradoiro con su ajetreo jovial de cada día. También nosotros participamos, esta vez, de la alegría compartida. Nuestro viaje acaba de concluir.

El Monte do Gozo

Es, sin lugar a dudas, el enclave más emblemático del Camino. Dicen que los antiguos peregrinos echaban a correr en cuanto atisbaban la cima al grito de «Mon joie!, Mon joie!», y que el primero en llegar era distinguido con el título honorífico de rey de la peregrinación. También se asegura que desde aquí se ven por primera vez las torres de la catedral. Al peregrino moderno le costará bastante discernir sus siluetas porque Compostela ha crecido mucho desde los tiempos medievales y tampoco está tan cerca de este punto como la imaginación o las lecturas pueden dar a entender. Lo que sí verá en cuanto se halle en la cúspide será el monumento erigido durante el Xacobeo de 1993 en recuerdo de la visita que el Papa Juan Pablo II realizó a la tumba del apóstol Santiago en 1982. Se trata de una gigantesca escultura de carácter alegórico obra de la artista brasileña Yolanda d’Augsburg Rodrigues. También desde aquí se accede al gran albergue de 400 plazas en el que muchos romeros pernoctan antes de poner los pies en Compostela. Si nos desviamos un kilómetro del curso del Camino, nos encontraremos con el que se ha convertido en uno de los conjuntos escultóricos más fotografiados de estas postrimerías de la ruta jacobea. Se trata del conjunto escultórico debido a José María Acuña que retrata a dos peregrinos en pleno éxtasis tras coronar el Monte do Gozo y distinguir, al fondo, las torres de Compostela.

Subida al Monte do Gozo.Subida al Monte do Gozo
Subida al Monte do Gozo

Regresando sobre nuestros pasos, de nuevo junto al monumento en honor de Juan Pablo II, veremos la recoleta capilla de San Marcos, heredera de la ermita de la Santa Cruz que construyó en el siglo XII el obispo Gelmírez y de la que ya no queda nada. Se trata de una pequeña iglesia de planta rectangular que tiene una particularidad debida a su propia leyenda fundacional. Según ésta, San Marcos venía en peregrinación a Compostela cuando, subiendo al Monte do Gozo por las rampas de Lavacolla, se le sumó un romero más joven y jovial que le comenzó a glosar determinados aspectos del Camino. «Ya que sabes tanto de la ruta jacobea», dijo San Marcos, «¿queda mucho para llegar a Santiago?». «¡Oh, muchísimo!», respondió el joven, «fíjese que yo llevo conmigo una bolsa llena de sandalias y aún tendré que emplear más, pues Compostela queda al final de la tierra, en el otro extremo del mundo». San Marcos, al escuchar esto, se desanimó y decidió establecerse en este lugar y levantar una pequeña ermita cuya entrada se orientase hacia el sol naciente. Allí se quedó y allí murió. Nunca supo que, en realidad, estaba a sólo una legua de la meta que tanto había ansiado.

Monumento al peregrino en el Monte do Gozo.Monumento al peregrino en el Monte do Gozo
Monumento al peregrino en el Monte do Gozo

Las luces de Compostela

Dice la tradición que el topónimo «Compostela» deriva de aquel campo estrellado o campus stellae en el que el ermitaño Paio encontró el sepulcro que luego el obispo Teodomiro y el rey Alfonso II identificarían como perteneciente al apóstol Santiago. El Cronicón Iriense, sin embargo, lo deriva del latín compositum tellus, es decir, «tierra compuesta y hermosa». Se sabe que el lugar, antes del descubrimiento, recibía el nombre de Liberum donum, y que una vez hallados los restos del apóstol pasó a conocerse como Arca marmorica, en referencia al propio recipiente en el que se guardaban los restos santos. Sea como fuere, al cabo de los tiempos Santiago de Compostela ha acabado convirtiéndose en la capital de la comunidad autónoma de Galicia y es en nuestros días una ciudad de más de 100.000 habitantes cuyo casco histórico ha sido reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Evidentemente, lo más importante de la ciudad es su catedral, levantada sobre los restos de Santiago y sustituta de la pequeña capilla que Alfonso II ordenó construir en el lugar. La actual basílica empezó a levantarse en el año 1075, bajo el reinado de Alfonso VI y con la protección del obispo Diego Gelmírez, siguiendo el esquema de la basílica de Saint Sernin de Toulouse. La última piedra se colocó en 1122 y la catedral fue consagrada en 1128. Medio siglo más tarde, se le encomiendan al Maestro Mateo la construcción de una cripta y una entrada monumental, dando lugar así al conocido Pórtico de la Gloria, obra maestra indiscutible del románico europeo.  El taller de canteros que durante todo el proceso constructivo se instaló en la explanada abierto frente al templo acabó dando nombre a la misma, bautizando al enclave hasta hoy como plaza del Obradoiro. La fachada que hoy ven los peregrinos que desembocan a las puertas de la seo compostelana no es la del templo original, sino la que en el siglo XVIII erigió el arquitecto Fernando de Casas Novoa para proteger al Pórtico de la Gloria de los desmanes meteorológicos. 

Inscripción en un muro..Inscripción en un muro.
Inscripción en un muro.

Una vez en la catedral, los romeros han de seguir los pasos de un ritual que ha permanecido invariable a lo largo de los siglos y que comienza, precisamente, en el parteluz del Pórtico, donde el peregrino ha de poner su mano antes de acceder al interior de la basílica y, en el reverso del propio parteluz, dar tres cabezazos a la escultura del llamado «santo dos croques», que según la leyenda representa al propio Maestro Mateo. Luego, los códigos mandan introducirse en el baldaquino tras el altar mayor para abrazar la efigie del apóstol y descender posteriormente a la cripta en la que se guarda el cuerpo de Santiago. Si la llegada a la ciudad coincide en Año Jacobeo -es decir, si el día de la festividad del apóstol, el 25 de julio, cae en domingo-, el guión exige entrar en la catedral por la Puerta Santa, ubicada en la girola y abierta únicamente con ocasión de tal efeméride.

Peregrinos haciendo cola para obtener su compostela.Peregrinos haciendo cola para obtener su compostela
Peregrinos haciendo cola para obtener su compostela

La catedral es lo más importante de Santiago, pero no es ni mucho menos lo único que vale la pena visitar en una ciudad en la que destacan los monasterios de San Martín Pinario (s. XVII), Santo Agostiño (s. XVII) y San Paio de Antealtares (ss. XVII-XVIII), así como la Colegiata de Santa María la Real del Sar (s. XII), famosa por tanto por la sencillez de sus líneas románicas como por su inclinación. También determinados rincones urbanos, como la plaza de las Platerías, el mercado de abastos o la rúa do Vilar. En esta última se encuentra, además, la Oficina de Atención al Peregrino, en la que quienes lo deseen podrán presentar sus credenciales oportunamente selladas para recibir a cambio su compostela, es decir, el certificado que acredita que han cumplido a pie, en bicicleta o a caballo la peregrinación. Si, una vez cumplido el trámite, los romeros se llegan hasta la plaza de Entrepraciñas, se encontrarán con una escultura de Alfonso II El Casto, réplica de la que pudimos ver a nuestra salida en un costado de la catedral de Oviedo. El rey asturiano, alfa y omega, se despide de nosotros echándole un vistazo a la ciudad que hicieron crecer su perspicacia y su habilidad para leer las oportunidades.