«Llevar el 'Guernica' al museo del Prado es una gran incoherencia, una tontería»

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

CESAR QUIAN

Tomás Llorens cree que sacar el cuadro del Reina Sofía amenazaría su existencia futura

22 feb 2017 . Actualizado a las 07:52 h.

«El traslado del Guernica al Reina Sofía fue mi gran batalla, una batalla que perdí. De hecho, fui destituido por mi empecinamiento en obtener el cuadro». Quien así habla es el historiador y crítico de arte Tomás Llorens (Almassora, Castellón, 1936), que hoy estará (a las 20 horas) en la sede coruñesa de la Fundación Barrié para hablar de Sorolla y la pintura naturalista internacional del entresiglo XIX-XX, en el marco de la magnífica exposición Sorolla. Tierra adentro, que ha sido prorrogada hasta el 12 de marzo.

Precisamente por aquella batalla perdida que se ganó años después, Llorens afirma que «llevar el Guernica al museo del Prado es una incoherencia enorme, una tontería». No debe olvidarse, advierte, que el Guernica es testimonio de unos acontecimientos históricos, sí, pero es antes que nada una gran obra de arte. «Del mismo modo que hoy se entienden los frescos del Vaticano de Rafael en función de la historia del arte y no de la historia de una institución como el papado, del mismo modo -incide- hay que entender el Guernica». El contexto histórico artístico del cuadro de Picasso es el arte de los años 30. Y el Reina Sofía ha hecho su colección con un esfuerzo económico considerable y, prosigue su argumentación el profesor, la ha construido alrededor del Guernica para arroparlo. El centro de arte compró decenas de obras de Picasso y los estudios preparatorios del Guernica, pintura de los años 30, piezas surrealistas... «Se ha hecho una colección de la historia del arte del siglo XX, hoy muy relevante y que hace que el Reina Sofía sea uno de los ocho o diez museos del arte del siglo XX más importantes en el mundo». Llorens sostiene que, si ahora se le quitase el Guernica, el Reina Sofía perdería su razón de ser. «Me parece que es una propuesta muy frívola», reprueba para ahondar en que, con este traslado, el museo «perdería una gran cantidad de público, porque hoy el público de los museos es como es, y eso sería el inicio de una espiral descendente que amenazaría la existencia misma del museo».

En idéntico sentido, entiende que el Prado tiene su razón de ser propia. «Es uno de los tres o cuatro mejores museos del mundo y no necesita de ningún Guernica. Con lo que tiene va maravillosamente. Es verdad que debe incrementar su colección, pero su carácter se lo da la pintura de los siglos XVI y XVII. Esa es su esencia, y añadirle una cosa del XX me parece un despropósito».

Llorens defenderá esta noche el peso de la carrera internacional de Sorolla, mostrará cómo se relacionaba -y los seguía- con los demás naturalistas europeos y cómo exhibe y pinta sus mejores obras para las grandes exposiciones y los salones de París, Múnich o Venecia. «Es una de las grandes figuras del naturalismo europeo, con Sargent, Zorn y Serov. Es el pintor nacido en España que tiene mayor proyección internacional en vida entre Goya y Picasso, y seguramente el mejor dotado. Tiene un gran instinto para pintar, una gran facilidad, y es un hombre de su tiempo, muy moderno, y que expresa muy bien las inquietudes de su tiempo», elogia.

Sin embargo, recuerda, a partir de su muerte, se produce un cambio de época y «el naturalismo se ve condenado a la buhardilla, sobre todo, en el campo de la pintura, no en la literatura, donde nadie puede quitarse de en medio a Tolstói o Balzac». Tras el apocalipsis de la Gran Guerra, esta reacción antinaturalista condena a Sorolla al olvido. «En los años 50-60 se construyó la historia del arte moderno como un rechazo del naturalismo. Una gran deformación de la historia que hay que revertir», apunta rotundo Llorens.

«La pérdida de la colección de la baronesa sería lamentable, pero el Thyssen sobreviviría»

Llorens también estuvo en el museo Thyssen, donde fue conservador jefe entre 1991 y el 2005. Ahora que se cumplen 25 años de su creación, con la sombra de la caducidad del convenio de cesión y la amenaza de la salida de España de la colección Carmen Thyssen -formada por 429 piezas, muchas de ellas obras maestras-, Llorens recuerda que el museo tiene más de 700 obras que son propiedad del Estado español, que en 1993 se las que compró a los barones por unos 350 millones de dólares. Las que se podrían marchar son las 429 piezas depositadas (aunque expuestas son algo más de 200). «La pérdida sería lamentable, pero el museo sobreviviría porque incluso así tendría entidad suficiente». Sin embargo, cree que la colección Carmen Thyssen-Bornemisza es una continuación de la del museo, reunida por el barón y la baronesa. Cuando él falleció, la baronesa siguió sola pero con los mismos criterios que ambos habían manejado antes. Es una colección que encaja perfectamente en la del museo, insiste Llorens, por lo que la amputación sería importante ya que «las adquisiciones que hizo la baronesa rellenan muchos huecos, tienen el mismo carácter y se complementa perfectamente».

A su juicio, las compras que hizo de arte español son menos relevantes para el museo, aunque, dice, tiene «obras estupendas» catalanas, andaluzas... Llorens cree que las partes deben seguir dialogando y «tratar de acomodar los intereses privados de la baronesa y los intereses públicos. Si no se puede no se puede, pero sería deseable que sí se pudiese», apuntó.