«Las condiciones son disponibilidad total y absoluta. Y sin salario»

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Un joven abogado relata su trayectoria como pasante en un despacho asturiano. «Aguanté algo más de dos años y, cuando lo dejé, puse mi propio despacho», asegura.

08 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Jorge es licenciado en Derecho, tiene 32 años y fue becario, una vez que terminó el master de abogacía, durante dos años y un par de meses en un despacho de abogados. Jorge es un nombre ficticio. «Es un sector pequeñísimo y se conocen todos», explica este joven asturiano que hoy trabaja por su cuenta. «Becario como tal no era. A mi no me pagaban. Es más, yo tenía que pagarme el desplazamiento en tren, porque el despacho estaba en otra localidad diferente a la mía, y mis padres se hacían cargo de las cuotas del Colegio de Abogados», aclara. 

Cuando terminó Derecho en 2010, inició la escuela de práctica jurídica, que ahora es el master de abogacía obligatorio, que dura dos años. «El primer año es teoría y luego te encaminan a hacer procticas en los juzgados o en despachos. Muchos abogados recurren al colegio o a la escuela cuando necesitan jóvenes», indica. Los llamados pasantes que, en principio, realizan los trámites más sencillos. «El despacho en el que estuve pidió a alguien y me cogieron a mí. Mi curriculum era la carrera y la escuela. Nada más. Y, por supuesto, no se habla de condiciones. Las condiciones son disponibilidad total y absoluta. Y sin salario». 

«A los pasantes no les pagan en ningún despacho»

Jorge reconoce que la culpa de que estuviera dos años sin percibir salario alguno es compartida porque el becario acepta las condiciones. «Hay parte y parte de culpa. Yo todo lo que sé de derecho lo aprendí en ese despacho, no en la facultad ni en el master. Me lo enseñaron todo. También es verdad que estuve dos años y que te plantas cuándo empieza uno a dejar de aprender para producir», cuestiona. En su caso lo tiene claro: «A los tres meses ya estaba haciendo trámites que generaban ingresos y jamás se planteó pagarme. Lo dejé en 2015 y, al mes siguiente, ya estaba otra persona por mí», indica.

En su caso dice también que tuvo relativa suerte porque se trataba de un despacho pequeño. «En uno grande iban a pasar de mí y, además, no pagan en ninguno. Ellos son los que tienen el chollo. Marcho yo y hay cola. En la carrera te sueltan sin que tengas ni repajolera idea y se aprovechan de esa necesidad que tenemos de aprender la profesión». 

«Un becario deja de serlo en el momento en el que genera rendimiento económico»

Jorge es abogado y conoce la ley: «El becario, en el momento en el que deja de aprender y da rendimiento, ya no es becario. Es trabajador. Cuando el becario empieza a generar rendimiento económico hay que darle de alta en la seguridad social». Sin embargo, la realidad de la abogacía para quienes se inician en ella es otra. «De todos los compañeros que hicieron esta pasantía no conozco a ninguno que no pasara por lo mismo. Es una práctica habitual en la abogacía», asegura, explicando que antes que él en el despacho de abogados en el que fue pasante había estado otra chica un par de años, después otra un año y «ahora lleva cuatro meses otra chica». 

Antes de la crisis, a Jorge le han contado que los pasantes cobraban al menos entre 500 y 600 euros al mes. «En la época buena se pagaba, pero cuando llegó la crisis los grandes despachos se adaptaron peor que los pequeños y se aprovechan de esta situación». Pone el ejemplo de una compañera a la que llamaron a una entrevista de trabajo para temas mercantiles. «Siempre lo último que se pregunta son las condiciones. Y le dijeron que estaba allí para aprender. Que no le iban a pagar. ‘Entonces buscamos cosas diferentes’, les dijo ella. Esto es algo muy habitual en los despachos de abogados», reitera Jorge. 

La pregunta, pese a lo evidente de la respuesta, hay que formularla: ¿por qué decidió dejar de ser pasante? «Por todo. Porque ya me vi con formación de sobra, porque la situación no podía seguir así… Me vi preparado para volar por mi cuenta. Puse una placa cuando me marché», explica. Jorge reconoce que la experiencia profesional fue buena. «Fue la que me permitió ponerme por mi cuenta, pero debido a esta experiencia no quise trabajar para otros. No trabajo para otros abogados». 

«O lo tomas o lo dejas, y si no lo coges hay cola»

Posiblemente la gota que colmó su vaso fue el hecho de que él llevara también las cuentas del despacho. «Yo veía los ingresos y, en un asunto en el que hice mucho trabajo, entró una buena cantidad y ya iba muy quemado». Se fue y, como es una situación irregular, esas prácticas de dos años no constan oficialmente. Ni tampoco tuvo carta de recomendación. «O lo tomas o lo dejas, y si no lo coges hay cola. Se aprovechan de que el pasante tiene esa necesidad de aprender y, con el tiempo, te vas quemando». 

Jorge tiene su propio despacho. ¿Y becarios? «A mi me apuro», responde. Como mucho, cuando está de guardia en el turno de oficio, se deja acompañar al juzgado por algún chaval que esté aprendiendo para enseñarle cómo moverse en ese terreno. «El volumen de trabajo que tengo es para mí, pero en el despacho que estuve me podían haber contratado perfectamente con los ingresos que se generaban». ¿Por qué nadie denuncia estas situaciones ante la Inspección de Trabajo? La respuesta es la misma razón por la que no dice su nombre: «No se denuncian porque es un sector pequeñísimo. A la mínima corre la voz. Juegan con eso». 

«Trabajo gratis pero estoy aprendiendo bastante. Estoy contento»

En la otra cara de la moneda está Abraham Quirós, que tiene 27 años y está en el último de los dos años del módulo de cocina de Formación Profesional. Desde abril realiza sus prácticas en un hotel. «Trabajo gratis, pero de lo malo estoy aprendiendo bastante no como otros que a lo mejor están moviendo cajas o fregando. Estoy contento y muy a gusto», asegura. 

En su caso, son prácticas regladas y es el propio centro de FP el que escoge el lugar en el que los alumnos realizan este periodo de aprendizaje, que tiene un seguimiento por parte de los profesores. «Los tres cocineros me enseñan de seguido. Y ya desde el primer día me dijeron ‘tú vienes aquí a aprender, no a mirar, para poder saber hacerlo cuando busques trabajo’». Las prácticas finalizan en julio. Antes había estado en un local de hostelería que cerró, en el que también dice que aprendió mucho, y por eso tuvieron que recolocarle en otro lugar. En julio, cuando acabe su módulo de cocina, tiene previsto seguir formándose en pastelería para aportar un extra a la formación que está recibiendo.