Siempre quedará la Mareona

EMILIO ORDIZ GIJÓN

SPORTING 1905

Mareona
Mareona LaLiga

Lo único positivo de la derrota en Riazor volvió a ser la afición. La Mareona nunca dejará solo al equipo

05 oct 2016 . Actualizado a las 10:18 h.

Bufandas anudadas al cuello en lugar de elevadas al aire. Caras largas, decepción, pero ni una palabra, ni un lamento. Solo silencio. Así salió la afición del Sporting de Rizaor: anestesiada. Una aventura tantas veces celebrada, de esas que marcas en rojo en el calendario cuando sabes que la liga va a comenzar, se convirtió en un mal sueño. Un gol en el último minuto de partido, unido a la mala imagen del equipo, instaló a la Mareona en un sentimiento de caída. Las caras de la afición en el después fueron la imagen del equipo en el antes.

Tantas horas de autobús o de coche, con la camiseta puesta con orgullo, no fueron recompensadas. Solo entenderá la amargura de la grada rojiblanca quien de verdad sienta los colores como suyos. Y es que la derrota ante el Deportivo fue precisamente eso, un ataque a lo propio. Dicen que la cara es el espejo del alma y el de la Mareona caminando por la playa coruñesa a las once menos cuarto de la noche del sábado era un alma resquebrajado, agobiado por los acontecimientos.

La Mareona buscó culpables, pero no encontró consuelo

El gol de Ryan Babel no solo perforó la red de la portería de Cuéllar, sino también el cuerpo de los cuatro mil aficionados que cantaron, alentaron e incluso creyeron más que los propios jugadores. Para la Mareona Riazor era territorio fetiche, y por mal que vinieran dadas las cosas desde el césped, siempre se vio un poco de luz al final del túnel. Pero no. Se apagó. Y entonces entraron las dudas.

A la suerte, a Abelardo, a unos jugadores con los que casi nadie se identificó. ¿Quién? ¿Por qué? Nadie entendía nada. No encontraba explicación a cómo un conjunto que había dado dos buenos golpes sobre la mesa en las tres primeras jornadas se estaba diluyendo como un azucarillo. Entonces no dejaron de agolparse los recuerdos, esa manera tan recurrente de viajar al pasado para encontrar una explicación del presente: "Yo prefería a la plantilla del año pasado, aquellos 'guajes' sí que sudaban". Miradas al banquillo: "Abelardo sabe que hay que quedar los 17 y no aspira a terminar más arriba".

¿Y ahora qué?

En el mundo del fútbol siempre ocurre lo mismo. Tras una mala racha o una derrota cruel, como la del Sporting ante el Deportivo, todo se ve negro. No hubo manera de que la afición astur sacase partes positivas más allá del "estamos a muerte con El Pitu y con los chavales" o el útil "queda mucha liga, ya ganaremos al Valencia". Fueron argumentos más sentimentales que deportivos, porque la realidad es que el jarro de agua fría con el que la Mareona abandonó tierras gallegas fue lo más parecido a una ducha de realidad. "Va a tocar sufrir mucho otra vez", asumían.

Pero al fin y al cabo esta afición demostró, una vez más, estar lista para todo. Se subieron a los autobuses de regreso a Asturias con la mirada perdida, pero sabiendo que cuando la pelota vuelva a rodar en el Molinón frente al Valencia, ahí estarán. No fue el viaje soñado, ni el partido esperado, ni el resultado deseado. Pero si de algo puede estar orgulloso el Sporting es de tener una afición, que como dice la canción, no le dejará jamás.