«Mis referentes son El Presi, Die Antwoord, FKA twigs... Lo local es inseparable de lo universal»

Pablo Batalla Cueto

CULTURA

Entrevista a Rodrigo Cuevas, de gira por España con su espectáculo «El mundo por montera»

26 mar 2017 . Actualizado a las 10:02 h.

Decía y dejó escrito Michel de Montaigne que desde sólo desde lo local se puede aprehender lo universal, y nada parece expresar mejor ese principio que el arte que practica Rodrigo Cuevas. A su mezcla de la tonada asturiana con el trap, los vestidos de cabaretera con les madreñes y la lengua asturiana con la cumbia y el reggaeton se lo ha intentado etiquetar de múltiples maneras, pero todos ellos han sido en buena parte intentos fallidos. Ninguna etiqueta sujeta el mestizaje inagotable de este artista que se hizo famoso con Ritmu de Verdiciu, y hoy llena teatros en Mieres y en Valencia, en Huesca y en Gijón, en Barcelona y en Avilés con su espectáculo El mundo por montera.

-Hay quien dice que se está volviendo más serio.

-Ah, ¿sí? ¿Dicen eso? ¡Qué fuerte! (risas). Pues no sé... Hombre, sí que es verdad que, después de todo lo que pasó el año pasado, me estoy tomando más en serio mi trabajo; se está volviendo más importante en mi vida. Pero de ahí a que me vuelva serio...

-Supongo que hubo gente que, cuando le descubrió, lo consideró simplemente un humorista extravagante y sólo ahora se está dando cuenta de que hay algo muy serio detrás de lo que usted hace.

-Claro: que utilice el humor no quiere decir que lo que estoy haciendo no sea muy serio. Sí que es verdad que este año toco otras emociones que quizás el año pasado no tocaba tanto. Noche de ronda, El día que nací o Pánico en el Edén tienen un punto más melancólico y más intimista que lo que hacía el año pasado, y quizás venga de ahí lo de que me estoy volviendo más serio.

-Los temas que interpreta, ¿los conoce desde siempre o son el resultado de un proceso de búsqueda, de documentación, de rastrear los pueblos de Asturias en busca de viejas tonadas olvidadas?

-Hay de todo un poco. Algunas las conozco desde siempre y siempre las quise cantar, pero otras sí que son resultado de un proceso de búsqueda. Arboleda bien plantada, por ejemplo, es una tonada archiconocida, pero la parte de las coplas son coplas tradicionales que he ido rebuscando. Después hay otra búsqueda que es la de cómo adaptar esas ideas que voy anotando, por ejemplo, a un contexto reggaetonero o a los recursos tecnológicos con los que me gusta trabajar pero que estoy aprendiendo a usar, porque yo soy fundamentalmente un instrumentista analógico. Para mí todo esto es nuevo.

-¿Gustan sus temas a la gente que preservó el legado de la tonada y aún canta las tradicionales? ¿Cuál es su experiencia al respecto?

-[Se encoge de hombros] A muchos les gustan, y a otros no. Pasa lo que con todo.

-El mundo por montera, título de su espectáculo, es un resumen muy certero de lo que hace: un encuentro promiscuo y provocativo entre lo universal y lo ultralocal.

-Eso es. Desde lo local se puede llegar a lo universal y viceversa. Lo uno es inseparable de lo otro. No hay que poner barreras a eso. El título también es una declaración de intenciones; un resumen de cómo me gusta tomarme la vida. Hay que ponerse el mundo por montera, porque vida no hay más que uno.

-¿Imbricar la tonada en lo universal es una manera de salvarla, de hacer sobrevivir eso que por lo demás seguramente esté en peligro de extinción?

-Es una manera de darle vida. La música tradicional sobrevive cuando se la sigue utilizando, pero hay dos maneras de seguirla utilizando: cantándola tal cual se hizo siempre y darle la misma función que tuvo siempre, como una cosa colectiva que se bailaba en la calle y en los grupos de amigos y que fomentaba la cooperación, y hacer lo que hago yo. A mí me gustaría que existieran las dos cosas: que existiera yo y que también fuera posible que la gente pagara por ver el concierto de una panderetera igual que paga por ver a una cantaora flamenca; o por ver el concierto de un cantante de tonada. Yo estoy a favor de que haya cosas variadas.

-Pero, ¿hay una renuncia en lo que usted hace? ¿Hay el resultado de certificar que ya no se puede seguir haciendo tonada tradicional, porque no tiene público, y hay que inventarse algo para revivirla?

-No, no, para nada. Para nada. Hay gente muy buena que hace tonada tradicional y la hace muy bien, aunque es verdad que a la tonada le falta volver a ser algo popular; algo que la gente abrace con orgullo. Falta que incluso la gente a la que no le interesa la tonada se enorgullezca de estar en un sitio en el que se canta tonada. Eso que pasa en otros sitios, no pasa en Asturias.

-¿Le sucede a la tonada lo mismo a la lengua asturiana?

-Exactamente lo mismo. Lo deseable sería que cada asturiano, hable asturiano o no, se enorgullezca de eso que no deja de ser un patrimonio de Asturias. Ojalá que con el asturiano pasara lo que con el paisaje de Asturias, del que los asturianos tan orgullosos nos sentimos y tanto fardamos cuando salimos fuera. Fardamos de los lagos de Covadonga, de los de Somiedo; de cosas que al fin y al cabo no son un logro de los asturianos, porque es algo que siempre ha estado ahí... Pero no de la lengua asturiana. ¿Por qué? Pues porque las autoridades correspondientes llevan décadas gastándose montones de millones en hacer publicidad sobre el paisaje de Asturias, y eso acaba calando. El otro día me dijeron que la oficialidad del asturiano costaría veintiún millones de euros al año. Eso, en un presupuesto regional, no es nada, y si el Gobierno se lo gastara, la gente se sentiría orgullosa del asturiano. En Euskadi todo el mundo se siente orgulloso de su lengua, y es lógico: ¿cómo no van a sentirse orgullosos de eso que es una joya, de eso que tiene siglos y es increíble que haya sobrevivido al paso del tiempo, igual que una catedral? No tiene nada que ver con ser nacionalista, y eso hay que reivindicarlo. Hay que desvincular la lengua o la música asturianas del nacionalismo. O al menos, de un nacionalismo malo como, por cierto, también lo hay español. Hay un nacionalismo bueno que consiste en defender y cuidar l as señas de identidad propias, las cosas que nosotros hemos producido a lo largo de los siglos, sin menospreciar las de los demás que a mí me gustaría que se extendiera más en Asturias.

-Usted está teniendo éxito fuera de Asturias haciendo folclore asturiano, algo que no sé si alguien había conseguido antes.

-Hombre, Los Berrones también tuvieron su momento. Pero bueno, ellos no hacían folclore. De todas maneras, yo tampoco lo hago, ¿eh? Yo hago arte contemporáneo, aunque uno de sus pilares fundamentales sea el folclore.

-Por otro lado, ha cosechado grandes éxitos en Bilbao, León, Barcelona, Zaragoza, Huesca, Santiago de Compostela, Madrid..., pero no más al sur. ¿Hay en Madrid una frontera meridional que nunca va a ser capaz de cruzar? ¿El folclore sureño puede triunfar en el norte pero es imposible que el norteño triunfe en el sur?

-Yo creo que se va a superar. Siempre es más fácil en lugares cercanos o en Madrid, donde hay una enorme diáspora asturiana, pero dentro de poco voy a ir a Valencia, que ya es bastante meridional, y yo estoy convencido de que acabará cayendo Sevilla (risas). Claro, cuanto más lejos más inversión, y más riesgo... Hay que ir poco a poco.

-Existe todo un debate sobre si el humor asturiano es exportable o no. ¿Usted que cree?

-Yo creo que todos los humores son exportables, y el nuestro también. El humor asturiano puede triunfar aquí y en Chile. El problema del humor asturiano es que muchas veces tira de tópicos muy locales. Pero yo no utilizo los tópicos en mis espectáculos. Se puede no utilizarlos: yo hago humor asturiano pero no hablo de cachopos, ni de Covadonga, ni de Pelayo. Se puede hacer un humor asturiano muy enraizado en la aldea, el barrio, la casa asturiana pero que sin embargo tenga una proyección universal. Si todo humor se basara en tópicos tampoco entenderíamos el humor catalán, ni el de ningún lado.

-De todas formas, el humor catalán, el vasco o el andaluz juegan con una ventaja: sus tópicos se conocen en el resto de España; los nuestros no. Cuando los humoristas de esos lugares tiran de tópicos, triunfan igual.

-Claro, tienen más proyección cultural que nosotros, y es cierto que si la cultura asturiana fuera algo superexportado los humoristas tendrían más bazas, más cartas para jugar. Pero bueno, también hay que pensar que Andalucía son nueve millones de habitantes, Cataluña siete... No es injusto que sus tópicos se conozcan más que los nuestros, que somos un millón.

-Sus conciertos, ¿son exactamente iguales en Mieres y en Huesca?

-Bueno, cada concierto es diferente de cualquier otro, pero no depende tanto de estar aquí o allá. La única diferencia es que los de aquí los hago n’asturianu (ojo, en el asturianu que sé hablar, que tampoco soy ningún experto), mientras que los de fuera no, porque quiero que se me entienda y se me asimile, y también me detengo a explicar ciertas cosas que aquí no hace falta.

-¿Quiénes son sus referentes como artista?

-Me encanta El Presi. En la forma de cantar es uno de mis referentes indudables, y si tuviera que escoger un solo referente, lo escogería a él. En cuanto a la parte más estética o electrónica, me encantan algunos artistas muy contemporáneos. Ahora estoy siguiendo mucho a FKA twigs, que hace un tratamiento de la imagen y de la danza que me interesa mucho. Me gusta tener muy en cuenta la danza, no sólo el teatro o la música. También me fijo mucho en M.I.A., me fijo mucho en Die Antwoord a nivel de audiovisuales y de imagen... Y últimamente estoy mirando mucho hacia el trap. En lo que respecta a la parte tradicional, lo que intento sobre todo es escuchar de todo; ir a las fuentes originales y hacer mucha recogida de campo. Al final, es lo que más escucho. 

-Se han adjudicado muchas etiquetas a lo que usted hace, casi siempre razonablemente estrambóticas. ¿Cuál es la que más le gusta a usted?

-No hay una que me guste del todo... Hombre, agroglam es muy divertida y creo que me puede definir bastante bien. Pero tampoco me encanta. No me encanta ninguna, porque las etiquetas limitan, y a poco que te sales de ellas parece que estás traicionando algún principio. Cuantas menos limitaciones se ponga una, mejor.

-Mencionaba antes a El Presi, y eso me ha recordado una anécdota personal. Cuando murió Michael Jackson, mi abuelo de noventa años vio por televisión la noticia de su funeral y escuchó que habían forrado su ataúd de oro. Se indignó muchísimo, y exclamó: «¡Joder, buen artista era El Presi, y no le forraron el ataúd!».

-(Risas) Tu abuelo tiene razón: El Presi tiene un homenaje por hacer. En su entierro apenas hubo gente. 

-Volvemos a lo local y lo universal. Para la cultura universal, ¿tan importante es El Presi como Michael Jackson? ¿Es ésa es la enseñanza fundamental que encierra lo que usted hace?

-Exactamente. Lo que pasa es que estamos en un mundo en el que los yanquis tienen una proyección cultural como no la tiene nadie. Estamos absolutamente rodeados de sus producciones culturales; hasta la publicidad se hace cada vez más en inglés. Nosotros no tenemos el mismo músculo, por más que aquí haya muchísimo talento. A mí me entristece mucho escuchar Cadena Dial: no escucho más que copias baratas de lo yanqui; nada que tenga un mínimo de autenticidad. A ellos no les pasa lo mismo: cuando escuchas la MTV, te encuentras con creacciones auténticamente suyas; con algo verdaderamente racial y genuinamente suyo. Y en esta sociedad globalizada en la que podemos comprarnos el original, no nos vamos a comprar nunca la copia al mismo precio. Yo creo que tenemos que generar y enorgullecernos de nuestros propios modelos. Si les quitas el marketing, sí, tan importante es El Presi como Michael Jackson. Por supuesto que sí.

-Algunas veces nuestras creaciones culturales sí que siguen el camino inverso e incluso llegan a Estados Unidos, caso de la interpretación del Asturias, patria querida por una banda de gaitas en pleno Times Square durante el último San Patricio. Pero ésa no deja de presentarse como una música con apellido: música celta, música folk, música étnica a la que además se la circunscribe a un hueco perfectamente delimitado, en este caso el día de San Patricio, que es el de lo celta. Michael Jackson es música a secas y suena en cualquier parte a cualquier hora.

-Claro. Que en un momento dado se haga viral un vídeo de gaiteros tocando el Asturias, patria querida en Times Square no quiere decir que se vaya a empezar a escuchar el Asturias, patria querida en los bares de Brooklyn, ni tan siquiera en los de aquí. Yo, por cierto, no soy muy fan de San Patricio (risas).

-¿Por qué?

-Bueno, pues porque aquí se celebra una Feria de Abril y todo el mundo se echa las manos a la cabeza, pero sin embargo se celebra San Patricio o Halloween o un Oktoberfest y todo el mundo está encantado de la vida. En todo el norte de España (no sólo en Asturias, también en Galicia y en otros lugares) hay una especie de xenofobia hacia lo andaluz que a mí me molesta mucho. Nos asquea todo lo que viene del sur tanto como nos maravilla todo lo que viene de Irlanda o de Escocia o de Alemania. Nos empeñamos en parecernos más a eso cuando realmente el intercambio cultural histórico ha sido mucho mayor con Castilla, Andalucía o Extremadura. ¿Cuántas veces han ido los asturianos a Madrid? ¿Cuántas han ido a Irlanda?

-Es cierto que existe cierta idea fija según la cual Asturias se parece más a Irlanda que a Andalucía.

-Sí. Y no tiene sentido. Que haya una cosa a la que se ha dado en llamar música celta que funciona a nivel internacional y que sea bonito que Asturias se sume a ello no necesariamente quiere decir que esa música tenga mucho que ver con la tradicional asturiana.

-De todas formas, tampoco es que no tengamos nada que ver con Irlanda, ¿no? Tenemos que ver con Andalucía y con Irlanda; todo está interconectado: ¿es ésa su convicción?

-Todo está interconectado, sí. Al fin y al cabo somos europeos, y podemos ir de aquí a Letonia, o al menos por todo el mundo latino hasta Rumanía, escuchando las mismas coplas por todas partes. Lo que yo quiero es que reafirmar lo propio no signifique despreciar lo de los demás. 

-No le molesta que se celebren ferias de abril en Infiesto o Villaviciosa, entonces.

-Me puede molestar una mal organizada o que de repente dejen de hacerse cosas de aquí por hacerlas andaluzas. Pero en sí no me molesta, no. Como mínimo, no me molesta más que un San Patricio o un Oktoberfest. A mí todo lo que sea fiestas y que la gente se junte me parece precioso.

-¿Tiene preparada alguna novedad sorprendente en su repertorio de cara al futuro?

-Bueno, acabo de presentar todo el vestuario nuevo y canciones nuevas, así que de momento no muchas. De todas formas, en abril saldrá una cosina que va a estar muy bien y a finales de mayo sacaré un videoclip que también va a estar guay.

-¿Le veremos algún día añadiendo a ese feliz batiburrillo de culturas en que ha convertido su arte influencias japonesas, peruanas, africanas...; o hay límites a esa universalización de lo asturiano que nunca va a franquear?

-Pues mira, tengo a mi pareja en Perú, y voy a ir a actuar allí a principios de junio, así que quién sabe. Igual vuelvo de allá haciendo electrocumbia (risas).