Francia, Alemania y Holanda dilapidan la negociación del TTIP

C.P. BRUSELAS / LA VOZ

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FRANCOIS LENOIR | Reuters

Bruselas se resiste a asumir el fracaso de las conversaciones sobre el acuerdo comercial con EE.UU.

31 ago 2016 . Actualizado a las 02:02 h.

¿Acuerdo comercial a cualquier precio? No. Y mucho menos a ocho meses de unas elecciones que al actual presidente francés, François Hollande, se le presentan cuesta arriba. El líder galo se mostró ayer contundente al hablar sobre el futuro que le depara al Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), mortificado por la sociedad civil de su país: «Francia no lo podrá aprobar (...) Hay desequilibrios evidentes», zanjó desde el Elíseo.

París quiere enterrar las negociaciones ante la falta de apoyo político y el profundo rechazo público que ha generado un proceso plagado de sombras y ninguneos por parte del socio norteamericano. El Secretario de Estado galo para el Comercio, Matthias Fekl, pedirá oficialmente a la Comisión Europea el próximo mes de septiembre que ponga punto y final a tres años de negociaciones con Estados Unidos, al que lanza severos reproches. «Solo dan migajas. No se negocia de esa forma entre aliados históricos», criticó el francés.

Esta última ofensiva contra el TTIP llega en un momento políticamente delicado. No solo porque Hollande se enfrenta al escrutinio del electorado de izquierda en el 2017, sus vecinos alemanes y holandeses también asumen que será necesario echar el freno de mano ante la proximidad de sendas elecciones generales el año que viene. Nadie quiere abonar el terreno al euroescepticismo y la ultraderecha. Lo que todos constatan es que, como anticipó el pasado fin de semana el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, la negociación ha sido «un fracaso de facto aunque nadie se atreva a admitirlo». El propio ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, reconoció ayer que las conversaciones están descarrilando. Un jarro de agua fría para la canciller, Angela Merkel, que no desperdicia la ocasión de reafirmar su compromiso con el TTIP en sus citas con Barack Obama.

La misma cantinela suena en Holanda. Las supuestas bondades que Bruselas vende del acuerdo de libre comercio no convencen a nadie, especialmente tras la filtración de documentos donde se revela el interés de Estados Unidos en rebajar los estándares de protección sanitaria, agroalimentaria, medioambiental y laboral. «No aceptaremos una reducción de nuestras normas», advirtió la ministra de Comercio, Lilianne Ploumen.

La respuesta que da Bruselas a las capitales sigue siendo la misma. La Comisión Europea se resiste a abandonar la mesa de negociación a pesar de que todo el mundo da por enterrado el acuerdo. «Tenemos un mandato claro del Consejo. Seguiremos trabajando en ello», anunció ayer el portavoz comunitario, Margaritis Schinas. «Las negociaciones no han fracasado», aseguró la comisario de Comercio, Cecilia Mälmstrom.

Pero, ¿qué está realmente en juego? Las cuentas de la lechera de Bruselas indican que el impacto del TTIP en la UE alcanzaría el 0,5 % del PIB a medio plazo, con unos beneficios anuales de 119.000 millones de euros. Según sus estimaciones también ayudaría a crear hasta dos millones de puestos de trabajo dentro de un espacio comercial libre de aranceles que copa más del 50% del PIB mundial.

Otras cifras apuntan al rápido proceso de deslocalización de empresas que arrancaría tras su ratificación, provocando la pérdida de entre 430.000 y un millón de empleos.