La mayor fotógrafa mexicana se asoma a la fototeca del Pueblu d'Asturies

J. C. Gea GIJÓN

CULTURA

Graciela Iturbide, entre Juaco López (izquierda) y Carlos González Espina
Graciela Iturbide, entre Juaco López (izquierda) y Carlos González Espina

Graciela Iturbide, que inaugura en el Centro Antiguo Instituto una amplia selección de una obra merecedora del Premio Hasselblad, visitó el centro con su director, Juaco López, como anfitrión

16 mar 2017 . Actualizado a las 21:55 h.

Mientras en la sala 2 del Centro de Cultura Antiguo Instituto el fascinante tesoro de la fotografía de Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942) quedaba listo para ser revelado al público asturiano en una de las exposiciones mayores del año, la fotógrafa mexicana -premio Hasselblad 2008 y referencia capital en el arte fotográfico de su país y de su generación- descubría otro tesoro, este quizá más humilde y a menudo anónimo, pero enraizado en territorios que resultan muy cercanos a su obra. Iturbide dedicó unas horas en la víspera de su inauguración -prevista para las 19,00 de hoy- a visitar la fototeca del Muséu del Pueblo d'Asturies. Invitada por su director, Juaco López, la fotógrafa recorrió las instalaciones de un archivo que guarda ya alrededor del millón de imágenes fotográficas acompañada por el conservador jefe de fotografía de la Fundación Mapfre, Carlos González Espina y Pilar Lafita, de la Fundación Municipal de Cultura.

Atenta y curiosa, Iturbide se asomó a algunos contenidos de una fototeca que en buena parte, como explicó el director del Pueblu d'Asturies, se ha ido nutriendo de fondos que tuvieron su origen en la emigración asturiana en América Latina. Buena parte de su visita se le fue ante el ordenador, repasando junto a González Espina una serie de fotografías realizadas en el México de hace más de un siglo e intentando identificar lugares, actitudes y comportamientos; algo que también hizo ante uno de los fondos más sorprendentes de la fototeca: una colección nada despreciable en número y exquisita en calidad de copias de los míticos fotógrafos mexicanos Antíoco Cruces y Luis Campa. En concreto, una serie dedicada a vendedores ambulantes, algunas de cuyas mercaderías fueron identificadas por Iturbide.

Lo local sin anécdotas

Son imágenes que en esos casos dejan de ser testimonios y se vuelven fascinantes por sí mismas y enigmáticas. Fotografías que de algún modo -sobre todo cuando aquello que contaban resulta ya borroso o desconocido- tienen que ver con el mundo de algunas de las series mayores de una fotógrafa viajera, atenta a la raíz de lo local, pero capaz de descarnarlo de anécdotas, folclorismos o pintoresquismos para dejarlo en la pura visibilidad del símbolo. O, como suele hacer en sus series más recientes, de fotografiar el lugar mismo con los rastros del paso del hombre. 

Varias de esas series han viajado hasta el Antiguo Instituto como fruto de la colaboración entre la Fundación Municipal de Cultura y las organizadoras de la muestra, la Fundación Mapfre y la Fundación José Guerrero, de México. Desde Juchitán a Benarés, desde Roma al baño clausurado de Frida Kahlo, desde las matanzas de cabras de La Mixteca en Oaxaca hasta el Panamá de Omar Torrijos, pero dispuestas en orden cronológicamente inverso. La propia autora tendrá ocasión de hablar de ellas, de su forma de enfrentar la creación fotográfica, de sus temas y sus referencias en un encuentro con el público que se celebrará durante la inauguración.