«Escribí «Humo» para que mi amor, la vida, no me dejase; y la vida se quedó»

J. C. Gea GIJÓN

CULTURA

Pau Donés, de Jarabe de Palo
Pau Donés, de Jarabe de Palo

El cantautor y líder de Jarabe de Palo, que actúan el jueves 25 en el teatro Jovellanos, dice estar viviendo el presente «con urgencia» y sin dedicar al cáncer que padece «ni cinco minutos al día»

20 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Pau Donés vive en la montaña oscense, no lejos de una estación de esquí abandonada. Ayer salió con su perra a dar una vuelta para ver el resultado de los cuatro copos de nieve que habían caído todavía a estas alturas de mayo. «De golpe, cuando estábamos subiendo, nos hemos encontrado con tres ciervas enormes. La perra, a la que le va ese rollo, se ha ido hacia ellas y se han quedado paradas, mirándose». Del encuentro quedó constancia en sus muy activas cuentas de Facebook e Instagram. Dice Donés -que el jueves 25 de mayo estará en el teatro Jovellanos de Gijón, escala de su gira 50 Palos- que momentos como ese son los «regalos de cada día» de los que se compone ahora su vida; algo hacia lo que es especialmente sensible desde que hace un par de años le diagnosticaran un cáncer que sigue ahí y del que parece inevitable hablar en cada una de sus entrevistas. «O no; como tú veas», ataja el cantautor barcelonés.

-¿Le tiene ya un poco harto ese hablar de asuntos tan serios o, al contrario, es justo de lo que le interesa hablar y cantar: de la vida, de la muerte, del miedo, de las pérdidas posibles y cómo superarlas...?

-En realidad, sobre eso he cantado toda la vida: 20 años cantando sobre eso. Que por circunstancias de la vida ahora me haya topado con el cáncer no quiere decir que hable más del asunto o cante más sobre ello. Ni siquiera que le preste mayor atención en mi vida. El cáncer ni me ha cambiado la vida ni me ha enseñado nada; es una enfermedad que es crónica, que está ahí, que puede ser grave y peligrosa, pero que me condiciona cinco minutos al día de mi vida. Esa foto de la que hablábamos y lo que significa lo dice todo sobre cómo vivo y lo que he hecho hoy.

-Sin embargo, su última canción, la única nueva en su último álbum, Humo, parece algo así como un destilado  de esa experiencia del cáncer...

-Correcto. Es verdad que Humo tiene que ver con eso, en el sentido de que recoge un momento particular de mi vida: esa mañana en la que me levanto teniendo la sensación de que uno de mis grandes amores en la vida, que es la vida misma, se me escapa. Entonces pillo lápiz y papel, escribo esa letra, me voy para el estudio y le pongo música. Humo sí que tiene que ver con esa etapa en la que estoy con el cáncer y me acojono, esa mañana en la que me digo: «¡Hostia! ¡A ver si es verdad que la vida se me puede estar yendo!». Pero no hay mucho más. También me gustó presentar el disco con ese tema porque es un tema bonito. Un tema fuerte, si quieres.

-Y una reflexión que puede valer para muchas otras situaciones, ¿no cree? 

-Desde luego. Pero sí es verdad que, ya que estamos con el tema, lo escribo de esa manera y con esa crudeza porque realmente comprendo que ese gran amor mío se me pira. Como he hecho cuando escribía Agua o La Flaca, en situaciones en las que mujeres a las que quería mucho se me estaban yendo, y a las que les escribía una canción para que no me dejasen, para que se quedasen. Con ellas no lo conseguí, pero con Humo, sí. La vida no me dejó, se quedó.

-Parece transmitir también la idea de un nuevo punto de partida en la vida. ¿También lo será en su música?

-No exactmente. Humo sale en un momento determinado de un estado de ánimo determinado, pero para nada me planteo la vida como una vuelta empezar. Yo tenía un plan que era el siguiente: iba a cumplir 50 años, iba a celebrarlo -que es lo que estoy haciendo hora con un libro, un disco y una gira- y luego a replantearme mi futuro, recuperar la normalidad en mi vida. La vida de músico es un disparate. Es una ola, o estás arriba, en la cresta, o estás metido dentro de la ola, revolcándote. Y me dije que a partir de los 50 podía volver a ser otras cosas que en otro tiempo me gustó mucho ser -padre, amigo, hermano- y  hacer cosas que antes te gustaban un huevo y que ya no haces. Dos años antes de ese momento me sobrevino el cáncer; y yo diría que, más que hacer pensar cosas muevas, hace que me reafirme en esos pensamientos. Tengo 50, voy a hacer cien conciertos, he sacado un libro… era mi plan. Ya pararé el año que viene.

-Porque de momento está de gira, y larga. Empezó en marzo y ya ha cubierto varias citas internacionales en América. ¿Cómo lo lleva? ¿Qué tal el intercambio de energía con el público? ¿Le roba mucho de la suya?

-Ya hemos tenido dos conciertos muy grandes en México y luego ya el 50 palos en Estados Unidos y aquí. Y me está yendo muy bien. El directo no tiene comparación con nada. Nosotros, incluso los años que no hay disco, hacemos de media 60-70 conciertos al año. No somos famosos, no somos artistas de Operación Triunfo: somos músicos; y qué hace el músico: tocar; tocar donde: en los escenarios; tocar cómo: en directo. Es verdad que grabamos discos y hacemos promoción, pero lo nuestro es subirnos a la furgoneta o al avión o a lo que sea, irnos y tocar. Siempre lo hemos tenido clarísimo. A veces la gente te dice: «Claro, ahora para ganar pasta tenéis que tocar», como si fuera una obligación. Nada de eso: llevamos diez años sin parar de tocar, y no pienso dejar de hacerlo nunca. Es lo que nos gusta. Si lo ves como una obligación es que nunca te has subido al escenario. Cuando te subas, lo entenderás. Te lo digo de otra manera: si fuese músico y no tuviese escenario, no sería músico. Es como el surf: si te subes a la tabla, a la ola, si te revuelca, es porque ser surfero es justamente eso. Si eres surfero, no vas a la playa para estar allí tirado con tu novia.

-En 50 Palos ha vuelto a sus canciones, pero yendo a lo esencial: piano, voz, y poco más. ¿Ha redescubierto algo en ellas que no había visto antes? A otros intérpretes les ha sucedido.

-No, porque las conozco bien, y además, cuando las compongo, lo hago como están ahora, solo con instrumento y voz, guitarra y voz. Los arreglos vienen después. Lo que sí que me ha encantado es ver cómo lucen grabadas con el piano, la forma que han cogido, el color. Las canciones románticas cuán más románticas son ahora, y las melancólicas, cuán más melancólicas. Ha sido un ejercicio creativo gozoso total. Alguien me decía que debía de haber vuelto a los momentos en en que las escribí, pero no, para nada, ni siquiera recuerdo con claridad esos momentos. Lo que hecho es gozar cómo un cabrón, viendo como quedaba Grita quedaba con esa intro de piano y el violonchelo, o La Flaca con piano y una trompeta soleando por encima… Y te digo una cosa: cantar una canción acompañado con un piano es muy diferente para los que nos gusta cantar. También es verdad que no permite trampas. El que no sabe cantar, lo pasa mal. Para los que nos gusta cantar y medio afinamos, es un auténtico gustazo.

-¿Qué me dice de la experiencia del libro? ¿Ha encontrado un camino alternativo, que seguir en paralelo, o se limitará al de siempre, a su música?

-No, exacto, seguiré por mi camino, haciendo lo que sé hacer y para lo que nací que es la música. Pero sí que ha sido una experiencia muy guay. Y tampoco está tan alejada una cosa con la otra. A Dylan le dieron el Nobel y la gente se preguntaba si era posible que se le diese un premio literario: oye, perdona, este tío lleva escribiendo poemas acojonantes toda la vida y encima los música. Es un poeta enorme. Una canción es una poesía musicada. Pero claro, lo de este libro no ha sido lo mismo que escribir poesía. Empecé con cierta timidez e incluso te diré que con desgana, pero enseguida le pillé el truco y disfruté, fue como una vomitada.

-Se vació ahí.

-Sí. Me propuse hacer 50 capítulos con 50 ideas, anécdotas, cosas que tenía en la cabeza y que tenía gana de compartir con la gente. Al principio quizá solo tenía quince o veinte. Pero me habitué a levantarme a las seis de la mañana y escribir. Me lo pasé teta, tú. Estaba esperando que sonara el despertador para escribir.

-Entonces, por el camino de la música. ¿Qué será lo siguiente, el futuro? ¿Qué hay tras Humo?

-No lo sé, la verdad. Eso es algo que tiene que ver con mi manera de ver la vida y vivirla. Yo vivo el presente. Hay algo que se refleja en una frase que me horroriza: yo no quiero que el presente sea el tiempo que pierdo pensando en mi futuro. Y ahora, mucho menos. Pienso algo en el pasado, quizá, pero no en el futuro. Para mí vivir es urgente, es una frase que repito ahora a menudo. Y la manera de vivir con esa urgencia es vivir al presente. Es lo que hago. Y mañana… yo qué sé, mañana. A lo mejor un tema con Beyoncé o me compro un burro o me compro un burro y me voy de excursión.

-Lo que refleja su foto con las corzas. Lo que traiga el día, y punto.

-Bueno, y quizá, hoy, algo que pasará mañana [por hoy, sábado]: tengo un concierto en el Liceo que me hace una ilusión de cojones. Pero ese es mi futuro más lejano: coger la furgoneta, tocar en el Liceo y volver luego a la montaña. Es todo.