«Los albergues para personas sin techo son como los CIES: puras cárceles inhumanas»

Pablo Batalla Cueto OVIEDO

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Lagarder Danciu
Lagarder Danciu

Entrevista a Lagarder Danciu, rumano, homosexual, anarquista y activista en defensa de los sin techo

27 abr 2017 . Actualizado a las 13:53 h.

Lagarder Danciu es rumano, gitano, homosexual, anarquista y un activista incansable en defensa de los derechos de las personas sin techo. También es un hombre instalado en la polémica, y especialmente en la polémica tuitera: celebró la muerte de Carme Chacón calificándola de «reina de los desahucios» que «carecía de corazón», ha irrumpido en actos del Padre Ángel para llamarle franquista y no trata mejor a Podemos, a quienes denuncia como traidores, especialmente desde el sonado fichaje del general Julio Rodríguez. Ahora está en Asturias para, como parte de una ruta de la pobreza que está haciendo por toda España, conocer y documentar la situación de los sin techo en la región.

-¿Qué le trae a Asturias?

-Me trae la ruta de la pobreza que hacen las personas en situación de pobreza severa: los albergues nunca permiten a los sin techo quedarse permanentemente, sino que suelen expulsarlos a los tres días, y eso hace a muchos ir itinerando de una ciudad a otra, de una comunidad autónoma a otra, en busca de nuevos recursos de ayuda. Hay mucha gente que se ha pateado toda España de albergue en albergue. Y esa ruta de la pobreza que ellos hacen porque los obliga este sistema enfermizo, yo la estoy haciendo para denunciarla. Allí donde voy, trabajo en dos vertientes: por un lado visito a las plataformas que se ocupan de esta cuestión y también a sindicatos como la CNT y la CGT, que son los únicos que en este país han mirado por la clase trabajadora e intentar meter en el debate social el tema de la criminalización de la pobreza. Por otro, me informo sobre lo que ocurre en cada ciudad: qué recursos hay y cómo se están gestionando. He estado ya en varias comunidades autónomas y ahora estoy en Asturias, adonde me han traído los compañeros de CNT de Gijón y Oviedo y un centro social de La Felguera en el que hay gente que lleva muchísimo tiempo trabajando en esta cuestión y advirtiendo del colapso social que se avecina.

-¿Cuántas personas se calcula que sufren pobreza severa en España?

-En España hay más de cincuenta mil personas sin techo.

-¿Y en Asturias? ¿Dispone de datos al respecto?

-Se habla de unas tres mil, pero ésa es la cifra de personas que han utilizado alguno de los recursos existentes, y no incluye a okupas que viven en infraviviendas, a gente que está durmiendo en coches y furgonetas, a los que acampan en tiendas de campaña fuera de las ciudades... La cifra real podría ser el doble.

-Mencionaba antes un concepto interesante en el que me gustaría que se extendiese: la criminalización de la pobreza.

-Es algo que va en aumento. Yo me lo he ido encontrando aquí en Asturias igual que en otros lugares: hay una derechización del pensamiento del pueblo y de la clase trabajadora que consiste en culpabilizar a la persona pobre en lugar de pedir explicaciones a la Administración. El mantra es que esas personas quieren estar en la calle, que son alcohólicos, que son drogadictos...

-Usted es el alma de La Voz de Lagarder, un canal de YouTube en el que informa sobre sus acciones y da voz a personas sin techo.

-Se trata de dignificar a esas personas, sí; de proclamar que no son ganado.

-¿Qué historias personales se ha encontrado aquí en Asturias?

-Me he encontrado historias como la de Aureliano, un hombre que lleva cerca de cuatro años en la calle y que es un buen exponente de un fenómeno que los medios de comunicación no están contando: gente mayor, de cincuenta y cuatro, cincuenta y siete, sesenta años a la que le quedan tres o cuatro para jubilarse pero que se han quedado sin trabajo debido a la crisis y están en la calle esperando a cumplir la edad de jubilación para cobrar una pensión, alquilar algo y salir de la calle. Eso está sucediendo en toda España. Aureliano era una persona normal y corriente, que tenía casa y mascotas, trabajó como camionero y en la construcción y cotizó treinta y tres años. Pero en un momento su hijo lo puso como aval para un negocio que salió mal. Bankia lo desahució de su casa y ahora está en la calle. Además, sus dos últimos años de cotización fueron en una gran empresa constructora en la que había ciertas irregularidades por las que ahora la Seguridad Social le dice que tiene que pagar siete mil euros. ¡Se le piden siete mil euros a una persona que duerme en un cajero y depende de la caridad para comer un plato de comida! En la CNT han puesto los servicios jurídicos del sindicato a su servicio, y nos dicen que Aureliano tiene todas las de ganar.

-Lo que le ha pasado a Aureliano es una tormenta perfecta de desgracias que podría abatirse sobre cualquiera.

-Exactamente. Pero, ¿sabes qué? Aureliano se siente culpable de su situación. Es terrible. Y me llamó la atención otra cosa que me contaba: él es de Oviedo, y suele dormir en cajeros de la calle Uría. Y cuando pasan por ahí y se lo encuentran en esa situación antiguos compañeros suyos y gente de su pueblo, pasan de largo. Hacen como si no le conocieran. Esto Aureliano me lo contaba llorando; lloraba de impotencia y de ver que tenía que venir un rumano, alguien de fuera, a ayudarle, porque el resto del mundo está pasando de él. Y para encima, Liberbank está últimamente preocupada porque la gente duerma en sus cajeros y está estudiando sacar los cajeros fuera. Por lo que Aureliano me ha contado, cada vez es más difícil entrar en un cajero. Pues bueno, me he encontrado historias como ésa. O como la de Antonio, que trabajó durante años en los astilleros, fue despedido durante la crisis y ahora vive también en la calle. Él me contaba que hay una cosa terrible en la que a veces no reparamos: que los albergues te permitan dormir bajo techo tres días pero luego te echen de nuevo a la calle un mes, un mes y medio -depende de la comunidad y del albergue- es absolutamente devastador psicológicamente.

-A la vez que uno está feliz por dormir por fin en cama y bajo techo y poder ducharse, no puede dejar de pensar que en un par de días tendrá que regresar de nuevo a la calle: al frío, a la falta de higiene, a dormir bajo un puente... Eso tiene que ser terrible, claro.

-Exacto. A mí una monja me dijo una vez: «¡Por lo menos los reseteamos, se limpian y tal!». Yo le contesté: «Señora, ¿a usted le gustaría que le dieran cama tres días y luego la tiraran a la calle un mes?». En el albergue de Oviedo la semana pasada se tiró un señor por la ventana, y poco antes se había tirado otro compañero. Uno tenía sesenta años y el otro cincuenta y cuatro. Y un joven que está en el albergue ahora me ha dicho que en los últimos años él ha visto morir a más de diez personas en la calle con sus propios ojos. En Oviedo hay más de ciento cincuenta personas sin techo, pero el albergue que lleva Cáritas sólo tiene cuarenta plazas, es decir, se deja fuera al setenta por ciento de las personas sin hogar que hay en Oviedo. Como en muchos otros sitios, en Oviedo se permite a la gente alojada estar unos días y luego se la echa de nuevo. Eso vuelve loca a la gente.

-¿Cómo de comunes son en las personas sin techo los problemas mentales derivados de su situación?

-No conozco ninguna estadística al respecto, pero mi experiencia es que son extraordinariamente comunes y que lo son sobre todo en los hombres. Las mujeres son más fuertes y aguantan más que los hombres, que empiezan a patinar muy pronto.

-Pero la condición femenina también tiene sus hándicaps patriarcales: si ya es peligroso para una mujer simplemente caminar por la calle, cuánto más no lo será vivir y dormir en ella.

-Sí, sí, sí. Yo me he encontrado en la calle muchísimas mujeres que han sufrido violaciones. Y yo creo que eso, igual que los problemas mentales derivados de que te permitan dormir bajo techo tres días pero luego te expulsen, explica en gran parte esos casos de suicidio que para mí no son tales, sino asesinatos. Esas personas estaban en un recurso subvencionado por el Ayuntamiento; el Ayuntamiento era responsable de ellos. Otra de las cosas que estoy intentando hacer en mi ruta de la pobreza es una memoria histórica de la gente que está muriendo en la calle y en los albergues. Allí donde voy procuro hablar con las personas sin techo para averiguar quiénes eran estas personas y darles visibilidad. Por cierto, el tripartito de izquierdas que gobierna Oviedo da en torno a un millón de euros anuales al albergue. Con un millón de euros se puede alojar a ciento cincuenta personas y aun a más, así que habrá que preguntarse en qué se gastan el dinero en ese albergue y si no cabe denunciar al Ayuntamiento por dejación de funciones, como ya hemos hecho en otras comunidades.

-¿Qué más cosas le han sorprendido o indignado en Oviedo?

Otra cosa que me ha parecido inadmisible es que en el comedor social de Oviedo hay policía local vigilando las colas del hambre. Yo he preguntado por ello a las monjas y me han dicho que es una tradición, que llevan veinte años funcionando así. Entonces les he respondido: «Señora, a usted, si se queda en la calle, ¿le gustaría que la vigilara un policía? Y, ¿sabe que hay mucha gente en la calle que ha perdido la documentación o ha tenido un problemilla y no viene a su comedor porque sabe que se utiliza para la persecución policial de los pobres». Yo me he encontrado en los parques a mucha gente que me ha dicho que no va a la Cocina Económica por si está la policía allí: les han robado los documentos, han estado metidos en una pelea, etcétera y saben que la policía utiliza los platos de comida de los comedores sociales como señuelo para perseguirles. Eso es inadmisible.

-Pero, ¿no suelen darse en las cocinas económicas problemas de convivencia, peleas y así, que justifican esa presencia policial?

-En eso se escudan también las monjas, pero un albergue es un espacio privado, y la policía debería estar fuera, no dentro del comedor. Y si pasa algo, pues que se la llame. Otra cosa es inadmisible.

-¿Cómo han afectado los recortes perpetrados tras el estallido de la crisis económica a los recursos sociales de que disponen las personas sin hogar?

-Pues mira, ayer me comentaba una persona sin techo que antes, en los centros para menores, había un programa de emancipación para, una vez se cumplían dieciocho años, no ser tirado a la calle sin más, sino ser alojado en un piso tutelado y compartido con otro chaval hasta los veinticuatro o veinticinco años. Eso permitía a estas personas seguir estudiando e ir integrándose poco a poco en la sociedad, pero con la crisis desaparecieron de golpe esos recursos y a esta gente la dejaron literalmente en la calle. Aquí en Asturias yo he visto a muchos chavales de dieciocho, diecinueve, veinte años durmiendo en tiendas de campaña en la montaña. Por lo demás, se han privatizado muchísimos servicios sociales. La situación antes de la crisis no era la ideal: había una especie de partenariado público-privado, pero el PSOE no se atrevía a privatizar los servicios sociales públicos. Los servicios sociales eran intocables. Pero cuando llegó el PP al Gobierno dejaron de serlo: entonces sí hubo una privatización de servicios sociales brutal, algo que es una auténtica vergüenza y no podemos consentir. No lo puedo consentir yo como trabajador social y no pueden consentirlo los ciudadanos. Los servicios sociales son un pilar básico del Estado del bienestar, al mismo nivel que la educación y la sanidad. Cuando tú privatizas eso, todo se va al carajo. No se puede dejar el tema social en manos de una empresa. Ninguna empresa va a seguir otros criterios que los económicos; el cálculo de coste y beneficio. 

-Imagino que eso pondrá en una situación muy difícil a los trabajadores sociales, que como infantería de la Administración recibirá las quejas de quienes deberían recibir la ayuda del Estado del bienestar pero no la están recibiendo.

-Sí, los trabajadores sociales -y yo lo soy, así que hablo con conocimiento de causa- están colapsados, porque la ley les dice que deben hacer esto y lo otro pero no tienen nada para hacerlo y al final deben limitarse a gestionar la miseria. Yo se lo tengo que explicar muchas veces a personas sin techo que se quejan: esos trabajadores sociales están dentro de una estructura que les impide desarrollar su trabajo correctamente. No es su culpa.

-Usted es famoso por sus irrupciones en actos y celebraciones políticas para denunciar la situación de los sin techo.

-Es una forma de movilización que copié de Los Hijos de Don Quijote de París, el primer movimiento sin techo del mundo (el segundo, por cierto, es el Campamento Dignidad de Sevilla). Se hicieron famosos montándole líos a Sarkozy y a mí me pareció algo digno de importar, y comencé a ponerlo en práctica. Es la única manera de visibilizar este tema: aprovechar esas celebraciones pomposas que los políticos hacen para inaugurar un monumento o cualquier otra cosa para irrumpir por la fuerza y que luego los medios de comunicación informen de que un sin techo le ha dicho al alcalde que hay desahucios en la ciudad.

-La propaganda por el hecho de los viejos anarquistas.

-Sí. Es que la gente tiene que conocer esta realidad. Hay que afear a los responsables públicos que no estén haciendo nada para terminar con esta lacra. Su inacción no puede quedar impune. 

-Sus críticos han de reconocerle al menos una cosa: revienta actos de políticos lo mismo de derechas que de izquierdas.

-Es que lo que hacen algunos Ayuntamientos de supuesta izquierda es vergonzoso. Aquí mismo, en Oviedo, gobierna un tripartito de izquierda que prometió remunicipalizar los servicios sociales en campaña electoral y dos años después no lo ha hecho. Eso mismo está pasando en muchos Ayuntamientos: la propuesta estrella de las municipales no se está cumpliendo. Y hay un refrán que dicen mucho las personas de la calle: no somos lo que decimos, sino lo que hacemos.

-¿Qué le ha parecido Gijón en materia de servicios sociales?

-Me ha sorprendido para mal la cantidad de personas que hay durmiendo en los alrededores e incluso la mismísima puerta del Albergue Covadonga.

-Usted es muy crítico con los albergues en general; con el formato albergue como recurso central de los servicios sociales.

-Sí, porque son como los CIE: puras cárceles. Justamente me lo decía ayer Pilar, una chica que lleva dos años en la calle aquí en Gijón: «Yo no conozco la cárcel -me decía-, pero conozco a gente que ha estado en la cárcel y lo que me cuenta de cómo era estar allí es idéntico a lo que es estar aquí: normas muy estrictas y no sólo eso, sino un cajón de sastre de gente de todo tipo metida junta sin más. Nos mezclan a todos: a gente con problemas de alcohol, de drogadicción, psicológicos... Eso -me decía Pilar- es un cóctel molotov». Y luego están las normas no ya estrictas, sino absurdas, como que los albergues no admitan animales. Hay muchas personas que pudiendo estar en un albergue están en la calle porque no les dejan meter a su mascota.

-Mascotas que en casi todos los casos son la única alegría para esa gente que lo ha perdido todo: calor, compañía...

-Claro, claro. Quitarles eso es quitarles lo último que les queda. Pues bien, así son las cosas en los albergues: unas estructuras que no se adaptan a las necesidades de la gente sin techo, sino que son sucursales del negocio del sinhogarismo. El único objetivo de muchos albergues es obtener pelas de subvenciones que a veces son bastante generosas. 

-Pero, ¿es posible implementar otro modelo? ¿Cuál?

-Un programa sólido de housing first que no quede en manos de la iniciativa privada, sino del Ayuntamiento, de su parque público de vivienda y de profesionales. Un programa que no trate a los sin techo como ganado o como niños, sino como personas, y que atienda verdaderamente sus necesidades. A mí, Pilar también me decía: «No somos ganado, no somos números, somos personas que tenemos una historia detrás. Yo he sufrido violencia machista; debería estar en un piso, no en un albergue en el que a las ocho de la mañana me sacan a la calle y me obligan a deambular durante horas hasta que cae la noche». Pero eso no interesa. Interesa el negocio: gastarse lo menos posible y obtener lo más posible. A mí, otra cosa que me ha llamado muchísimo la atención es que los productos de los bancos de alimentos ponen claramente que no se pueden vender, y sin embargo yo he visto a las monjas vendiendo vasos de Cola-Cao del banco de alimentos a sesenta céntimos. Eso es un delito. En Gijón también he conocido gente mayor muy precaria que no puede pagarse el alquiler pero que deben pagar un bono mensual de cuarenta y dos euros a las monjas para poder comer. Eso es inadmisible. Y luego hay cosas más intangibles: en éstos que no dejan de ser espacios de caridad, de humanismo, no hay una atención directa. No se interesan por las personas; no les dicen: «¿Cómo te ha ido el día?». Y tampoco se deja a los sin techo participar en las estructuras de esos recursos de caridad. No hay una sola persona sin techo trabajando en esas estructuras creadas para ayudar a los sin techo.

-Todo para los sin techo, pero sin los sin techo.

-Despotismo ilustrado, sí. Y luego hay otra cosa: el tema sanitario. Los cuadros clínicos de los sin techo suelen ser devastadores, pero la sanidad pública pasa completamente de ellos. Yo me conciencié especialmente con el tema en torno al caso de un sin techo de Sevilla llamado Carlos. Carlos tenía un cuadro terrible. VIH, hepatitis, psoriasis... Lo normal, en realidad: la calle te va comiendo poco a poco. Bueno, pues este hombre un día entró un día en Urgencias con un ataque de epilepsia, pero le dieron una pastilla y lo pusieron otra vez en la calle. Los médicos vieron que tenía el cuerpo entero comido por la psoriasis, pero pasaron de él. A mí aquello me escandalizó, así que me puse enfrente del hospital a reclamar que aquel hombre tenía que ser hospitalizado y que se tenía que tratar todo su cuadro clínico y empecé a compartir en las redes sociales vídeos que se hicieron virales. Claro, el coste de este señor era brutal para las arcas: unos setenta mil euros, según se calculó. Pero es que la sanidad pública está para eso: para gastarse los dineros en curar a la gente que lo necesita. Bueno, pues al final, en torno a este caso se generó cierto ruido y al final trataron a Carlos. ¡Salió reseteado! Si te enseñara una foto de Carlos antes de entrar y otra de él después de salir te quedarías alucinado. Eso que se hizo con Carlos, debería hacerse con todos los sin techo. Pero eso sólo se conseguirá con movilización.

-Polémicas como la del tuit, a mi juicio de muy mal gusto, en el que celebraba la muerte de Carme Chacón, ¿no empañan, desvirtúan o restan efectividad a su lucha? ¿No lo caricaturizan como un mero provocador y hacen que no se preste atención a estas denuncias importantes, sino sólo a sus salidas de tono?

-Es que a mí no me parece que los actos que una persona ha realizado a lo largo de su vida cambien si se muere. Carme Chacón fue la ministra de Vivienda que agilizó los desahucios y la ministra de Defensa que invadió Libia, y a mí me estaba dando mucha rabia ver los parabienes hipócritas que se le dedicaban. Así que decidí utilizar el humor y decir que Carme Chacón, que tenía una cardiopatía, no tenía corazón. La polémica que se generó dice mucho de este país; de lo hipócrita que es este país. Carme Chacón hizo mucho daño, generó mucho dolor y tenía las manos manchadas de sangre, porque provocó suicidios que a nadie le importaron ni la cienmillonésima parte que lo que ha importado su muerte. ¿Eran menos valiosas las vidas de esas personas que se tiraron por la ventana después de que las echaran de sus casas sirviéndose de los desahucios exprés de Chacón? ¿Eran menos valiosas las vidas de los libios a los que bombardeó la OTAN siendo ella ministra de Defensa y Julio Rodríguez jefe del Estado Mayor? Hoy Libia está volviendo al siglo XV; está volviendo a haber esclavitud allá. Y eso es culpa, entre otros, de ese señor y de esa señora. Y que esa señora se haya muerto no cambia esos hechos.