Bombas de simiente y delicatessen eróticas frente a los aviones de guerra

GIJÓN

Los colectivos que organizan la Folixa por la Paz plantearán al ayuntamiento que el festejo alternativo y antimilitarista forme parte del calendario festivo de verano

24 jul 2016 . Actualizado a las 20:34 h.

Mientras decenas de miles de personas llenaban la playa de San Lorenzo y sus inmediaciones para ver el festival aéreo, en el Pueblo de Asturias se celebraba un festejo alternativo por la paz. Por segundo año consecutivo, varios colectivos con Acción en Red, la Coordinadora de ONGD del Principado de Asturias (Codopa) y el Conseyu de la Mocedá de Xixón a la cabeza organizaban la Folixa por la Paz para demostrar que la diversión y el ocio propios de los festejos veraniegos no tienen por qué incluir aviones de guerra. Y más en unos tiempos en los que el ruido ensordecedor de los cazas se escucha en otros lugares del mundo como preludio del horror bélico. Con la lectura de un manifiesto, en el que se insistía en poder contemplar un cielo soleado como el de ayer pero sin aviones de guerra, se daba inicio a un festejo con comida popular en el que hubo actividades para todos los gustos y edades.

El manifiesto no pasó por alto que hace 80 años, un 22 de julio de 1936, menos de una semana después del golpe de Estado y con la ciudad ya en manos de los militares levantados, una escuadrilla de aviones bombardeó Gijón, dejando escombros, ruinas, cenizas y muertos. Otro capítulo más de la historia más negra de España que, en el caso de Gijón, dio comienzo a 15 meses de destrucción. «Sin llegar a ser arrasada como Guernica, Gijón fue la ciudad del norte de España más largamente bombardeada, sufriendo el terror que cientos de miles de víctimas siguen sufriendo hoy en otras tierras, en otros cielos», decía el manifiesto de los colectivos organizadores de la Folixa por la Paz, que contó con la participación de varios centenares de personas a lo largo del día.

Lo que aquí es lúdico en otros países es letal

Ochenta años después, los aviones de guerra volvieron a cruzar la bahía gijonesa para recorrer la ciudad, mucho más rápido por los avances tecnológicos y como atracción turística que, según los participantes en el festejo alternativo, «sin duda es un acto de propaganda de los ejércitos y las fuerzas militares para mejorar su imagen pública. La atracción que supone la observación de acrobacias o de alta tecnología es la excusa para acercar a la sociedad el poder militar del Estado español como algo positivo». Lucía Nosti, de Acción en Red, recordaba que los aviones del festival aéreo son «aviones que están en misiones de la OTAN, que están en otros países en los que ahora se están matando personas. Lo mismo que aquí se ve como algo lúdico, en realidad en otros países mata a gente. Por eso queremos reivindicar una diversión pacífica y que fomente la cultura de la paz».

De hecho, añade, la Folixa por la Paz se gestó con la colaboración de varios colectivos sociales como respuesta a la exhibición militar que lleva más de una década celebrándose en Gijón. «Es una propaganda engañosa, que desprende una imagen idílica, lúdica, de la vida militar y edulcora el papel de las fuerzas armadas españolas en los conflictos bélicos», consideraba también el manifiesto que asumían los que participaron en el festejo del Pueblo de Asturias. Para el año que viene, los colectivos organizadores ya están pensando en oficializar la folixa por la paz proponiendo al ayuntamiento un festival alternativo y desmilitarizado que se sume al resto de actividades veraniegas.

Ayer, para los más pequeños se organizaron diversas actividades, como los cuentacuentos o los talleres de pompas de jabón (que no bombas), de cometas y, esta vez sí, bombas de semillas. Este último taller de bombas verdes estuvo a cargo de Belén Bobes y Manuel Lorenzo. «Utilizamos arcilla, turba y semillas con agua, las amasamos y ya estarían listas para lanzar en cualquier escampado, jardín o plantar en una maceta en casa», explicaron, matizando que la simiente es de berza, cilantro, calabaza, cebollino, perejil o dedalera. Los pequeños, encantados con la actividad, se llevaban las bombas para casa en un cucurucho que ellos mismos decoraban con lápices de colores.

Pero la actividad estrella de la jornada antibélica fue sin duda el quinto concurso gastroerótico, que en anteriores ediciones tenía lugar en otros eventos y que este año tuvo por lema 'Haz el amor y no la guerra'. Organizado por Acción en Red en colaboración con Xega, el objetivo era presentar platos salados y postres con una temática que promocione la diversidad sexual y el respeto hacia todas las identidades de género y orientaciones sexuales, además de reivindicar una sexualidad libre, sin prejuicios ni tabúes. Se presentaron 13 delicias gastronómicas, que fueron saboreadas por un jurado formado por miembros de los colectivos organizadores.

Bolas chinas y cachopos

Había platos que emulaban 'polvos de verano' con merengue de chocolate, nata y petazeta con un resultado «como el de un polvo de verano: crujiente, húmedo y chispeante», bolas chinas preparadas con aguacate, pasas, nueces y sésamo, e incluso versiones del cachopo asturiano como los 'cachopollas'. «Está hecho como un cachopo: con carne picada, jamón y queso de cabra, y para simular las bocas utilicé los pimientos del piquillo», explicó la autora del plato, María Jesús Rodríguez, que también presentó unas piruletas en forma de corazón que llamó 'Demasiado corasón' por estar realizadas con pan de molde relleno de sobrasada y miel.

En la categoría de plato salado, el jurado escogió una delicatessen con forma fálica. El nombre del plato, 'Sexo seguro en el bosque con lubricante de cannabis'. La autora, Estefanía Lada, empleó productos ecológicos para presentar una salchicha de tofu y curry, un par de coles de bruselas a cada lado y un condón hecho con una gelatina de aceite de coco, con una guarnición para emular el bosque con setas shiitake y ajo negro y regado con el aceite de cannabis. También concursó con un postre al transformar una papaya asada con miel casera en ?la vulva de la pasión'. Sin embargo, el premio al mejor postre se lo llevó Ana Suárez con sus pastelitos 'Amor Amor-a' de crumble de queso con daditos de miel, caramelo y mora. «Es un rollo dulce, suave y luego, con la mora se le da un toque ácido, como el amor», explicó Suárez, que ya quedó segunda el año pasado.

Una barra solidaria con productos de comercio justo, muros de celofán para dejar por escrito ideas sobre paz y antimilitarismo y una jaima con tatuajes de henna y té saharaui completaron la jornada de quienes optaron por darle la espalda al festival aéreo de Gijón en una jornada sin más presencia militar que el aturdidor sonido de los primeros aviones de la exhibición.