Me llamo Kunta Kinte

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

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18 feb 2020 . Actualizado a las 08:22 h.

Somos muchos los que recordamos la mítica serie en la que «te llamas Toby», el esclavo, pasó a ser «me llamo Kunta Kinte», el hombre libre, algo que todavía no ha sucedido en esos circos romanos que son demasiadas veces los campos de fútbol. Lugares donde la gente va a dar rienda suelta a sus peores instintos y a maleducar a sus hijos, nietos y demás familia. El desprecio al rival sigue siendo habitual, tanto en los estadios en los que juegan los equipos profesionales como en los campos donde los fines de semana participa la chavalada. La afición no se limita a animar a su equipo. Se dedica a despreciar al rival. Así somos cuando creemos que nadie nos ve. Insultos a la madre, insultos homófobos y, por supuesto, los insultos por el color de la piel, vamos, por ser negros, sobre todo. Los latinos, los chinos y los árabes también se llevan lo suyo. Los aficionados siguen creyendo que pagar la entrada les da permiso para gritar barbaridades, silbar y comportarse justo de la peor manera, lo que, en teoría, afea a los que chillan. Regresan desde el supuesto anonimato de la masa hacia atrás y se convierten en cavernícolas. Los cavernícolas seguro que ya tenían más sensibilidad que los que este fin de semana echaron del campo al goleador del Oporto con sus provocaciones. Hace unas jornadas le pasó a Iñaki Williams en el campo del Español. Este domingo le sucedió en Guimaraes a Marega, delantero del Oporto, que decidió irse del partido. Le insultaron, arrancaron asientos de la grada y se los tiraron al campo, y el árbitro, de forma increíble, castigó al jugador con una tarjeta amarilla por coger uno de esos asientos arrancados de cuajo. El insultado fue el castigado. Pero es el mundo al revés en el que sobrevivimos. No es que Iñaki Williams o Marega tengan la piel más fina por tenerla negra. Precisamente por tenerla negra llevan desde niños oyendo todo tipo de chorradas, pero hay momentos en los que se hartan con razón. Esa es la tormenta de la realidad. Sucede hoy como pasaba hace años. Solo que ahora la gente disimula más por si la cazan, pero se liberan de ataduras cuando ven que uno empieza e echar gasolina al fuego y se suman como absurdo rebaño a la pira. Falta educación. Muchísima educación. No hay nada mejor que conocer, que mezclarse. Somos mejores desde que rompemos las fronteras y nos empapamos de mundo. Y vamos a peor cuando utilizamos las fronteras como barreras insalvables y señalamos al diferente para considerarlo inferior. Políticas como la alcaldesa de Vic contribuyen a multiplicar estos racismos hablando en público y desde el púlpito de su cargo de unos rasgos especiales para los catalanes. Todos deberíamos tener mucho cuidado con nuestra falta de modales o nuestros desvaríos. Criticar una raza, cualquier raza, o considerarla superior solo es una clara manifestación de miedo al diferente. O sea, de ignorancia.