La penúltima dimisión de Esperanza Aguirre

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La exministra de Aznar y antigua lideresa del PP de Madrid deja sus cargos públicos tras el escándalo de corrupción destapado por la operación Lezo. ¿Es su retirada definitiva o, como en otras ocasiones, una maniobra de supervivencia política?

24 abr 2017 . Actualizado a las 18:14 h.

¿Es el fin de una época? Esperanza Aguirre, que lo fue todo en el PP madrileño y aspiró y conspiró para desbancar a Rajoy como líder absoluto de los populares, ha tirado aparentemente la toalla y ha anunciado su abandono de los últimos cargos públicos que ostentaba, en la corporación municipal de Madrid.

No es la primera dimisión de Aguirre, que tiene 65 años y lleva varios años de declive, tampoco la segunda. ¿A la tercera será la vencida? En el caso de cualquier otro político, no habría dudas, pero la trayectoria de la condesa consorte de Bornos es un magnífico ejemplo de resiliencia y supervivencia.

Especialista en dar un paso atrás para dar luego dar otros dos adelante, superó numerosos escándalos a lo largo de una carrera que empezó en los 80, pero que comenzó a brillar en 1996, cuando Aznar la nombró ministra de Educación y Cultura. En aquella época se convirtió en una figura muy popular, por sus errores y torpezas.De entonces se recuerdan sus apariciones televisivas en el programa Caiga quién caiga, ante el que siempre fue la dulce Espe, y la leyenda urbana de que no conocía al escritor José Saramago, y sí a la irreal pintora Sara Mago.

Saltó del Gobierno a la presidencia del Senado. Y después, en el 2003, a la candidatura a la presidencia de la comunidad de Madrid que hasta entonces gobernaba su compañero y enemigo Alberto Ruiz Gallardón. Ganó las elecciones, pero no consiguió la mayoría absoluta. El PSOE pactó con IU para investir presidente a Rafael Simancas. Todo parecía bien preparado, pero saltó la gran sorpresa, el tamayazo.

En uno de los episodios más negros de la historia de la democracia en España, dos diputados socialistas -Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez- desertaron y pasaron al grupo mixto. Se desató un monumental escándalo. No hubo investidura. Hubo que repetir las elecciones. Y Aguirre logró la absoluta. Y cualquier investigación sobre los tránsfugas fue convenientemente frenada. 

Su estrella creció durante las dos próximas legislaturas. Se convirtió en una figura política de primer orden, en una dama de hierro de verbo acerado y duras políticas neoliberales a la española. Para la anécdota queda el accidente de helicóptero que sufrió con Mariano Rajoy en Móstoles en el 2005. Salieron ilesos. Entonces gobernaba en España el PSOE de Zapatero, y la figura del pontevedrés era muy cuestionada dentro de su partido, con Esperanza como adalid de los críticos. 

El primer adiós

Aguirre, que ganó tres elecciones consecutivas en Madrid, sorprendió al mundo con su inesperada dimisión el 17 de septiembre de 2012, cuando Rajoy llevaba menos de un año en la Moncloa. Asoció entonces su renuncia a un cáncer. Y realizó todo tipo de proclamas, pero su adiós no fue completo. Volvió a su plaza de funcionaria y dejó el poder institucional, pero mantuvo el orgánico y se negó a soltar las riendas del partido en la comunidad. Su número dos y el político en el que más confiaba, Ignacio González, heredó el sillón de presidente autonómico. Todo estaba atado y bien atado.

Esperanza, que nunca se fue, y que protagonizó un incidente mediático con policías locales de Madrid tras aparcar en un carril bus, volvió a la primera fila en las elecciones del 2015. Su nueva aventura fue la candidatura por la alcaldía de Madrid. Y no logró su objetivo. Ganó por la mínima, pero el bastón de mando fue para Manuela Carmena, de Ahora Madrid, la candidatura auspiciada por Podemos. Su estrella parecía declinar, pero se atrincheró como jefa de la oposición. Y mantuvo el control del partido al menos durante unos meses. Hasta que llegó su segunda dimisión. 

Para explicarla, conviene recordar que en octubre del 2014 se produjo una gran operación anticorrupción en España, la Púnica. Y que en ella fue detenido Francisco Granados, ex secretario general del PP de Madrid con Aguirre. Ella sobrevivió al escándalo escudada en su paso a la reserva y en su enfermedad. Y pronunció unas palabras que la han perseguido hasta ahora: «Si hubiera tenido la sospecha más mínima, habría actuado con prontitud». 

La segunda renuncia

En el 2014 no dimitió, pero sí lo hizo en el 2016, cuando Mariano Rajoy vivía, al frente del Gobierno en funciones, uno de sus momentos más difíciles. Ella dejó de ser presidenta del partido en Madrid tras producirse nuevas revelaciones sobre la Púnica y la financiación del PP en la comunidad.

Su segunda renuncia, también explicada por la falta de «vigilancia» sobre los que la rodean, sirvió para presionar a su viejo rival, pero una vez más, Aguirre no supo ganarle la partida al gallego. Ella nunca lo dirá, pero pudo haber sido una Le Pen a la española. Al menos en varias ocasiones en los mentideros de derechas circuló esa idea. 

El último adiós

La peleona Esperanza se encastilló, pero un año más tarde, en medio del tormentón desatado por la detención de Ignacio González en la operación Lezo, ha tenido que pasar el trago de enviarle a Rajoy, otra vez todopoderoso en el PP y que no suele hacer prisioneros, un sms con su nueva dimisión, como concejala y portavoz del PP en la corporación municipal de Madrid. Sus dos principales colaboradores duermen entre rejas, y otra dama de hierro, Cristina Cifuentes, reina en el corazón de los populares madrileños. Ella, que lloró ante los tribunales y llegó a ser lo que fue gracias a una traición, la de Tamayo, se va oficialmente por otra, la de Ignacio González. ¿Pero se va de verdad? Repitamos la pregunta del principio. ¿A la tercera irá la vencida? ¿O solo podremos decir, como es preceptivo en ciertos ambientes noctámbulos, que es la penúltima?