Mucha producción, poco gasto: los números tras el telón del teatro asturiano

J. C. Gea REDACCIÓN

CULTURA

Colas ante el teatro Jovellanos durante FETEN 2017
Colas ante el teatro Jovellanos durante FETEN 2017

Los datos del reciente «Anuario de Estadísticas Culturales» revelan que el sector está en la media nacional salvo en su elevada productividad y en lo que aporta el espectador: la cifra más baja de España

19 feb 2017 . Actualizado a las 10:33 h.

Febrero es un mes en el que se habla, y para bien, del teatro asturiano: de calidad, talento, capacidad de resistencia e incluso predicamento y capacidad de convocatoria más allá de Asturias. La coincidencia en el calendario de los Premios Oh! y de la Feria Europea de Artes Escénicas para Niños y Niñas -que el viernes concluía en Gijón su 26ª edición con su buen saldo habitual- sitúan en primera línea de la actividad cultural, y en los tonos más vistosos, una puesta en escena que el resto del año no es tan colorido ni tan visible: el trabajo de unos profesionales que, como revelaba el pasado septiembre un descorazonador informe de la Fundación Artistas Intérpretes Sociedad de Gestión (AISGE), padecen en Asturias el segundo mayor índice de paro del país. Los datos que aportaba esta misma semana, como siempre en el marco de FETEN, el Anuario del Teatro Asturiano que elabora cada año el crítico Boni Ortiz, apuntan, dentro de esa situación -valga el adjetivo- dramática, a una ligerísima mejoría respecto a 2015, en cuanto a estrenos y actividad.

Pero, ¿qué dice el chequeo oficial sobre la salud del teatro asturiano y su situación relativa respecto al resto del país? Las referencias se hallan en el último Anuario de Estadísticas Culturales del ministerio de Culturapublicadas el pasado noviembre que, naturalmente, no son exactamente frescas, ya que se refieren a 2015. Pero son las últimas y, por el momento, las de referencia. Y pintan un panorama en el que Asturias está más o menos en todas las medias del país, salvo en dos, muy relevantes: fue una de las autonomías donde más se produjo y donde las compañías fueron más activas en términos relativos, y también aquella en la que el espectador pagó menos, de media, para acceder a la oferta teatral.

De entrada hay que precisar que no se hace distingo entre compañías profesionales y de aficionados, lo cual introduce un sesgo importante para caracterizar lo que, ante todo, debe ser visto en este caso como un sector de actividad profesional, tal y como defienden sin tregua los teatreros asturianos y las entidades en las que se agrupan. Sujeta siempre esa distorsionadora salvedad, las estadísticas constatan que, después de la dura criba desde el inicio de la crisis, en 2015 el Principado contaba, según esta encuesta, con 73 compañías. Todos los datos se pueden ajustar a la referencia del Anuario de Boni Ortiz recogía en su directorio 46 compañías profesionales en 2015.

En relación con las comunidades que tienen con un número comparable de habitantes, como Extremadura (80), Baleares (80) y -con más población, pero por debajo del millón y medio de censados- Aragón o Murcia, resulta un número ligeramente menor que el de las dos primeras; sensiblemente menor que el de la pluriprovincial autonomía aragonesa (101), y algo mayor que el de la murciana (60).

La actividad de esas 73 compañías fue seguida por un porcentaje de público también ligeramente inferior a la media nacional del año: un 20,8 por ciento en Asturias, frente al 23,2 por ciento de promedio general en España. Se trata de una cifra, a su vez, equiparable a las de las autonomías con población afín a la asturiana. Respecto a los espacios estables disponibles para sus representaciones, las compañías contaban en 2015 con 31; curiosamente, la cifra menor entre los censos entre todas las comunidades mencionadas, pero iguala o incluso supera a los de otras mucho mayores en extensión o población. El primer caso se da respecto Castilla-La Mancha o la vecina Galicia; el segundo, en relación a Castilla-León. En la comparativa nacional, Asturias, con 3 espacios estables por cada 100.000 habitantes estuvo algo por debajo de la media de 3,4 por 100.000.

Sin embargo, el Principado superaba notablemente en 2015 la media de espacios de titularidad pública respecto al promedio nacional. Los 25 equipamientos escénicos de este tipo eran un 80,6 del total, frente a los 71,6 de la media española. También es notablemente mayor la disponibilidad de grandes contenedores escénicos con aforos superiores al millar de butacas: tres en el Principado, superando a autonomías vecinas como Galicia, Cantabria o el País Vasco, y colocándose la segunda en autonomías uniprovinciales, tras Murcia. Pero, en su mayor parte en Asturias los aforos están en el tramo medio-bajo de aforo, con 11 espacios para 101-200 espectadores.

Destacada actividad

Con todo, lo que cuenta finalmente es que se haga con todo ello: la actividad. Y ahí es donde Asturias destacó en 2015. El informe del ministerio de Cultura consigna -en una amplia horquilla que va de las más de 15.200 representaciones en Madrid a las 46 de Ceuta- con 715 representaciones en Asturias, solo superadas en su rango de población también por Murcia. A ellas asistió un total de 161.000 espectadores -muy por encima de Extremadura, Baleares o Murcia, aunque muy por debajo de Aragón, que contabilizó 633, si bien para una población muy dispersa en tres provincias.

Solo la comunidad aragonesa estuvo, de nuevo, por encima de Asturias en cuanto a recaudación. Las representaciones en el Principado recolectaron en 2015 1.630.000 euros, algo más de lo que se consiguió obtener en comunidades de su rango poblacional. Pero el dato más significativo, por cuanto es el único en el que Asturias está a la cola, es el del gasto medio por usuario, muy lejos de los 16 euros de media. En Asturias, fueron 3,6 euros de media por espectador para acceder a espectáculos, lo cual indica, por una parte, una extrema facilidad de acceso para el público a lo que sucede en los escenarios; pero también habla de las graves limitaciones del teatro como mercado capaz de sustentar un sector profesional y sus legítimas aspiraciones de ganarse el sustento con aquello que saben hacer. Y que hacen bien, como se demuestra no solo cada febrero, sino a lo largo de todo el año.