Las embestidas de Trump obligan a los demócratas a cerrar filas con Clinton

Adriana rey NUEVA YORK / E. LA VOZ

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JIM YOUNG | REUTERS

La ex primera dama sale reforzada de la convención tras recibir el respaldo de Obama

29 jul 2016 . Actualizado a las 07:14 h.

«Quizás yo sea la primera presidenta mujer, pero una de ustedes será la próxima», auguró Hillary Clinton recién coronada. Ayer, fue el momento de apuntalar su bandera y coger fuerza para llevar a término la misión por la que lleva meses luchando, la candidatura demócrata a la Casa Blanca. La ex primera dama aceptó el encargo de un partido que encontró en las embestidas de su rival republicano, Donald Trump, el pegamento que necesitaba para superar la división interna y cerrar filas en torno a ella.

El mensaje que sale de Filadelfia es muy claro. Ya no se trata solo de unas elecciones, sino de lo que significa Estados Unidos. En la tierra donde nació la Constitución, se cerraron las heridas que abrieron las primarias y Clinton quedó avalada como sucesora del legado que creó Barack Obama. Pasado, presente y futuro quedaron enmarcados en un largo abrazo entre ambos, después de que el todavía presidente protagonizase un traspaso de poderes simbólico con una mezcla de optimismo, entusiasmo y esperanza.

Obama se alejó de la visión catastrofista del candidato republicano y recordó «qué y cómo es EE.UU.» «Eran ustedes de quienes yo hablaba hace doce años cuando hablé de esperanza ¡Esperanza frente a la dificultad, esperanza ante la incertidumbre, la audacia de la esperanza!», declamó con lágrimas en los ojos. «Hagan por Hillary Clinton lo que hicieron por mi», clamó. «Nunca ha habido nadie más cualificado para ser presidente de EE.UU.».

Antes de Obama, hubo otros pesos pesados que calentaron el Wells Fargo Center. Fueron los casos del vicepresidente, Joe Biden, y del ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg. Este último fue especialmente beligerante cuando se refirió a Trump como un demagogo peligroso, hipócrita o estafador. «A lo largo de su carrera, Trump ha dejado un historial bien documentado de bancarrotas, miles de pleitos, accionistas estafados o clientes que se sienten robados. Dice que quiere gobernar este país como sus negocios. Que Dios nos ayude», sentenció.

No le anduvo a la zaga quien será el número dos de Clinton en la Casa Blanca si gana las elecciones, Tim Kaine. Según relató, «pequeños empresarios como mi padre le creyeron cuando dijo que les pagaría por construir un casino en Atlantic City. Hicieron el trabajo, pusieron el yeso, pulieron el hormigón. Pero un día después de la apertura, Trump presentó una declaración de bancarrota y se fue con los millones». 

Cuenta atrás

El proceso electoral empieza ahora una nueva etapa, la final y la más importante, aquella en la que ambas campañas se lo juegan todo. La cuenta atrás.

En las próximas dos semanas, Trump promoverá su polémica reforma migratoria, la misma que puede llegar a ser «su propia tumba», dicen los demócratas, quienes siguen confiando en que su retórica antiinmigrante les ayudará a cimentar el voto hispano. En paralelo, el tándem de Clinton y Kaine se embarcará en un viaje con paradas en Ohio y Pensilvania, donde enfocarán sus esfuerzos y dinero, además de Colorado, Florida, Nevada, Carolina del Norte, Wisconsin y Nuevo Hampshire, los conocidos como «swing states» [estados péndulo]. La campaña de Trump ha añadido Minesota, Michigan, Maine y Georgia.

El magnate ironiza sobre su petición de que Rusia espíe a su rival, pero elogia a Putin: «Es mejor que Obama»

Muchos se echaron las manos a la cabeza cuando el miércoles Donald Trump miraba a cámara durante un acto de Florida y pedía a Rusia que piratease a Hillary Clinton para recuperar los más de 30.000 correos eliminados por la ex secretaria de Estado. «¿Y este señor quiere estar al mando del ejército de Estados Unidos?», se preguntaban desde Washington líderes demócratas.

Decenas de editoriales e informaciones llenaron páginas y más paginas con denuncias que hablaban de traición, delito y de poner en riesgo la seguridad nacional. Pero las denuncias poco han significado para el magnate, quien pocas horas más tarde ironizaba sobre su petición. «Por supuesto que estaba siendo sarcástico», dijo en una entrevista en la cadena Fox. «Ni siquiera saben si es Rusia. No tienen ni idea de si ha sido Rusia, China u otros ¿Quién sabe quién habrá sido? Lo que sí sabemos es que Clinton borró 33.000 correos y que el problema es lo que se dijo en los emails filtrados», denunció.

Horas antes ya había sido su propio jefe de campaña, Paul Manafort, quien había intentado deshacer el entuerto hablando también de sarcasmo. En la misma entrevista, el candidato republicano volvió a reiterar su voluntad de mejorar las relaciones con Rusia e insistió en que Vladimir Putin «es mejor que Obama, porque Obama no es un buen líder».

En paralelo a su ofensiva, Wikileaks volvía a la carga y difundía 29 mensajes de voz obtenidos en los correos electrónicos pirateados del comité demócrata. En dichos audios, diferentes miembros no identificados del partido expresan su molestia con la influencia del senador Bernie Sanders. «No lo dejéis gobernar. No es un demócrata. Por favor detengan a este hombre ahora», se escucha en uno de los mensajes. En otro, una mujer define a Sanders como «la peor persona del mundo» para preguntarse después: «¿Por qué el comité demócrata permite a tal basura estar en su plataforma?»

La información llega después de que Julian Assange, fundador de Wikileaks, advirtiese de que cuenta con muchos más correos del Partido Demócrata. Su filtración ha caído como un jarro de agua fría en pleno cónclave político, donde los seguidores de Sanders han protagonizado diferentes protestas tras lo ocurrido. Mientras, las autoridades estadounidenses continúan con las investigaciones en torno a las filtraciones. En el Partido Demócrata tienen claro que fue obra de «actores estatales rusos interesados en ayudar a Trump a ganar la Casa Blanca».