Dilma Rousseff asegura no haber cometido ningún delito en su última oportunidad para salvar su puesto

La Voz AGENCIAS / LA VOZ

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EVARISTO SA | AFP

La presidente brasileña se ha enfrentado en el Senado a las acusaciones que pesan sobre ella. Durante su comparecencia, la política ha pedido al Senado que vote contra su salida del Gobierno

29 ago 2016 . Actualizado a las 22:17 h.

La presidenta de BrasilDilma Rousseff, ha presentado este lunes sus alegatos finales en el Congreso, su última oportunidad para evitar que la destituyan por el delito de responsabilidad que se le imputa. Suspendida de sus funciones desde mayo y acusada de maquillar las cuentas públicas, la líder del Partido de los Trabajadores (PT) ha pedido a los senadores que «hagan justicia a una presidenta honesta», votando «contra el impeachment» y «a favor de la democracia».

«Vengo a mirar en los ojos a sus excelencias y decirles que no cometí el delito de responsabilidad del que se me acusa», ha asegurado Rousseff en su discurso, «he sido intransigente en la defensa de la honestidad y la gestión pública». 

Ante la Cámara que decidirá si la aparta de forma definitiva del poder, la presidenta brasileña ha insistido en su inocencia, señalando que los cargos contra su persona «no pasan de pretextos, basados en una frágil retórica jurídica», y advirtiendo a los 81 integrantes que «no esperen» de ella «el obsequioso silencio frente a los cobardes que pretenden atentar contra el estado de derecho».

Precisamente, ese «golpe de Estado» ha sido una de las líneas que Rousseff ha seguido en su defensa. Tras afirmar que estaba acusada «injusta y arbitrariamente», la política ha declarado luchar «por la democracia», indicando que su imputación se sustenta en la intención de «derrocar a un gobierno legítimo» y «hacer viable un golpe» amparándose en la Constitución.

«Lo está en juego en el impeachment no es mi mandato, es el respeto a las urnas, a la voluntad del pueblo y a la Costitución», ha apuntado la política, «estamos a un paso de la consumación de una grave ruptura institucional»

Este «golpe» tendría su encarnación en el antiguo socio político de Rousseff, Michel Temer, vicepresidente y actual jefe de Estado interino que, junto a su derechista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMBD), se volvió contra la cara más visible del PT, respaldando en marzo el juicio político de la presidenta. Temer, que sustituye temporalmente a Rousseff, se mantendría en el poder, en el caso de que Dilma fuese finalmente destituída. Este reemplazo ha sido calificado por la presidenta como un «golpe», que habría comenzado a urdirse durante su segundo periodo de mandato. «Hicieron todo lo posible para desestabilizarme a mí y a mi Gobierno», ha asegurado Rousseff, en referencia a la oposición. 

Defendiendo que un «régimen presidencialista» como el que rige en Brasil solo puede formarse «por el pueblo y mediante elecciones», Rousseff ha criticado la «ruptura democrática» que se produciría con el relevo de Temer. Un político al que también le ha reprochado la configuración de su Gobierno que, según la presidenta, evidencia el «profundo desprecio» de la élite económica y política de Brasil, al no haber en él ni «mujeres ni negros».

Como alternativa al mandato de Temer, la presidenta ha pedido que se convoquen nuevas elecciones. «Llego a la última etapa de este proceso comprometida con la realización de una demanda de la mayoría de brasileños: convocarlos a decidir, en las urnas, sobre el futuro del país», ha reclamado. 

La exguerrillera, torturada durante el régimen militar en Brasil y agobiada por la peor recesión económica desde los años 30, ha quemado así su último cartucho para impedir su marcha del Gobierno, que se decidirá entre el martes y el miércoles de esta semana. De producirse, su destitución supondría el fin en el poder del Partido de los Trabajadores (PT), la fuerza de izquierda que gobierna desde hace más de 13 años la mayor potencia latinoamericana.