La Nobel y los animales de su vida

CULTURA

RICHARD LEWIS

Lumen recupera la personalísima experiencia de Doris Lessing con algunos de sus gatos en un volumen ilustrado que reafirma la aguda sensibilidad de la escritora y su profundo respeto por la naturaleza felina

20 may 2016 . Actualizado a las 21:50 h.

Doris Lessing (Persia, 1919) se hizo una escritora inmensa con El cuaderno dorado, una obra considerada pilar de la literatura inglesa del siglo XX y reveladora de «la experiencia épica femenina», como destacó la Academia Sueca al concederle el Premio Nobel en el año 2007. Pero si esta novela materializó un universo tan radicalmente humano como el de ser mujer, lo hizo, sin duda, entre la pertinaz vibración de un ronroneo. Porque la escritora británica, que tras nacer en el actual Irán y vivir su infancia y juventud en Zimbabue, no se instaló en Londres hasta pasados los 30 años, creció rodeada de gatos, sufrió su pérdida y los recuperó cuando, tras vivir de un «lado a otro» sin extras ni lujos, tuvo por fin un lugar para ellos.

JAN DELDEN

«Necesitan un sitio fijo tanto como una persona que los convierta en suyos», declara Lessing en sus Gatos ilustres (Particularly Cats, en el original inglés), que publicó cinco años después de El cuaderno dorado, en 1967, y que Lumen acaba de recuperar en una edición poblada de felinos -negros, grises y amarillos- gracias a las hermosas y fidelísimas ilustraciones de la dibujante y pintora Joana Santamans (Barcelona, 1977).

Lejos de ñoñerías y excesos animalistas, tan del gusto de nuestro tiempo, en este libro Lessing muestra el amor por los gatos de su vida desde la única posición saludable desde la que el amor se ejerce: desde el respeto. El respeto a la naturaleza de estos felinos, siempre en el límite entre lo salvaje y lo doméstico, supone en su caso mantener la distancia sentimental suficiente como para controlar su población en una granja inhóspita del interior de África; ayudar a ser madre a una gata joven y coqueta con nulo instinto para la crianza cuando se enfrenta a su primera camada; o resucitar con el calor de sus manos a una minina resuelta a dejarse morir.

La agudeza y la sensibilidad de la escritora para iluminar las peripecias vitales de sus animales, de personalidades tan irrepetibles como solo los gatos pueden tener, hacen de este volumen un delicioso ejercicio de escritura autobiográfica donde de Lessing no aparecen más que sus manos acariciadoras o severas, su regazo acogedor y unas piernas propicias a la amalgama con patas y rabos; además de una lectura exquisita que se recomienda seguir, también, junto al sutil temblor de un ronroneo.