La pareja muerta en Redondela fue hallada abrazada en el suelo del pasillo

e. v. pita / A. Martínez VIGO / LA VOZ

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M. Moralejo

La policía cree que el hombre atrajo con una llamada a la víctima hasta la casa, donde ya tenía lista una fuga de butano

22 feb 2017 . Actualizado a las 12:44 h.

La Policía Nacional de Vigo empieza a encajar todas las piezas de la explosión en una casa de Chapela, en Redondela, en la que murió una pareja en trámites de separación y que parece ser la segunda muerte por violencia machista del año en Galicia. Fueron barridos por una bola de fuego causada por una explosión de gas butano acelerada con gasolina. Los bomberos hallaron los dos cadáveres juntos y abrazados en el suelo del pasillo. A los agentes les sorprendió que estuviesen en ropa interior.

El juez de instrucción número 2 de Redondela ordenó practicar la autopsia a María José Mateo García, de 50 años, y a Emilio Fernández Castro, de 47. Tras inspeccionar el escenario, el magistrado salió con la sensación de que había algunas cosas que no estaban claras. La pista la darán los forenses, que ayer buscaban posibles lesiones o heridas cortantes previas a la carbonización. Por su parte, la policía científica buscó ayer más pruebas en la vivienda. Quieren saber por qué la mujer no pudo huir al oler el gas.

La Delegación del Gobierno cree que estaba «todo preparado» para volar la casa. La teoría que más encaja con los hechos es que el hombre abrió el gas y llamó a la mujer para que fuese. No había denuncias previas de malos tratos, pero unos días antes el hombre le dijo al hijo mayor de la víctima: «Me dan ganas de reventar la casa con ella dentro, no lo hago porque tengo un hijo pequeño». El lunes por la tarde, el exmarido llevó a su hijo de 8 años a entrenar al gimnasio y luego lo dejó en casa de sus abuelos paternos. Les dijo que se iba al trabajo, pero entró en la casa de su exmujer y, supuestamente, colocó en el salón dos bombonas de butano con las gomas cortadas con un cuchillo que posó sobre la mesa y vertió gasolina de una garrafa o bidón. Luego, la llamó desde el móvil para que volviese a casa y cuando ella entró o, quizás unos minutos después, prendió el butano y el combustible generó la bola de fuego. Una gran llamarada salió por la fachada y la onda expansiva derribó dos paredes del dormitorio y partió una placa. Tres vecinos subieron a la casa, pero la puerta estaba cerrada y rompieron un cristal de la ventana. Los bomberos entraron por la puerta abierta y hallaron en el pasillo dos cuerpos, uno al lado de otro, boca abajo, con los pies mirando a la entrada y con los brazos posados uno sobre el otro, cogidos o agarrados, y en ropa interior. Todo apunta a que estaban tumbados antes de la explosión, porque de lo contrario la onda de choque los habría lanzado lejos.

Quería brindar con champán por la curación de su cáncer

María José Mateo, Sesé, trabajaba en la empresa Frivipesca, con sede en Chapela, pero se encontraba de baja desde hace un año por un cáncer de mama. Jamás se quejó ante sus compañeras de que su pareja la tratara mal. El cáncer hizo que tuviera un bajón anímico muy importante, pero hacía poco tiempo que empezaba a ser feliz porque había conocido a gente nueva, según afirman personas de su entorno.

«La mató ahora que empezaba a ser feliz porque conoció a gente nueva a raíz de su enfermedad y él no supo asimilarlo», apuntaron fuentes de su entorno cercano. «Había superado un cáncer, habíamos quedado para brindar con champán y él la mató», comentaba una amiga íntima.

La pareja se rompió a finales del año pasado. Ella había confesado a sus compañeros que Emilio no llevaba bien la enfermedad y que se dieron un tiempo. Sesé tenía además dos hijos mayores de su primer matrimonio.

Peón de arqueología

Antes de Frivipesca, había trabajado como peón en proyectos de arqueología en toda la provincia junto a su primer marido. Ante la crisis, acabó cambiando de dedicación hacia un sector muy diferente, pero en el mundo arqueológico la recuerdan con cariño, como una mujer progresista e implicada socialmente. Su pérdida causó un gran impacto en las redes sociales.

María José era sobre todo una mujer muy querida en Chapela. Sus vecinos lamentaron ayer mucho su trágica pérdida, para la que no encuentran una explicación lógica.

Un deportista contra el que no constan denuncias previas

Emilio Fernández Castro no respondía al perfil de maltratador y nadie que lo conociese lo hubiese creído antes del lunes capaz de matar a su expareja y suicidarse haciendo estallar el gas de dos bombonas de butano. Natural del barrio vigués de Cabeiro, allí muchas personas lo recordaban como un ser extraordinario. Gente de su entorno más cercano no se explicaba cómo pudo hacer una cosa así, especialmente por lo ligado que se sentía a su hijo de 8 años, al que llevaba todos los días al colegio y con quien andaba siempre en bicicleta. En palabras de la propia víctima, María José, Milo «era un padrazo», según había reconocido a sus compañeros de trabajo.

La concejala de Igualdade del Ayuntamiento de Redondela, Teresa París, confirmaba ayer en una comparecencia pública que no constaban en el Ayuntamiento denuncias previas contra él por maltrato.

Reservado con las personas extrañas, quienes lo conocían lo definen como una persona muy ligada a su familia, trabajador y un apasionado deportista. Le gustaba mucho la bicicleta y también había hecho espeleología durante muchos años, hasta que lo dejó en el 2014. También era asiduo de un gimnasio del centro de Vigo, donde ayer decían no explicarse lo sucedido. «Debió de ser un ataque de locura», comentaba una persona que lo trató.

Antiguo alumno del colegio Breogán, Emilio Fernández trabajaba en horario nocturno en la empresa Frinova, con sede en O Porriño.