«He tenido la suerte de ser feliz a ratos»

CULTURA

Su presencia evoca la esencia misma del teatro. A sus 84 años, Julia Gutiérrez Caba desprende una sencillez que fascina, y nos deja un dulce pero fugaz instante de felicidad con su inesperado (y demasiado breve) regreso a los escenarios.

17 feb 2017 . Actualizado a las 11:54 h.

El amor, ese virus que nos ataca a todos en algún momento de la vida, está escrito en el título de la obra con la que Julia Gutiérrez Caba ha regresado a los escenarios. De la mano de otro grande, Miguel Rellán, ha logrado con Cartas de amor colgar el cartel de «agotadas las entradas» en todas las ciudades de la gira.

 -¿Qué le movió a volver a los escenarios cuando algunos pensaban que estaba retirada?

-No [ríe], yo no estaba retirada, lo que pasa es que las condiciones que me ofrecían me cansaban demasiado. En esta ocasión era la obra ideal, porque es un texto que se lee sentado, y se cumplieron una serie de condiciones que yo puse, como la de no hacer ensayos largos. Yo ya tengo muchos años y me reparto el trabajo todo lo que puedo, pero no es que esté retirada.

-Se cumple entonces eso de que un buen actor no se retira nunca.

-Bueno, hay algunos que sí, incluso mucho antes, pero generalmente un actor no se retira a no ser que sea por la dureza, porque este trabajo es duro también, aunque no lo parezca.

-¿Y cuál es el secreto del éxito de esta obra, en la que solo salen dos personas, sentadas y leyendo cartas?

-Pues que el público, a través de esas cartas, lo que ve es la representación de la relación de dos personajes que se han querido desde que son niños, las diferencias que hay en sus vidas y cómo han pasado los años y, sin embargo, no pueden vivir el uno sin el otro. Al final lo que siempre hacemos en un escenario es contar una historia, la gente la sigue con interés y al final se emocionan.

-Los personajes de la obra no tienen el valor para romper con sus vidas. ¿Usted, que nació ya con la profesión corriendo por sus venas, no deseó alguna vez tomar otro camino?

-Sí, en un principio yo no estaba muy decidida a seguir la línea de mi familia, porque me parecía que no iba a poder estar nunca a su altura. Yo veía trabajar a mis padres y eso me echaba un poco para atrás, y no me atrevía. Pero en una familia en la que el teatro es fundamental, como pasaba en la nuestra, es difícil escapar a eso. Mis padres nunca nos presionaron para dedicarnos a esto, ni tampoco nos dijeron «no lo hagáis, esto es muy duro». Nos dejaron que decidiéramos. Yo empecé haciendo cosas muy pequeñas, porque entonces los repartos eran muy largos y los que empezábamos teníamos muy poca importancia. Pero eso nos servía muchísimo porque íbamos aprendiendo de los demás, de los mayores, de los que sabían: la manera de hablar, la manera de estar en un escenario... No salíamos así, espontáneamente, había que trabajárselo desde abajo.

-¿Y pertenecer a una gran saga como la suya beneficia o perjudica a las nuevas generaciones, como su sobrina-nieta Irene?

-En el caso de Irene yo creo que ni le perjudica ni le beneficia. Ella se ha trabajado muy bien su carrera, que es diferente a la nuestra. Ha empezado muy pronto y muy poco a poco. Es muy luchadora y muy estudiosa, no hay que olvidar que la vida ahora no es como hace sesenta años, es mucho más competitiva. Ella prepara con mucho tiempo las cosas y se mueve para conseguir el trabajo que desea. El hecho de que sea nieta de Irene no creo que le perjudique. ¿Que si saca beneficio? Bueno, el hecho de que sepan que es de la familia quizá a alguien le mueva, pero este oficio, como todo, te lo tienes que ganar por ti misma.

-He leído que usted dijo, y me pareció muy bonito, que la saga un día se acabará, y no pasa nada.

-¡Claro!, no pasa nada, nadie es imprescindible. ¡Hay tantas cosas que se han acabado!: sagas, o que los herederos de ciertos pintores o escritores no se han dedicado a lo mismo... ¿Qué va a pasar? Nada, el mundo sigue andando, amanecerá todos los días y anochecerá, saldrá el sol, y la luna, y la marea seguirá subiendo. No somos nada dentro del universo. ¡Somos tan poca cosa!

-Y el lado frívolo de la profesión, como el desfile de los Goya, ¿qué le parece?

-El lado frívolo lo ha habido siempre, lo que pasa es que entonces no había tantos medios de promoción como ahora, ni mucho menos. No salíamos en las revistas, ni en la televisión, que es lo que más hace que un actor sea conocido y popular. Nuestras armas eran mucho más sencillas, pero el mundo ha cambiado mucho. Lo frívolo de los Goya pues también es inevitable, es una cosa que sale por televisión y se ha ido convirtiendo en una exhibición de modelos.

-Pero detrás de todo eso hay una profesión que también tiene sus sombras.

-Claro, evidentemente, porque nos exponemos al público y todo lo que hacemos tiene más trascendencia. La gente se entera más de nuestra vida, de nuestros éxitos, pero también de nuestros fallos. Esta profesión tiene una dureza que la gente no conoce: a veces tienes que salir adelante como puedes porque en ese momento no tienes trabajo, estás esperando o ha fallado algo que tenías y te deja en la calle. Esta sensación que hay ahora de tener un puesto fijo y seguro nosotros no la hemos tenido nunca, y seguimos sin tenerla.

-¿Los actores siempre se quedan con el teatro?

-Yo creo que si nos dan a elegir es lo que más nos gusta hacer como intérpetes. El teatro es un hecho vivo que se produce, lo demás está reproducido, grabado. Lo que haces en cada representación nunca es igual: ni el estado de ánimo es el mismo ni el público es el mismo. El público ve, oye, palpa y siente al actor que está interpretando. Es la magia del directo y quienes te están viendo son seres vivos que transmiten su conformidad o disconformidad.

-¿Se ha sentido muy querida por el público?

-Sí, en general me he sentido muy querida. También porque he interpretado personajes, como este, que son seres humanos, con sus defectos y sus virtudes, y no por eso les quieres menos.

-¿Y en el amor, cree que la vida la ha tratado bien?

-Sí, creo que me ha tratado bien, porque he sido feliz. Pero es imposible pretender ser feliz durante toda la vida a todas horas. Yo he tenido la suerte de ser feliz a ratos. La felicidad son momentos pequeños, días determinados, lo otro es engañarse. ¿Cómo vas a ser feliz siempre? Hay miles de cosas que te pueden bajar al fondo de tu espíritu destrozado por las circunstancias, la vida está compuesta de eso también. Hay mucha gente que lo ha pasado y lo está pasando mal, y por tanto somos unos privilegiados los que hemos conseguido esos momentos, esos días o esos años de felicidad.