El gran error de David Cameron: jugó con fuego en Escocia y se quemó en Bruselas

M. Piñeiro LA VOZ / REDACCIÓN

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El primer ministro británico cosecha una derrota histórica, incapaz de frenar la ola que él mismo alimentó con años de euroescepticismo calculado

24 jun 2016 . Actualizado a las 22:17 h.

A David Cameron le han adelantado por la derecha. Después de años de abiertas tensiones con Bruselas para contentar a los sectores más tradicionalistas (si no obsoletos) del Reino Unido, el primer ministro in pectore (anunció una dimisión en diferido que se hará efectiva en octubre) se quemó en la hoguera del Brexit, a la que puso los primeros maderos con meses de estudiado desdén europeísta y que, lejos de apagar, alimentó con el error histórico del referendo. Un error que ya había estado cerca de costarle a Cameron muy caro con Escocia, pero que con la salida del Reino Unido de la Unión Europea le ha quemado definitivamente.

En el 2013, con su débil gobierno de coalición maniobrando por implantar los recortes con los que se justificó la lucha para esquivar la crisis, Cameron se comprometió a una consulta sobre la permanencia en la UE. Era un guiño hacia los votantes que se filtraban hacia UKIP y otras opciones de extrema derecha. Por el medio, era capaz de lanzar el mensaje de «somos mejores juntos» a los escoceses para ganar por los pelos el referéndum sobre la independencia en el 2014. Su estrategia dual de paternalismo de la city hacia sus vecinos del norte y de inadaptado rebelde hacia Bruselas debió de funcionarle, porque en el 2015, David Cameron, uno de los primeros ministros británicos más impopulares de la historia reciente, logró la mayoría absoluta. Esa posición de fuerza le legitimó para su otra gran consulta a la población: la permanencia en la UE. 

En ambos referendos, Cameron apeló al voto joven. Incluso en el caso de Escocia bajó la edad de participación a los 16 años para ganar. Le funcionó entonces y en la votación del Brexit ha resultado clave el voto de los mayores de 50 años. Ahora, tras su dimisión, Cameron se arroga tres meses para iniciar la traumática transición de un Reino Unido alejado de Bruselas, con las Bolsas y la libra desplomándose a las pocas horas de confirmarse los resultados. Una insinuación del miedo al colapso económico que fue el último recurso de Cameron en su intento de vender la permanencia en Europa. De lado dejó las implicaciones de una campaña ultraconservadora donde los refugiados, la inmigración y las relaciones con los países del sur y sus ciudadanos ocuparon una parte importante del discurso que finalmente acabó por imponerse.

La derrota en el Brexit destapa, ante todo, las contradicciones internas de David Cameron, un euroescéptico que se vio obligado a hacer campaña por el Remain. A la votación que le ha costado el desalojo del 10 de Downing Street le precedieron meses de tiranteces con Bruselas alimentadas por el propio Cameron, hasta forzar un acuerdo con la UE el pasado mes de febrero. Fue un pacto con guiños a las ayudas a trabajadores extranjeros y a una toma de decisiones en temas de política monetaria a pesar de no estar en el euro. No le bastaron a los partidarios del Brexit (consideraron minucias los pactos), ni siquiera al propio premier británico, que poco después confirmaba la fecha de la consulta, pero por lo visto sí llenaron el vaso de Bruselas, que en las horas previas de la votación de este jueves recordaba a Londres: No significa no. Y ahora Cameron, quemado en su particular hoguera de San Juan, tiene tres meses para aligerar ese golpe.