Un oficio que lo es todo, menos una profesión

J. C. G. GIJÓN

CULTURA

La instalación sonora Menhir, de Coco Moya e Iván Cebrián
La instalación sonora Menhir, de Coco Moya e Iván Cebrián

Las dedicaciones profesionales a las que los artistas se ven forzados en su mayor parte no siempre armonizan bien con su necesidad de encontrar hueco para el desarrollo de su obra

25 feb 2017 . Actualizado a las 09:02 h.

«Me dedico al arte. Nunca he trabajado en otra cosa. Es el motor de mi vida y toda mi actividad profesional ha estado siempre enfocada en esta dirección. Pero entiendo que lo que se me pregunta se refiere a que si me dedico exclusivamente a mi actividad artística, por tanto tengo que decir que no». Habla una de las artistas que ha participado en la encuesta sobre la situación personal y económica de los creadores artísticos del Principado propuesta por La Voz de Asturias. Más allá de los números, sus palabras la contradicción entre una actividad que constituye la principal preocupación -no solo profesional- de muchos de los que se dedican a ella; una actividad que orienta y dirige la mayor parte de lo que se hace en la vida; que genera producción o beneficios comerciales, turísticos o incluso prestigio para terceros. Que llega a serlo todo para quienes la practican, menos una profesión como las demás.

No pocos de los participantes en la encuesta han sumado clarificadores añadidos de esa índole a lo que recogen sin más las cifras. Hablan, por ejemplo, de la pugna por llevar una vida profesional lo más cercana al arte con actividades que quedan más o menos cerca de él, de modo que para muchos artistas puede llegar un momento en que no se alcanza a saber «a qué se dedica uno con absoluta certeza».

Son palabras de uno de los encuestados, cuyo relato es perfectamente ilustrativo al respecto: «En un principio, como la de una gran mayoría de quienes nos dedicamos a esto, mi ocupación fue la enseñanza. He vivido de ella, sí, impartiendo clases en tres o cuatro centros a la vez, pero también de la gestión cultural y en ocasiones del sueldo fijo de mi señora esposa, de tres o cuatro chapuzas artísticas, de cien o doscientas actividades paraartísticas -cartelismo, diseño gráfico, asesorías varias-, de otros trescientos o cuatrocientos textos -cuando se pagaban- y me he dedicado bastante a regalar mi trabajo porque me daba la gana hacerlo al tratarse de amigos, de colegas o de alguien que verdaderamente lo necesitaba y, sobre todo, que sabía que apreciaría mi trabajo».

Además de las que menciona este testimonio, otras de las actividades que, en nombre de la supervivencia, se desarrollan en la órbita cercana a la pura creación son las de asistente para otros artistas o para instituciones relacionadas con el arte, el diseño y la edición de catálogos, el montaje de exposiciones propias y ajenas, las tareas de producción para terceros… «Y otras cosas que ya no tienen nada que ver con el arte, que pueden ir del trabajo temporal, como camarero, profesor incluso alquilar algún equipo del que dispongo desde una habitación en mi casa, a un equipo de video…», narra uno de los encuestados más jóvenes, cuya obra se exhibe por cierto estos días en uno de los certámenes que se están celebrando en Madrid. 

Sobreviviendo en reposo

De esos extras nadie está libre, aunque solo sea porque hay que ocuparse de la intendencia cotidiana: nada de artistas ensimismados en su torre de marfil. Uno de los participantes más veteranos -y uno de los pocos que admite «sobrevivir en estado de resposo» de su arte- deja claro que esa situación no le exonera de otras «labores cotidianas: cocinar, buscar leña y otros trabajos propios de la vida en el monte», donde vive y trabaja.

Pero no siempre es fácil hacer compartimentos estancos que separen la dedicación, más o menos mercenaria que pone el plato en la mesa de las particulares condiciones de concentración, de disponibilidad de tiempo, de aislamiento que requiere a menudo la creación artística. Hay veces en que esa actividad complementaria -la docencia, por ejemplo- retroalimenta el circuito creativo. Y otras en que, como se dice en la jerga médica, artefacta con él: «Es muy frustrante ver que un año más mi desarrollo como artista ha sido anecdótico. Me quedé sin galerías y al negarme a vivir en un ritmo desquiciante de actividad para cumplir con mi compromiso con mi trabajo como docente y con mis proyectos, mis imágenes quedaron en un segundo plano», comenta una de las artistas jóvenes más reconocidas de su promoción en Asturias. En consecuencia, este año optó por solicitar una plaza por solo cuatro meses. Acaba de quedarse en paro y espera, a ese precio, «reordenar, retomar y dar más proyección» a sus planes como artista. 

La investigación en el ámbito universitario es otro de los nichos de actividad donde el artista puede buscar un medio de sustento que no esté lejos de su actividad artística. Pero tampoco en ese ámbito es fácil buscar asilo para el artista. «Anteriormente trabajaba en la Universidad de Vigo. Un contrato predoctoral que me permitía investigar e impartir docencia. Leí la tesis, en la cual obtuve cum laude y más tarde el Premio Extraordinario de Doctorado. Pero el sistema universitario de nuestro pais una vez eres doctor -y después de todo el dinero que se ha invertido en ti- te expulsa de la Universidad y del grupo de investigación. Dejas de tener vinculación. La única manera de continuar la carrera académica es optar a una beca posdoctoral (en el exranjero) o a una plaza, que dada la situación es imposible», explica otra de las más prometedoras artistas asturianas en el ámbito de las nuevas tecnologías, a la que tampoco le reporta nada, más allá del reconocimiento y las nuevas líneas de tabajo, la excelente consideración que se está granjeando fuera de España.