El abogado denuncia presiones a Rosario Porto en la cárcel para que confiese

A. Mahía / C. G. de Burgos A CORUÑA / LA VOZ

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Relaciona la ingesta de pastillas con la notificación de su traslado al penal de A Lama

31 may 2017 . Actualizado a las 08:47 h.

Rosario Porto (Santiago, 1969) está siendo presionada por funcionarios de Instituciones Penitenciarias para que reconozca que mató a su hija y asuma su culpa. Este es el argumento que usa su abogado, el penalista coruñés José Luis Gutiérrez Aranguren, para denunciar estas supuestas coacciones que son las que, según su versión, empujaron el pasado viernes a su clienta a ingerir numerosas pastillas para dormir.

Confesar el asesinato de Asunta supondría para Rosario Porto, según su letrado, beneficios penitenciarios. Pero ella no los quiere. Por encima de eso, «está su dignidad» y la verdad, según Aranguren.

El abogado de Rosario sostiene que existieron «movimientos» por parte de la junta de tratamiento para trasladarla de prisión con la «excusa» de que en el centro penitenciario de Teixeiro «no progresa». El abogado tacha la tesis de la junta de tratamiento como un «eufemismo», pues no quieren reconocer que los motivos verdaderos responden a que la reclusa no quiere confesar el asesinato.

«En lo que ella no avanza es en lo que ellos quieren que avance, que es el reconocimiento del crimen», aseguró el letrado en Pontevedra, donde ayer tuvo un juicio. Hasta el momento, Aranguren todavía no pudo visitar a su clienta en el hospital de A Coruña (Chuac), donde la reclusa se recupera de la intoxicación en una habitación del ala de presos del complejo sanitario. Se cree que entre hoy y mañana recibirá el alta médica. En cuanto eso ocurra, será trasladada al centro penitenciario de A Lama.

En cuanto a la situación en la que se encontraba la parricida en la cárcel de Teixeiro, su abogado explica que ese intento de que asuma «un asesinato que no cometió» es «una imposición» del sistema penitenciario para lograr la pretendida «recuperación» del delincuente, que en teoría es el fin del sistema penal.

Admitir el delito -añade Aranguren- es el modo de lograr ciertos beneficios penitenciarios, pero que implican que el reo se autoinculpe y asuma los hechos por los que fue condenado. «Eso es una coacción como la copa de un pino, pero yo tengo constancia de que se ejerce», insistió el letrado.

«Exceso de medicación»

Cuando Gutiérrez Aranguren consultó a Instituciones Penitenciarias sobre lo ocurrido la semana pasada en la celda de Rosario dijeron que no había sido un exceso de medicación ni un intento de suicidio, sino una reacción a la medicación psiquiátrica que estaba tomando. «Yo hablé con el psiquiatra esa tarde, al tratar de buscar información, y me dijo que eso era una tomadura de pelo», explicó Aranguren. «La siguiente noticia que tuve fueron las órdenes estrictas de la gerencia del Chuac, de información cero, a nadie», añade.

Aranguren intentará visitar a Rosario Porto para conocer lo ocurrido de primera mano, porque «como dijo Felipe González en su día: yo me enteré por la prensa». La situación carcelaria de Rosario Porto empeoró desde que fue condenada a 18 años. No con el resto de reclusas, con las que no tiene problemas, sino con la dirección de la cárcel y con Instituciones Penitenciarias. La parricida, según fuentes del penal de Teixeiro, presenta «casi a diario» quejas por todo tipo de cosas. Eleva a la Administración denuncias por el trato a las presas o por las condiciones de vida. «Se ha convertido en una sindicalista», dicen.

La reclusa continúa recuperándose en una habitación del Chuac

Es probable que entre hoy y mañana los médicos le den el alta a Rosario Porto por una intoxicación de medicamentos. Ingresó el viernes después de ser hallada semiinconsciente en su celda tras ingerir numerosas pastillas de Lexatin, un medicamento para dormir y que solo es letal si se toma más de una caja.

El hecho de que haya consumido las pastillas poco antes del recuento de la mañana llevó a los funcionarios a sospechar que solo fue «una llamada de atención», una «protesta» para evitar su traslado a una cárcel en la que nunca estuvo y donde no conoce a nadie. Rosario se mostró muy molesta cuando le comunicaron el cambio de cárcel porque le costó muchas lágrimas y esfuerzo ganarse el respeto y la confianza de sus compañeras. Atrás quedaron aquellos primeros meses tras el asesinato en el que muchas reclusas le hicieron la vida imposible. Hoy es una más y hasta respetada por muchas.