Dioses, robots, alienígenas y cowboys

Eduardo Galán Blanco

CULTURA

El director Ridley Scott, durante la presentación de la película en Londres
El director Ridley Scott, durante la presentación de la película en Londres NEIL HALL | Reuters

«Alien: Covenant», de Ridley Scott, es pretenciosa, pero tiene humor macabro y no aburre en ningún momento

17 may 2017 . Actualizado a las 07:59 h.

Como ya nos anunciaba Prometheus, en esta nueva entrega de Alien los bichos babeantes con cabeza de bañera ceden parte de su protagonismo a los dos sintéticos -el bueno y el malo- que interpreta Michael Fassbender. Al actor le va eso de ser robot. Y, por si hay dudas, la imagen inicial del filme es un primer plano de su pupila azul. El sintético es un replicante a lo Blade Runner que debería seguir las leyes de la robótica de Asimov, pero que, consciente de su inmortalidad frente a sus mortales creadores, se atormenta con variadas dudas existenciales.

Alien: Covenant nos ofrece un prólogo así como de estética sueño del 2001, que recupera a dos de los personajes de Prometheus. En esos primeros minutos, el científico Guy Pearce humilla a su consciente hijo cibernético, pidiéndole que le sirva un té, mientras aquel, angustiado, le está inquiriendo sobre su naturaleza Y, como la criatura hace amagos de rebeldía, el creador le recuerda, en pura línea Darth Vader: «Soy tu padre».

En la escena siguiente ya estamos en la nave Covenant [pacto] que transporta a dos mil hombres y mujeres hibernados y a muchos embriones humanos congelados. Van rumbo a un nuevo planeta para colonizar. Pero, en el camino, reciben el canto de sirena de una extraña comunicación con forma de… ¡canción de John Denver! El humorista interlocutor los llama desde otro planeta, un lugar con mejores condiciones que el de lejano destino. Se trata del robot del prólogo, hermano mayor del que viaja con la expedición. Un Robinsón del espacio.

En el planeta de marras están los hambrientos bichos, esperando en vientres maternos para crecer. El ocurrente cowboy interpretado por Danny McBride y la jovencita capitana Katherine Waterston -musa hippie de Puro Vicio- tendrán que darles caña. En fin, poco nuevo, aunque con ese bonito momento en que el Fassbender melifluo enseña a tocar la flauta -¿hecha con un hueso de alien?- al Fassbender que es fiel a los humanos.

Bueno, la película es pretenciosa, pero no está mal. Al menos es mejor que Prometheus, tiene humor macabro y no aburre en ningún momento. Pero, claro, al clásico de 1979 no hay quien lo supere.