«Hace falta rock en el rock español»

Juan Carlos Gea REDACCIÓN

CULTURA

Jorge Martínez, en compañía ilegal
Jorge Martínez, en compañía ilegal

El músico asturiano lidera una potente resurrección de Ilegales, que ofrecen en sábado en el Derrame Rock su única actuación asturiana en la gira de presentación de «La vida es fuego»

23 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Un concierto que celebra el vigésimo aniversario de un festival de rock y que regresa a suelo asturiano. El último bolo en el Principado de una banda histórica a punto de retirarse. El único concierto de Ilegales en su tierra este año. Tres razones de peso -junto a las actuaciones de La Destilería, Costas u Onion Smile- para acudir el sábado al concierto que remata y culmina el programa del Derrame Rock 2016. Claro que, para muchos, bastaría con la presencia del grupo que Jorge Martínez comanda desde que el punk era aún un cadáver fresco hasta estas alturas del tercer milenio: unos Ilegales resucitados y en plena forma que giran a todo gas para predicar en que La vida es fuego. 

-Una obligada. El Derrame vuelve a Asturias en el hito de la nostalgia tanguera por excelencia: los veinte años ¿Alguna reflexión al respecto, echando la vista atrás?

-Hemos actuado en el festival varias veces, incluso el promotor publicó aquel directo que apareció con motivo de los 20 años de Ilegales, así que estando nosotros de regreso, era casi inevitable que el festival nos incluyese en un cartel tan señalado.

-Hablando de su último disco como Ilegales, ha dicho que es muy satánico aunque usted no crea en Satán. Entonces, ¿de dónde demonios la eterna juventud en el disco, y aún más, en los directos?

-En cierta ocasión, un médico me dijo que mis células tenían la rara cualidad de autorrenovarse. Quizá se deba a que tenga genes de estrella de mar, o de quelonio milenario, ¿quién sabe? No creo en Satanás, me cuesta trabajo imaginar un tipo tiznado que no tenga más afición que hacer el mal y pincharte en el culo con su tridente... pero, en cambio, me veo obligado a creer en el teléfono; un dispositivo que funciona con diabólica eficiencia. Además, al mal le va muy bien últimamente. Será la Mala Hierba [título de una de las canciones de su último álbum].

-La primera vez que ví la portada de su último disco mi presbicia me hizo leer «La vida es juego», y tampoco me pareció mal título. Escuchando sus canciones, desde siempre, me da la sensación de que no estará del todo en desacuerdo con esa variación...

-Efectivamente, los Ilegales somos muy aficionados a jugárnosla. Al principio para dejar todo y dedicarnos exclusivamente al grupo; después, cambiando de formación y de estilo cada vez que nos aburríamos, incluso despreciando el éxito... Nunca fuimos muy de apostar a la misma carta o al mismo número, así que no te falta razón.

-Sin embargo, hay un tipo de juego que no veo en Ilegales ni en Jorge Martínez: el de la simulación, el de la inanidad, el del hacer por hacer. Es un disco lleno de urgencia. Eso que, de nuevo, dicen que se pierde con los años.

-Se trata de canciones inevitables y urgentes, cuando llegaron se hizo imprescindible reunir la banda y abandonar cualquier otro proyecto. Se generó un clima de gran excitación y todo empezó a fluir de manera torrencial.

-¿No le ha abrumado un poco darse cuenta de hasta qué punto hay una parte del público de este país que les echaba de menos? ¿A ustedes, o quizá a lo que suministran, a lo que representan?

-Supongo que si no existiéramos, habría que inventarnos y probablemente nos encargaríamos de hacerlo nosotros mismos. A finales de los 70, en los 80 y aún hoy, predomina una especie de artista empeñado en caer bien y en decir sandeces le pregunten lo que pregunten. Los Ilegales hemos aparecido para que el contraste les ponga en su miserable lugar. Si se habla lleno de temores las libertades de todo un mundo se reducen peligrosamente. La mansedumbre es muy peligrosa.

-En otras palabras, ¿faltaba ilegalidad en el rock español?

-Salvo honrosas excepciones, sí. Incluso faltaba (y falta) rock en el rock español.

-Si en los ochenta había razones para la mala leche y la causticidad, ahora parece haber muchas más. Tengo la sensación, retrospectivamente, de que ya nos lo estaba advirtiendo en aquellas canciones. Pero quizá nos tomábamos el apocalipsis punk en broma.

-Siempre dije que detesto a los profetas y me jode haberme convertido en uno de ellos, pero qué le vamos a hacer, la raza humana es un rebaño terriblemente predecible: si se puede hacer algo mal, lo haremos peor, aunque individualmente seamos capaces de las mayores bondades, nos ganamos a pulso la extinción.

-La gira está siendo intensa y en escenarios de todo formato. El apetito de tablas, si me permite el ripio: ¿lo pide el ego, lo pide el fuego o lo pide el talego?

-En el talego acabaré si no llego a dar salida a la ansiedad por dar el guitarrazo ilegal, que mi ego y mi fuego reclaman. Hay que tener cuidado con el ego y cuidar mucho de su salud y tamaño; tan repulsivo es un ego raquítico como uno gigantesco.

-Me encuentro con una referencia que desconocía: aparecieron en el último número de Rolling Stone en España. A usted, que no teme las alegorías, ¿eso le dijo algo sobre algo?

-Sí, me recordó a Larra cuando decía algo así como que en España no se escribe porque no se lee, o no se lee porque no se escribe...

-A propósito de Stones, ¿qué tarjeta de felicitación enviará a Mr. Jagger con motivo de su nueva paternidad?

-Si «el nuevo» graba algo, no se lo hagas escuchar.

-Siempre fue un estupendo letrista, pero no sé si me hubiese atrevido a decir que un buen poeta. Escuchando Las rosas trepadoras asesinas me atreví: es usted un poeta más que decente. ¿Acabo de ofenderle?

-No me ofende en absoluto. Nunca he tenido escrúpulos para introducirme en la poesía pura sin miramientos,incluso las canciones más básicas, como Problema sexual, Soy un macarra o ¡Hola, mamoncete!, tienen varias capas de lectura, cuya profundidad depende de cuánto quiera complicarse el oyente (¿lector?)...

-Hace unos años, cuando llevaba a mi hija al cole, me lo crucé unas cuantas veces por Gijón a horas tempranas, en día de diario, con aspecto saludable y de recién levantado. Casi pensé que se había retirado. ¿Hay algún riesgo de que siente cabeza?

-Prefiero mantenerla en alto. En cuanto a los horarios es razonablemente saludable no tenerlos en cuenta, al menos, de vez en cuando.

-A sus compañeros en la cabeza de cartel del Derrame, Los Suaves, el presidente Feijoo les acaba de conceder la Medalla de Galicia, el máximo reconocimiento autonómico gallego. ¿Eso amansa el fuego del rock o es también parte del rock?

-Por un lado, implica la absorción del rock por parte del sistema y, por otra, dignifica una profesión que en España se considera exclusivamente digna de vagos, putas, maleantes y gente de mal vivir... Todo lo contrario que Inglaterra, donde han sabido ver que la cultura puede llegar a ser uno de los motores económicos del país y, por tanto, han llegado a nombrar lores a músicos de relevancia.

-¿Y usted? ¿Se ve recibiendo la Medalla del Principado un día de Covadonga? ¿Se ve con ella al cuello?

-En mi caso, para no caer en contradicciones, espero que los honores me lleguen a título póstumo. Vosotros veréis lo que hacéis con mi calavera.

-Yosi y compañía, por cierto, ya han anunciado que se retiran. ¿Se ve haciendo ese mismo anuncio sobre Ilegales algún día?

-Ya me he creído muerto y he tenido que regresar porque aún queda una cantidad de vida en mi como para combatir, temer y odiar a la muerte. Me siento enfermo, me siento grande y voy hacia mi Stratocaster...