Que caras más tristes

Andrés Menéndez GIJÓN

SPORTING 1905

Directiva Sporting
Directiva Sporting Real Sporting

Una derrota como punto de inflexión, una goleada como ejemplo

09 feb 2017 . Actualizado a las 01:03 h.

Basado en hechos reales. Es la historia de la regresión infinita. Es la crónica de una muerte anunciada. Qué caras tan tristes. Pereza, hastío y hartazgo. El Molinón ya no es el guardaespaldas de un proyecto roto, está demasiado cansado. Ante el Alavés no era una final, era un punto de inflexión. Entre la esperanza y la más absoluta ( y burda) nada. Porque ésto es la nada. Es todo tan mediocre que hasta el azar resulta más dañino. Porque ya ni duele, a la gente le da igual. Nadie se identifica con semejante retrato. Prometieron progresión y efectivamente se creció pero al abismo.

¿Quién puede explicar tanto silencio? 

Es febrero pero todo da igual. Es la antesala a un funeral. El descenso importa menos porque la gente no se siente identificada con nada de esto. No es el problema de un penalti, o dos, sino de un modelo. De la construcción del éxito sin pensar en las bases. Gijón no es Granada. No queremos una permanencia vendida como un perfume caro. Que el Sporting se salve, hasta hace bien poco, era lo normal. La gente no es idiota. Estos días Vallecas, y el caso Roman Zozulya, explicaba a la perfección la importancia de la gente en determinados proyectos. No todas las ciudades son iguales. Qué va.

El fútbol es complicidad; con tu equipo, del que esperas una alegría desde la mañana del lunes en la oficina, y con el contexto. En Gijón no queremos proyectos de caviar barato. La gente quiere sentirse participe de la victoria o del fracaso. Y por eso nadie llora por este equipo, porque nadie lo siente como suyo. Porque no es de la gente. Por eso, aunque algunos no lo entiendan, Gijón es más de Carlos Castro que de Borja Viguera.

Este curso, desde el punto de vista numérico, puede salvarse. Pero ya hemos perdido. Somos el Sporting de los fichajes; un equipo carente de alma y encima terriblemente malo. Horrible. Cualquier acierto depende del fallo del rival, cualquier esperanza dura hasta la semana que viene. Es el vuelva usted mañana en forma de bucle. Y lo peor es que a la gente, y con más razón que un santo, tanta ruina ya ni le duele ni le importa.