¿Se pueden evitar las rupturas de pareja?

Iván Rotella REDACCIÓN

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Unos cuantos cortafuegos para evitar el deterioro de la vida a dúo basándose en un principio fundamental: conocerse, aceptarse y expresarse para encontrarse con el otro

28 may 2016 . Actualizado a las 11:10 h.

Hace muchos años, cuando empecé a formarme en Sexología, comprendí que en la Educación Sexual, entendida como Educación de los Sexos, había cuatro grandes objetivos: conocerse cada persona a si misma, a su propio sexo y al otro sexo; aceptarse como esa persona que eres; expresarse como esa persona que eres y todo ello para poder encontrarse con las otras personas de manera satisfactoria y placentera.

La falta de esa Educación Sexual y esas herramientas, tiene su muestra en nuestra vida adulta, sobre todo en nuestra vida de pareja y su fiel reflejo son las consultas que llegan a nuestros Centros de Atención Sexológica. La base fundamental de muchas rupturas es esa incapacidad de muchas personas de conocerse, o aceptarse, o expresarse o saber manejar en el momento de Encontrarse. O incluso todo a la vez. Por ello, vamos a revisar algunas de las causas más habituales de ruptura de pareja. Conocerlas y profundizar en ellas puede hacer que las evitemos a tiempo:

Diferencias hombre/mujer

Decir que los hombres y las mujeres somos diferentes es una obviedad. Decir que esas diferencias, al no educarse ni explicarse (muchas veces ni siquiera saberse) o pueden generar muchas dificultades en la vida en pareja (heterosexual, en este caso) también es una obviedad. Los hombres y las mujeres tenemos diferentes formas de comunicarnos, de expresarnos y muchas veces, el principal motivo de desencuentro entre los sexos es precisamente ese.

Cada persona trata de imponer su forma de expresión o comunicación, dando por hecho que es la buena y si la otra persona no la comparte, podemos acabar generando un conflicto que nos ponga en riesgo. Hombres y mujeres hemos recibido una educación demasiado sesgada por el evidente machismo social que impera en nuestra sociedad.

Pero no solo eso explica todas nuestras diferencias comunicativas. Tenemos diferencias de expresión, de vivencia, de entorno incluso cultural, etc, etc. Nuestro esfuerzo para ese encuentro entre los sexos debe ir encaminado a tratar de entender y empatizar con el otro o la otra, respetar su formato, que se respete el nuestro y encontrar formas lo más ajustadas a nuestra relación para expresarnos. Para expresarnos sin temores, sin reproches, sin agresividad, desprecios o violencias. Hombres y mujeres no somos así para molestar a la otra persona.

Convivencia

A medida que una pareja se va construyendo pasa por diferentes fases que van poniendo a prueba la solidez de esa construcción. Una de las primeras pruebas tiene que ver con la decisión de vivir juntos. La toma de esa decisión suele ser relativamente sencilla y natural, si ambos miembros de la pareja están en la misma clave. Pero suele ser más fácil tomarla que llevarla a cabo. El primer año de convivencia suele ser difícil. Cada persona aporta a la convivencia lo que tiene, lo que es, de donde viene, como ha sido educada, etc. Y muchas veces hay que hacer ajustes ya que hay formatos incompatibles. Negociar y buscar equilibrios es imprescindible.

Aferrarse a argumentos del tipo de «Es que en mi casa siempre lo hicimos así» no te da la razón en absoluto. Estamos hablando de otra casa, la nuestra. Todas las personas venimos de unas normas, unas familias, unas casas. Pero ahora estamos construyendo la nuestra, la que hemos decidido crear, construir. No la que nos tocó. El formato debe ser común, sin imposiciones ni sacrificios. Como mucho podemos concedernos espacios, probar otros formatos y ver si funcionan. Y todo eso, sobre todo durante el primer año de convivencia, puede tensar mucho la relación. Y seguir tensándola durante años si no hemos realizado esos ajustes y nos dedicamos a la confrontación o a la imposición constante.

Asimismo, debemos tratar de discutir para avanzar, para solucionar temas, para cerrarlos y que dejen de ser fuente de conflictos. Pero vivimos en una sociedad en la que demasiado habitualmente discutimos para tener razón (la tengamos o no) o para imponer nuestro criterio. No discutimos de forma constructiva y eso mina la relación de pareja. He leído demasiadas veces que nuestro peor problema de comunicación es que no escuchamos para entender, sino que escuchamos para contestar. Evitémoslo.

Vida familiar

La vida familiar es otra de las grandes pruebas de fuego de una pareja. Tomar la decisión de tener hijos suele ser una decisión que creemos bastante natural. Es el camino habitual de la vida en pareja. Obviamente, no debe ser ni una obligación ni una imposición.

Tanto en consulta como en la vida social, me he encontrado demasiadas veces con la conversación: «Llevamos muchos años juntos y la relación no va muy allá, ¿que hacemos, nos casamos? Seguro que así mejora» Y la pareja se casa. Se mete en la convivencia y cuando están cerca del punto de no retorno dicen: «La relación sigue sin ir todo bien, ¿que hacemos, nos embarazamos a ver?» Y se embarazan, y cuando ven que la llegada de la nueva personita no solo no afianza, sino que pone a prueba su solidez se plantean «¿Y si tenemos un segundo a ver?». Y todos estos pasos, que deberían haberse detenido ante la primera pregunta, se excusa con el conocido y muchas veces vacío: «Es que nos queremos». Si, claro que se quieren, pero también se quiere a la familia, a los amigos y amigas, a las mascotas... Ese supuesto «amor» no puede ni debe servirnos de excusa para justificar una situación o una convivencia desgraciada, triste o que simplemente no nos llena.

Todo este desastre, bastante más habitual de lo que nos pensamos, es una garantía casi segura de fracaso. Tener hijos es una decisión complicada y debe tomarse sopesando todos los pros y contras posibles. No es comprar otro coche o cambiar la decoración de la casa. Es incorporar otras personas a tu relación de pareja. Otras personas que al principio tienen una absoluta dependencia hacia a ti y que constantemente necesitan tu atención y pasarán muchos años hasta que eso pueda cambiar un poco. Hay parejas que al tener un hijo o una hija se diluyen, desaparecen. Pasan a ser compañeros o compañeras de piso que cuidan de bebes. Hay parejas que no parecen darse cuenta que la base de la familia, el centro, el núcleo, no son los hijos, son las personas que han decidido formar esa familia. Tener hijos no es para diluir la pareja, tiene que servir para fortalecerla y ampliar de pareja a familia. Pero sin perder de vista que el centro son ellos, no los hijos. Descuidar a tu pareja, desatenderla, olvidarte de cultivar espacios en común, de cultivar espacios de encuentro erótico, de cultivar espacios de cuidado mutuo, es abocarla a su desaparición.

 Vida erótica

«Claro, como tu eres sexólogo piensas que la vida erótica es lo más importante de una relación de pareja», me han dicho o insinuado muchas veces. Y es curioso por que todavía en este 2016 seguimos relacionando lo erótico exclusivamente con el coito (entendido coito como mera introducción de pene en vagina). Y no solo es un error y un reduccionismo heterosexista y coitocentrista. Es un error creer que los profesionales de la Sexología creemos que la vida erótica es lo más importante en una pareja. No es lo más importante, pero si es necesaria, absolutamente necesaria.

Como ya hemos comentado otras veces, la relación erótica no es un intercambio de fluidos, es comunicación. Comunicación verbal y no verbal. Es transmitir sensaciones, sentimientos, placeres, deseos, fantasías... Sin vida erótica una pareja está, en la mayoria de los casos, abocada a tener grandes dificultades en el resto de los aspectos de la pareja, ya que se acaba viendo afectada por la carencia en este área. Del mismo modo que si solo cuidamos este área y el resto no, la vida en pareja se resiente, este área tiene que tener su espacio, dedicación y cultivo.

Se trata de cultivar el deseo, el placer, la piel como principal fuente de disfrute. Hay que buscar espacios para besos, caricias, duchas, juegos y cualquier otra expresión erótica que podamos compartir con nuestra pareja.

Y finalmente, ¿qué pueden hacer los sexólogos y las sexólogas por la vida en pareja? Si la pareja colabora, todo. Si hay ganas, motivación, interés, todo. Nuestra profesión nos capacita para poder hacer entender las diferencias entre los sexos. Mejorar la convivencia hasta que esta sea lo más equilibrada posible. Ayudar a reorganizar espacios, agendas y encuentros a la pareja, para que su vida familiar sea estupenda. Y, por supuesto, conseguir que la pareja sea más feliz con su vida erótica. En definitiva, tratar de conocernos, aceptarnos, expresarnos y encontrarnos, bien, muy bien, lo mejor posible.

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