«El autor o el director están para sacar moraleja o mierda del personaje; mi deber es hacerlo verdad»

J. C. Gea GIJÓN

CULTURA

Juan Diego, en un momento de «La gata sobre un tejado de zinc caliente»
Juan Diego, en un momento de «La gata sobre un tejado de zinc caliente»

El actor andaluz encabeza el reparto de la nueva versión de «La gata sobre un tejado de zinc caliente» que llega el viernes y el sábado al Campoamor en una producción de José Velasco dirigida por Amalia Ochandiano

23 feb 2017 . Actualizado a las 14:15 h.

La gata de Tennessee Williams se subió de nuevo a su tejado de zinc caliente hace unas fechas en el Niemeyer, paseó la pasada semana por el escenario del teatro Jovellanos en Gijón y ahora se prepara para entrar en el del Campoamor. Viernes y sábado a las 20:00 horas, llegará al teatro ovetense la nueva versión del clásico de Williams en una producción de José Velasco dirigida por Amelia Ochandiano en la que el reparto -Eloy Azorín, Maggie Civantos, José Luis Patiño, María Molina y Ana Marzoa- gravita, con todos los conflictos de esta familia tempestuosa, en torno a una figura: el tremendo patriarca que encarna Juan Diego.

-Esta vez no es Padre coraje, como aquel otro suyo o como otros padres tremendos que ha interpretado, sino un padre de verdad encorajinado…

-Encorajinado, sí, y un poco violento, con todo eso que le da a tu personalidad el verdadero poder, el ser dueño de una gran fortuna y el saber que están ahí los guajes pegándose bocados y arañazos a la espera, con las mujeres respectivas… Es el tipo de carácter que forja siempre el haberte hecho a ti mismo como hombre y como fortuna. Para levantar cualquier tipo de fortuna hace falta eso: carácter para engañar, para manipular, para matar, para todas esas cosas que hay detrás de las grandes fortunas, que no fueron precisamente premios de la lotería sino que se construyeron con guerras y miserias de este tipo.

-Miserias de las que no se libra ni siquiera quien llegó a amasar ese poder.

-No, claro. Este hombre, como todos los mortales, acaba teniendo una enfermedad y hace su fiesta de cumpleaños, en la que surge este problema y otros muchos que acaban por brotar en la familia. Cada uno tiene sus asuntos, sus fallas, sus defectos… La gata es una mujer acechante ante el zarpazo que pretende dar el hijo abogado en la herencia; está también su mujer que se exhibe con esos cinco niños «cuellicortos», como dice el texto, para que el abuelo vea qué descendencia tan hermosa; está Brick, su problema con el alcohol y el recuerdo de una supuesta o mal entendida homosexualidad, y está la mujer, la madre, la abuela, la hacedora de todo y dispuesta también a todo. De manera que tenemos ahí un hermoso potaje, que diríamos en mi tierra.

-Un potaje donde se cuece una visión nada complaciente de la familia.

-Es que eso sucede con las familias: estamos todos muy unidos, pero con nuestra neurosis familiar a cuestas. Lo que la familia genera de neurosis es muy considerable, sobre todo cuando hay cosas tan importantes en juego como una gran fortuna. Y además, es verdad que el padre, aparte de todo esto, tiene la agudeza de lo vivido y la poca vergüenza que tienen determinadas personas por el hecho de ser mayores; eso de cantarle las cuarenta a una mosca porque le ha pasado por delante, aunque no sea para tanto. Es una obra en la que vemos cómo somos los humanos cuando determinadas situaciones aparecen ahí, en mitad de la familia, en toda su rotundidad.

-Desde el Burl Ives de la obra original y la adaptación al cine hasta Bódalo, Lemos o Ballesteros en España, el de este patriarca es un personaje muy acuñado icónicamente. ¿Mejor empezar a construir desde cero, desde el texto, desde uno mismo?

-Sí. Y es algo que yo siempre digo, no para esto sino para todo. Cuando no hay ningún tipo de iconografía previa sobre la obra que vas a hacer, uno se tiene que enfrentar al hermoso descubrimiento de qué es ese ser humano que tú vas a echar andar y que está ahí puesto. Y lo mismo en este caso, tú, con humildad pero peleando como un cabrón, tienes que ver qué fisuras nuevas tiene ese personaje que ya está acuñado, qué te parece a ti, porque ya sabemos que no hay dos personas iguales. Uno está un poco para tratar de aportar más, si cabe. O no exactamente más, sino algo distinto, otra visión, si cabe. Lo que tengo que hacer en un caso así es ver si yo tengo algo que decir como actor. Y en eso anda uno.

-Le decía una vez a Juan Cruz que no se puede ser un hijo de puta de mentira. ¿Asusta algo de lo que uno se encuentra en sí mismo para construir un personaje que, sin duda, lo es?

-Mi técnica, mi necesidad está ahí. Podemos tener un texto literario que define el personaje, y uno puede deducir qué es el personaje a partir de ahí. Pero, claro, eso se queda ahí si tu no lo pasas por ti, en tu búsqueda de tu hijo puta, de tu ángel, del homosexual que llevas dentro, de tu alma cándida. Todo lo bueno o lo malo que llevamos dentro, lo llevamos todos: la miseria, la grandeza, el amor… todo eso está aquí en la Tierra, no viene de Marte. Yo empiezo por buscarme y por mirarme, por ver qué sensación me produce este personaje que voy a ser yo; pero antes tengo que sentir esas sensaciones para construir y defenderlo a muerte, sea lo que sea, creérmelo de verdad. Ya están el autor o el director para sacar la moraleja o la mierda del personaje, su grandeza o su decadencia moral. Mi intención y mi deber es hacerlo de verdad. Tienes que tener personajes de verdad para que se produzca ese hecho maravilloso que es el encuentro en un escenario. Con público, claro.

-Una gira absorbe, pero seguro que tiene, como siempre, un ojo puesto en lo que sucede fuera del escenario, en la situación política y social. Que también están muy calientes, como el tejado de la obra…

-El ojo está ahí todo el tiempo, claro. Y lo que ve es cada vez más gente con más hambre, más niños con más hambre, más problemas que no se solucionan… y parece que va para largo. Espero que piensen un poco que es mucho lo que se llevan, y que ofenden al hambre de la gente. Espero que todos lo miremos desde ahí. Y vamos a dejarlo aquí, que esto nos llevaría a otra grandísima entrevista acerca de lo que está ocurriendo. Es un análisis que no solo tiene que ver con España, que con la aparición de internet y los nuevos medios de comunicación y de incidencia en las economías internacionales está provocando un nuevo orden internacional que es más bien un nuevo desorden internacional a favor de los de siempre. Y de manera muy rápida.

-¿Pero estamos todos en el mismo tejado?

-Qué va. El tejado mío es un tejado muy flojito, un tejado con nieve; el de ellos es un señor tejado, un tejado potente. El de la humanidad, en un porcentaje muy grande, es un tejado muy débil. Las grandes fortunas tienen sus miradores. Nosotros tenemos ventanicas.