Mejor en el piquete que en la consulta del psiquiatra

J. C. Gea GIJÓN

GIJÓN

Piquete de CNT frente a un establecimiento hostelero en la calle Capua de Gijón
Piquete de CNT frente a un establecimiento hostelero en la calle Capua de Gijón

Guillermo Rendueles y Héctor González participaron en un acto del Aula García Rúa sobre psiquiatría y sindicalismo al que siguió una concentración de protesta contra «esclavismo laboral» ante una cervecería

02 feb 2017 . Actualizado a las 09:48 h.

«Menos mesa de negociación y más de esto». Héctor González mete un momento la mano bajo la mesa de la sala conferencias del CCAI gijonés, ante la expectación del público. El secretario de Organización del sindicato CNT en Gijón, que acaba de participar junto al psiquiatra Guillermo Rendueles en uno de los actos de la XXI Semana del Aula Popular «José Luis García Rúa», extrae un megáfono y concluye con él en mano su charla: anima a sumarse al piquete que, apenas media hora después, estará plantado frente a una cervecería de la calle Capua. El sindicato anarquista reparte pasquines acusando a su propietario de «esclavismo laboral» hacia una de sus trabajadoras, como parte de una campaña contra las condiciones de trabajo en la hostelería local que ya ha puesto en su punto de mira algún otro establecimiento y que hoy tendrá una jornada especialmente intensa, con una concentración en el campus gijonés para defender la situación de las trabajadoras en huelga de su cafetería y un «pasacalles contra la precariadad laboral en la hostelería» que partirá a las 19,00 del edificio de los sindicatos y recalará en varios establecimientos del centro de la ciudad.

Apenas un momento antes, y en un tono de beligerancia no tan distinto al que emplea en el piquete, Héctor González ha explicado el objeto y las motivaciones de este tipo de acciones. «La gente viene al sindicato denunciando insultos, vejaciones por sistema, faltas al respeto y a la dignidad. La solución para combatir ese tipo de prácticas y situaciones no es la baja ni la medicación. Hay que devolver uno por uno todos los golpes a todos aquellos que te hacen pensar que necesitas un psiquiatra: Me enorgullezco de que haya empresarios que también tienen ansiedad por problemas laborales».

Del micrófono al megáfono

Antes de coger el megáfono y echarse a la calle, Héctor González se ha expresado tras el micrófono casi con la misma contundencia con la que habla tras el megáfono. Sus palabras son una extensión del título de la charla a dos voces en la que ha participado junto a Guillermo Rendueles: «Necesitas un sindicato, no un psiquiatra». Y es bastante probable que en la veintena de personas que finalmente se suman a la protesta que seguirá al acto haya algunas que hayan seguido la recomendación del activista sindical: «Necesitamos sentirnos también un poco queridos, respaldados en las calles».

También es posible que hayan tenido en cuenta las palabras con las que Rendueles ha concluido su intervención, clamando contra un «modelo falso» y medicalizado auspiciado por el poscapitalismo a través de la psicología y la psiquiatría; un sistema «que fomenta el malestar, nos mantiene ensimismados e incapacitados para salir al mundo» buscando «una felicidad intimista y narcisista»: «La felicidad, el bien y la verdad no están en uno, en el espejo del narcisismo, sino en los demás; y si el mundo está tenebroso, habrá que limpiarlo, y solo de vuelta de ese mundo el sí mismo, el yo, se puede también limpiar», defiende el psiquiatra, ensayista, alumno y amigo del recientemente fallecido José Luis García Rúa.

Rendueles recordó las funciones históricas de los sindicatos como «refugio» para las desconcertadas y desestructuradas masas proletarias, como una «herramienta para dar biografía, dar una vida de ciudadanos, identidad y orgullo» a la clase obrera, y diagnosticó «la gran derrota de esos modelos» con el «paso del proletariado al precariado»; un sistema que «rompe la idea de una vida con futuro, con biografía, lo que habían dado los sindicatos». Echando mano de una entrevista con el actor Antonio Banderas en la que este describe Hollywood como encarnación del sueño laboral americano, en el que uno «cae y vuelve a levantarse» convertido en el «su propio empresario», el psiquiatra aseguró que «la vida del precario se parece a la de los cómicos»: «Solo queda el individuo que tiene que pelear, ser el empresario de sí mismo» porque «no hay biografía que ni el Estado ni un sindicato ni las redes sociales te vayan a dar», se ha establecido una «relación perversa entre gerente y obrero» y se ha quebrado el «apoyo transversal» entre los compañeros. «El capitalismo no solo ha ganado en los medios de producción, ha ganado en los corazones de la gente», sentencia Rendueles.

La gran derrota

En ese panorama de «gran derrota», psicólogos, psiquiatras, técnicas de autoayuda o meditación se han convertido, para Rendueles, en «los únicos aliados para reconquistar el bienestar». El psiquiatra considera esas disciplinas y conductas un «aparato de propaganda del intimismo que hace pensar que la vida en sociedad está sujeta a un funcionamiento maquiavélico y se opone al hombre público, al ciudadano, al sindicalista». A cambio se proclama una especie de «gozad, gozad malditos» que ha aprovechado la naturaleza de un ser humano «frágil y mal hecho» para sembrar en los ciudadanos «deseos impuestos, falsas necesidades, mandatos sociales» que nos impiden «ser nuestro dueños».

Las consultas «no cubren nuestas necesidades, las encubren», y «la psicología sustituye la moral», advierte Rendueles. El psquiatra anima a romper esa prisión en el narcisismo y en el intimismo y salir al mundo, incluso si está lleno de conflictos. «El redescubrimiento de las verdaderas necesidades requiere un redescubrimiento del mundo» y la búsqueda de «una buena vida que no se da en las consultas», afirma.  

A Héctor González le tocó hablar de algunos de esos conflictos y del modo en que debería encararlos un sindicalismo que -dijo- «ha olvidado esta faceta de enfrentamiento con el sistema capitalista, se ha convertido en un gestor del capitalismo, ha pasado de ser una organización de trabajadores a ser un mediador entre el empresario y los trabajadores, lo más descorazonador para el futuro de los sindicatos».

González parte de la base de que un sistema cuyas relaciones laborales generan acoso, indignidad y «mafias empresariales» es un sistema «por el que no merece la pena combatir». «Se necesita un sindicato, no para la reconversión, sino para que a la gente se la trate con respeto y no se la insulte» por «una panda de mafiosos con nombres y apellidos que juegan con el miedo de la gente», sostiene el activista, que clama por «el deber de toda la gente de bien señalarlos, criticarlos y afearles la conducta» a quienes incurren en esas conductas. Y también exhibe, a modo de apoyo y de terapia, la necesidad de los sindicatos que así se comportan de «sentirse un poco queridos, respaldados en la calles»: necesitan «apoyo, no que se llame a la poli. No se rompen los cristales o se queman contenedores por vicio sino por necesidad».