Chema Prado invita a redescubrir «Jeanne Dielman» y «Memorias del subesarrollo» en Laboral Cineteca

J. C. Gea GIJÓN

CULTURA

Chantal Akerman y Gutiérrez Alea cierran el ciclo como programador invitado del exdirector de la Filmoteca Española. La griega «Park» completa el fin de semana

30 mar 2017 . Actualizado a las 13:04 h.

El 14 de mayo de 1975, una joven directora belga, Chantal Akerman, estrenaba en Cannes su segundo largometraje, Jeanne Dielman. 23 Quai du Commerce. 1080 Bruxelles. La realizadora, acompañada de su protagonista, Delphine Seyrig, fue testigo de cómo una parte del aforo iba abandonando la sala conforme avanzaba la película, y espectadoras tan ilustres como la escritora Marguerite Duras acababan impacientándose ante lo que consideraban como la «locura» de la protagonista: una viuda y madre de un adolescente aparentemente atrapada en un bucle de rutinas cotidianas que se desarrollan mecánicamente en un pequeño apartamento donde alterna sus tareas domésticas con el ejercicio de la prostitución. Sin embargo, unas horas después, medio centenar de festivales del mundo estaban peleándose por conseguir la película de aquella joven que había decidido ser cineasta bajo la fascinación por Godard o el experimentalismo de Andy Warhol.

«Al día siguiente», recordaría Akerman en una entrevista muy posterior, de 2009, «yo estaba en el mapa como cineasta. Y no solo como eso». Los espectadores de Laboral Cineteca tienen ocasión este viernes a las 20,00 horas de averiguar por qué sucedió de ese modo; por qué Jeanne Dielman estaba llamada casi desde el principio a ser considerada la obra maestra de la directora, escritora y actriz bruselesa y también uno de los hitos del cine hecho desde una óptica feminista, que impregna buena parte de la filmografía de Akerman.

Jeanne Dielman llega a Laboral Cineteca por cortesía del programador invitado de este mes, Chema Prado. El exdirector de la Filmoteca Española invita a su vez a descubrir una película donde están muchos de los rasgos de la cineasta belga, que se suicidó en 2015 a los 65 años, poco después de haber sufrido -y filmado- la decadencia y muerte de su madre, con la que tuvo una unión muy intensa. En Jeanne Dielman está la capacidad de Akerman para construir sólidos espacios cinematográficos por cuyos vacíos hace deambular con rigor casi de autómata a personajes solitarios, encasquillados en sus rutinas; pero también su don para una extraña clase de belleza basada en la limpieza, la exactitud, la composición, el movimiento pausado y medido, como una cámara que fuese capaz de adentrarse en las escenas de Hopper -un pintor con el que se la ha emparentado a menudo- y dar (algo) de movimiento y de argumento a sus aislados protagonistas.

Fotograma de «Jeanne Dielman»
Fotograma de «Jeanne Dielman»

También está la fuerte tendencia a aproximar su cine y su vida, la ficción y el documental, la realidad testimonial y un hiperrealismo casi alucinatorio. También un interés, que en Jeanne Dielman es casi el tema, en mostrar las particulares formas de violencia y alienación que puede sufrir una mujer. Una postura con gestos militantes como el hecho de que, excepcionalmente, el 80 por ciento del equipo técnico de la película estuviese integrado por mujeres.

Entre Cochinos y los Misiles

El carácter testimonial, dentro de la ficción cinematográfica, y la consideración indiscutida como referencia absoluta se hallan también en la última de las películas propuestas por Chema Prado para el programa de Laboral Cineteca. El sábado, a las 20,00 horas, el Paraninfo de la Ciudad de la Cultura acoge la proyección de Memorias del subdesarrollo (1968), del director cubano Tomás Gutiérrez Alea, al que el gran público descubrió con la nominación para el Oscar de su Fresa y chocolate (1993) y del pequeño fenómeno de vindicación del cine cubano que acompañó a la película. Pero el cine cubano existía, naturalmente, mucho antes, y Memorias del subdesarrollo, sobre todo, pero también toda la filmografía del cineasta habanero formaban parte capital de su historia. De hecho, la película sigue figurando en los listado de las mejores películas del cine latinoamericano e incluso de la historia del cine sin más, al decir de muchos expertos.

Seguramente, ello deba a una confluencia de factores. Un director que mira en la dirección adecuada, que escoge los medios oportunos y que lo hace en un momento histórico singular: los años que siguieron a la Revolución Cubana. La historia que relata Memorias del subdesarrollo es la de un hijo de la burguesía que, en lugar del exilio, elige la permanencia en el lugar que considera que debe ocupar, incluso manteniendo una posición ambigua hacia la revolución. La película sigue el deambular de este personaje en un periodo crucial dentro y fuera de Cuba: el que va del desembarco de Bahía Cochinos y la Crisis de los Misiles. Pero lo más seductor y lo que mantiene la irresistible contemporaneidad de la película es su osada y al tiempo equilibrada mezcla de registros, tonos y materiales cinematográficos y documentales: fragmentos televisivos, enfoques de documental cámara en mano, secuencias puramente cinematográficas, fotografías…

Fotograma de «Memorias del subdesarrollo»
Fotograma de «Memorias del subdesarrollo»

«Lo que ocurría en aquellos días era tan vivo que hablaba por sí solo», narraría años después el director fallecido en 1996. Como los neorrealistas italianos, supo que el material que la realidad histórica le ponía delante exigía ser filmado y reconvertido en relato cinematográfico, sin perder el poso de realidad; pero como los cineastas experimentales de los que también había mamado, Gutiérrez Alea -Titón, como siempre lo llamaron- también tuvo claro que las contradicciones personales y colectivas de las que estaba siendo testigo requerían algo más que una cámara fija y una narrativa clásica. De todo ello sale una película que merece la pena redescubrir, y que a más de uno le revelará un cineasta seguramente impensable tras lo que pudo ver en Fresa y chocolate y Guantanamera.

Las otras ruinas de Grecia

El menú cinematográfico de Laboral Cineteca se completa el mismo sábado, a las 22,00, con una película incluida en la sección Estaciones: Park (2016) una coproducción greco-polaca filmada por la joven directora Sofía Exarchou (Atenas, 1979) que ha conseguido un notable interés, no pocos elogios y algunos importantes premios en certámenes como el último Festival de Cine de San Sebastian, Karlovy Vary, Sarajevo y Tesalónica. Después de dos cortos -Distance (2006) y Mesecina (2009)- Exarchou se decidió a contar una historia sobre la juventud de este preciso momento en su país, con muy reconocibles raíces griegas, pero extrapolable a muchos otros países de Occidente.

El escenario donde habitan y están de algún modo encerrados estos adolescentes «aislados y sin esperanzas» -así los describe la autora- son las desastradas y semiabandonadas instalaciones de la Villa Olímpica que acogió a los atletas en 2004. Allí han sido alojadas unas cuantas familias proletarias cuyos retoños se dedican a habitar como pueden ese mundo perfectamente real, pero también con algo de distopía después de la impostada utopía de unas Olimpiadas. Dos de ellos, Dimitris y Anna, deciden salir más allá y se introducen en el cercano y a la vez inalcanzable mundo de los resorts turísticos de la costa ateniense, solo para descubrir que el vacío y la desesperanza está también en el otro lado.

Sofia Exarchou se sacude etiquetas de moda y reniega de tics de estilo, y solo busca, según propia confesión, contar esta historia con un «realismo intenso, puro y provocativo» que ha conseguido meterse ya a mucho público en el bolsillo.

Además de la compra a través de Entradas Liberbank, las localidades pueden ser adquiridas en la recepción de Laboral Ciudad de la Cultura, recepción del Centro Niemeyer en Avilés, CITPA de Oviedo, la red de cajeros Liberbank y los teléfonos 902 106 601.