«Mac y su contratiempo» y el universo vilamatiano

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La novela, que ahonda una vez más en las obsesiones del autor sobre la escritura y la creación,  contiene un marcado humorismo

08 abr 2019 . Actualizado a las 17:44 h.

En un sistema literario como el argentino, donde la posición que ocupa un autor no se mide por las ventas, sino que la deciden los suplementos especializados y la crítica, el escritor español más importante y reconocido es Enrique Vila-Matas. A este lado del Atlántico los baremos son diferentes, y el narrador barcelonés -aunque cada vez más popular- sigue siendo casi un artista de culto. En Argentina un locutor televisivo que hace un libro que se titula El verdadero amor se lame como el más carnoso membrillo colocaría entre sus fans instagrámicos cerca de un millón de ejemplares, quizá, pero nunca acapararía la portada de una revista literaria de prestigio. Ricardo Piglia, que apenas besó la banca más que con su Plata quemada, era no solo una figura queridísima sino que nadie osa discutirlo en su país. Hay cosas que son técnica y perfectamente medibles, y los indicadores más rigurosos señalan a Vila-Matas (1948) como un nombre imprescindible en la literatura española del siglo XXI. Por su originalidad, por su propuesta audaz, por su depurada prosa, por sus riesgos metaliterarios, por su vulneración de los límites entre géneros, por su carácter libertario, por su inteligencia, por su capacidad de reinvención, por su reinterpretación de la tradición... Sin embargo, aún queda quien lo cuestiona, como de pasada, con una media sonrisa en los labios y un sutil chiste sobre los abusos de la escritura del yo. Quizá su nueva novela Mac y su contratiempo -que ahonda una vez más en sus obsesiones sobre la escritura y la creación- sea por su marcado humorismo un buen modo de tratar de abordar el universo vilamatiano para quien, en su desconfianza, todavía no lo haya hecho. Comprobará el lector lo divertidas que pueden resultar tanto su manera de relatar como sus reflexiones. Y sabrá que la belleza y el gozo no están reñidos con un trabajado estilo que juega con las formas del ensayo.